martes, 31 de julio de 2018

Tips para ingresar a un posgrado


Por: Rebecca Grafía

Ingresar a un posgrado pudiera parecer algo sumamente difícil si consideramos que cada año va en aumento las solicitudes a las instituciones de cualquier área, no sólo ciencias sociales y humanidades, y si tomamos en cuenta también el desánimo general que existe ante la falta de empleo en México. Sin embargo, lo cierto es que, independientemente del área en la que te quieras especializar o estés laborando, el requisito de actualización es obligatorio para todos, por lo cual ingresar a posgrados de calidad es indispensable si queremos mejorar nuestra condición laboral y/o trayectoria académica. A continuación te comparto algunos tips que te ayudarán en tu ingreso al posgrado, sea maestría o doctorado, también hablaremos de algunas exigencias específicas en las principales instituciones en el área de historia.

1.- Autoevaluar nuestra disponibilidad de tiempo y recurso económico.
Llevar a cabo una reflexión realista de estos aspectos es necesario antes de que elijas la institución y el campo de estudio en los que te quieres especializar. La mayoría de los posgrados de calidad exigen dedicación exclusiva, especialmente porque la beca equivale a un salario de una jornada laboral completa, es decir, de 6 a 8 horas diarias. Cada institución varía, hay algunas que son programas tutoriales a distancia, lo cual no quiere decir que sean posgrados de baja calidad o que te dará tiempo de saturarte de otras actividades. Por el contrario, la exigencia es aún mayor y tendrás que ser muy constante y disciplinado. También hay instituciones que te exigen checar tus ocho horas diarias en biblioteca. Así pues, es necesario que revises tu contexto personal: ¿Eres casado(a)?, ¿Tienes hijos?, ¿Trabajas?, ¿Estás de tiempo completo en tu trabajo?, ¿Es posible que te descarguen en tu trabajo a un máximo de ocho horas semanales?, ¿Depende alguien económicamente de ti?, ¿Prefieres conservar tu trabajo y prescindir de la beca?, ¿Puedes cambiarte de ciudad en caso de ser un programa presencial?, etc.
Respecto al recurso económico es importante que visualices que invertirás antes, durante y después del posgrado en tu educación. Hablemos en este caso del antes, revisa los precios de las cuotas por participar en el proceso de admisión, así como las cuotas de inscripción o si existen acuerdos en tu institución que apoyen a los estudiantes una vez que ingresan al posgrado. Recuerda que la beca tarda en llegar, así que es necesario que te prepares. Por otra parte, también realizarás viajes para conocer la universidad, para entregar tus papeles y para la entrevista, los cuáles, por supuesto, correrán por tu cuenta.

2.- Elegir la institución y el campo de estudio.
Este siguiente paso tiene mucho que ver con lo anterior, yo sé que juegan muchos factores a la hora de elegir un posgrado, pero si ya realizaste tu autoevalución ahora lo que sigue es hacer una revisión exhaustiva de la institución, o posibles instituciones, a la que te gustaría ingresar, así como el campo de estudio. Debes preguntarte cuáles son tus intereses reales, qué tipo de investigación te gustaría emprender, si el posgrado complementa tu trabajo o bien si quieres pasar de una disciplina a otra, etc.
Es muy importante, ya que esto nos servirá en las siguientes etapas, que realices una revisión meticulosa del posgrado al que quieres ingresar. Que conozcas su planta docente, su biblioteca, las tesis publicadas, las líneas de investigación, el perfil de los egresados, los convenios nacionales e internacionales con los que cuenta, ver estándares de calidad más allá de CONACYT esto es revisar el CV y publicaciones de los profesores, así como las redes de investigación de las que es parte el posgrado, el plan de estudios y los autores que utilizan, los investigadores invitados, el tipo de eventos que realizan, si es un programa presencial o tutorial, cuántos años son de formación, qué dinámica siguen para las clases, posibilidades de apoyo para intercambios o estancias, etc. Si puedes visitar la universidad para conocer más a detalle todo lo anterior mejor, es importante tener una imagen realista del posgrado y saber si realmente nos vemos estudiando ahí, esto con el afán de evitar una futura deserción.
Dos cosas son clave: la idoneidad de la institución (¿cuenta con los recursos necesarios para la investigación que deseamos elaborar?) y el interés genuino por el campo de estudio. Es importante que elijas algo que te guste, que te veas dedicándote de tiempo completo, ya que en el transcurso, el posgrado puede volverse una experiencia más ardua de la que imaginábamos, así que es importante iniciar convencidos y entusiasmados.

3. Organización de fechas y documentos.
Durante el proceso de selección NO hay recordatorios personalizados, así que es muy importante que estés al pendiente tanto de tu correo como de la página del posgrado, incluso llamar en caso de dudas. Casi todos los posgrados funcionan con un “pre-registro” en línea, así como una primera y segunda entrega de documentos, la mayoría de las veces en línea también. Ten a la mano documentos oficiales como tu acta de nacimiento, CURP, identificación oficial, título, (carta de compromiso en caso de que estés a punto de titularte), artículos, tesis, cartas de recomendación (en caso de que las pidan), constancias de ponencias, publicaciones, encuentros, experiencia docente o de difusión, etc.
Uno de los documentos que genera más dudas es la “carta de motivos”, puesto que no hay un formato específico. Se trata, valga la redundancia, de que expreses tus motivos y expectativas del posgrados al que quieres ingresar de manera honesta, qué expliques por qué esta institución es idónea para ti y lo que esperas encontrar en ella, esto también retroalimenta a los que están encargados del posgrado. Es necesario también que expreses quién y por qué te gustaría que fuera tu asesor(a), de ahí que sea tan importante que explores meticulosamente la planta docente, además es necesario que menciones por qué el posgrado debería elegirte a ti, qué tienes tú para ofrecerle al posgrado, cuál sería el modificador que aportarías a su programa o a la línea de investigación a la que te quieres adscribir. Todo lo anterior de manera transparente, de ahí que es necesario elegir un posgrado que, dentro de nuestras posibilidades, sea lo que queremos y nos guste.

4.- Prepararse para la evaluación.
La mayoría de los posgrados, además del CENEVAL, realizan una evaluación a los aspirantes. No te asustes, se trata de una “prueba”, más que nada, para saber si te sería posible adaptarte a la dinámica del posgrado. De ahí que sea tan importante la exploración previa. En mi caso, la evaluación fue realizar una serie de ensayos y reseñas críticas con fechas de entrega muy puntuales, así como objetivos a lograr en análisis de lecturas muy específicos, recibí los comentarios a los trabajos con correcciones y observaciones severas. Muy parecido a la dinámica del posgrado en general, especialmente en su parte formativa, que para doctorado suele ser de dos años de materias todavía, aunque varía según la institución.

5.- Preparar el protocolo.
El primer paso para preparar el protocolo es acotar el tema. Es importante que seas realista con lo que quiere abarcar tu investigación, especialmente por la cuestión del tiempo, ya que si es un posgrado adscrito a CONACYT las entregas de avances y la titulación deberán ser sumamente puntuales. Así pues, no trates de abarcar más de lo que podrías, es necesario que revises si seguirás con el mismo tema de licenciatura o maestría, o no, y ser realista en ambos casos de tu conocimiento y manejo de las fuentes. En ambos casos será necesario que tomes en cuenta el tiempo disponible que tendrás para realizar las lecturas de teoría básica; progresos, controversias e innovaciones en tu tema, para luego pasar a la teoría central; explicación detallada de qué estás investigando y por qué, la teoría de datos; validez y pertinencia del material y, por último, la contribución; destacar la significación de tu análisis (de las cuáles hablaré próximamente cuando veamos cómo iniciar la redacción de la tesis).
En la etapa del protocolo, NO es necesario que quede perfecto. Sino que tengas claridad en lo que quieres hacer y por qué, eso sí abierto a posibilidades de nuevos enfoques (veremos por qué esto es importante cuando hablemos de la entrevista). Por otro lado, si hiciste la exploración de la planta docente, sería bueno que leyeras los artículos o libros de los investigadores que pudieran llegar a ser tu asesor(a) e incluirlos en el protocolo pues, se supone, quieres adscribirte a sus líneas de investigación. Esto además reflejará que tienes una actitud abierta a la crítica y a la modificación lo cual será clave para tu ingreso y estancia en el posgrado, la redacción de tu tesis y tu trayectoria en general. De igual modo, antes de entregar el protocolo, es importante que algún colega o maestro lo revise.

6.- Entrega de documentos
Como te decía, algunos documentos se tienen que ingresar en la plataforma digital del posgrado. Y casi siempre la segunda entrega ya es personal, o bien dan la opción de enviarla por mensajería. Recomiendo que entregues tus papeles personalmente, porque puede llegar a pasar que te falte algo y ahí mismo podrás solucionarlo. Si te es imposible asistir de manera personal, invierte en un buen servicio de mensajería, recuerda que NO revisarán tu documentación si esta llega fuera de tiempo.

7. La entrevista
Si ya llegaste a esta etapa queda clara tu capacidad y experiencia para formar parte del posgrado, entonces, ¿qué es lo que buscan los entrevistadores? Conocerte. Saber si has madurado personal y académicamente desde la última vez que te vieron, esto si estás tratando de entrar a la misma institución de la maestría al doctorado. Saber qué estuviste haciendo cómo investigador desde la última vez que estudiaste, en qué han cambiado tus intereses, cuáles han sido tus experiencias en la docencia, la investigación y la difusión. Quieren conocer cuál es tu capacidad de crítica y auto-crítica, seguramente mencionarán lo que les llame la atención de tus trabajos previos, sean artículos, tesis o ambos. Y, ¡SPOILER ALERT!, en la entrevista se encuentran dos o más profesores que te quieren asesorar, así que a ellos les interesa ver qué tan fácil o difícil sería trabajar contigo, así como tus conocimientos sobre el tema que llevas propuesto. Te preguntarán por las afirmaciones que haces, los autores que utilizas y qué tanto estarías dispuesto a modificar tu protocolo si ellos encuentran rubros más interesantes a explorar dentro del mismo que quizá tú no hayas visualizado. También quieren saber tu grado de compromiso, si pueden contar contigo en todas las actividades que realice el posgrado y si terminarás en tiempo y forma con tu investigación. En suma, quieren ver que tan receptiva y comprometida es tu actitud, pues el posgrado será arduo. Quizá sobra decir que la puntualidad y la buena presentación son importantes. Anota de igual forma los comentarios que te hagan respecto a tu protocolo o cualquier cosa relevante, pues esto te servirá muchísimo más adelante, ingreses o no al posgrado. No te olvides de llevar tu protocolo impreso, así como cualquier documento que pudiera ofrecerse en la entrevista.

8.- No desistir
¿Hiciste todo lo anterior y no te aceptaron? Ok, calma. Lo sé, es horrible. Uno se siente decepcionado y abrumado, “¿qué fue lo que hice mal?” es casi siempre la pregunta que nos hacemos o bien nos sentimos que no somos lo suficientemente buenos y abandonamos la idea un buen rato. Pero, tranquilo(a). Rebobinemos, primero que nada, ¿en qué etapa te quedaste? ¿En la entrega de documentos, en la evaluación o en la entrevista? Si te quedaste en la etapa inicial, probablemente hubo muchos aspirantes y, quizá, algunos con más experiencia que tú, esto no debe desanimarte. Siempre habrá quién tenga más trayectoria que nosotros, no por ello más capacidad, no desistas, y continúa preparándote e investigando por tu cuenta, asistiendo a coloquios o buscando publicar. Por otro lado, si te quedaste en la primera etapa o en la entrega del protocolo, revisa quiénes si fueron aceptados, en el afán de ver qué tipo de investigaciones interesaron más al posgrado y por qué, no te olvides de que alguien lo revise antes de entregarlo. Si te quedaste en la etapa de la entrevista, es necesario que retomes lo que anotaste durante la misma, cuáles fueron las preguntas, recomendaciones o sugerencias a tu proyecto y trayectoria.
Pasado el tiempo retoma todos los pasos anteriores, decide si quieres volver a intentarlo en esa institución, colegas míos han pasado por dos procesos de selección en la misma universidad antes de ser aceptados, o si prefieres dirigirlo hacia otro posgrado. No desistas, son muchos los factores que juegan tras bambalinas también y que no dependen de nosotros, por ejemplo; que los asesores se encuentren saturados con alumnos pendientes a titularse, profesores de sabático, que los intereses del posgrado sean otros en cuanto a las líneas de investigación o enfoques, recorte de presupuesto, etc. No desistir es la clave, y seguirse preparando mientras tanto también. Estudia idiomas, publica, asiste a coloquios, checa cursos en línea, consulta constantemente las convocatorias y vuélvelo a intentar.


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sábado, 28 de julio de 2018

Escuela de los Annales: Parte 2


Por: Rebecca Grafía

La primera generación de Annales, cuyo liderazgo y promoción estuvo a cargo de Febvre y Bloch, pugnó por una historia económica y social, influenciada por planteamientos geográficos y económicos que sugerían tiempos más largos. Ambos escribieron grandes obras bajo dos aspectos, Febvre sobre el siglo XVI y Bloch sobre el mundo medieval. En lo que respecta al mundo económico esta historia alcanzaría su climax con la historia cuantitativa o serial de la segunda generación de Annales, dirigida por el “hijo de Febvre”: Fernand Braudel. En cuanto a lo social la obra de ambos historiadores preconiza la historia de las mentalidades, misma que será ampliamente tratada en la década de los setenta por los historiadores de la “tercera” generación de la “escuela”.[1]
En esta transición tenemos la publicación de “Combates por la historia” (1953) de Febvre en el que se expresan los objetivos de los fundadores de Annales. En primer lugar, el rechazo a una historia política y diplomática, con una propuesta de ampliar la historia hacia la naturaleza, la demografía, la población y las costumbres, ello llevaba a ampliar la noción de fuentes, más allá de documentos escritos. En segundo lugar, un rechazo a la pasividad del historiador frente al conocimiento (es importante recordar que el historiador positivista no aparecía en sus libros), proponían en cambio un historiador activo, que cuestionara los documentos. Esto lleva a la sugerencia de un rechazo al dato como algo dado. Por último, un rechazo a toda teorización: las ideas del historiador se extraen de la misma historia, eso indica una postura empirista todavía.[2]
Fernand Braudel abrió el camino para la historia cuantitativa de las décadas de 1960 y 1970. En los 60’ hubo una fascinación generalizada en las ciencias sociales por la cuantificación, la cual afectó también a Annales, quienes aspiraban a ser científicos, se hablaba entonces de las universidades o instituciones como “laboratorios” y de la historia como una “ciencia”, “social si se quiere, pero ciencia al fin y al cabo que, como repetían, debía operar cuantitativamente si quería ser científica”.[3] Quizá el estudio cuantitativo más ambicioso de la década de 1960 sea Les paysans de Languedoc (1966) de Le Roy Ladurie. Se trataba de una “historia sin gente”, un análisis estadístico sobre la interrelación entre largos ciclos de crecimiento poblacional y los precios de la alimentación, basado en supuestos malthusianos. Se publicó el mismo año que su historia del clima desde el año 1000, la que fue reconstruida en parte por la evidencia material dura proporcionada por el examen de los anillos de los árboles.[4] Se encuentra también Philippe Ariès con sus obras L’Enfant et la vie familiale sous l’Ancien Regime (1960) y L’homme devant la mort (1977), explorando la historia de las mentalidades en la edad moderna temprana, utilizando fuentes literarias y artísticas. Así, una historia de las mentalidades fue impulsada por los historiadores de la tercera generación de Annales, principalmente por Robert Mandrou, Jacques Le Goff y George Duby, quienes exploraron las actitudes del pueblo en un contexto social y económico. Mientras Mandrou se ocupó de la brujería en la mentalidad capitalista temprana de los Fuggers, Le Goff y Duby se ocuparon de amplios segmentos de la vida religiosa, comercial y militar medieval. Siendo el arte y la literatura fuentes importantes para la reconstrucción del pasado, como lo habían sido para Bloch.[5]
La computación fue otro elemento que transformó el estudio de las mentalidades. Pierre Chaunu y Michel Vovelle, procedieron a partir del supuesto de que la reconstrucción de las mentalidades era posible sólo sobre la base del análisis de enormes cantidades de datos extraídos de documentos como los testamentos, que arrojaban información sobre las perspectivas en torno a la muerte y la religión.[6] Si bien la influencia de la cuantificación fue muy importante, lo fue también el enfoque antropológico que fue proyectada en una historia preocupada por la conciencia, abierta a los aspectos existenciales y las experiencias de vida. Al mismo tiempo, tenemos que la demografía y la economía fueron complementadas por la semiótica y la psicología. “La presión por una historia de las experiencias existenciales de seres humanos concretos, como también un actitud crítica respecto de una historia científico –social que se concentraba en estructuras y procesos, encontró expresión en el descubrimiento, por parte de los historiadores de los Annales, de la historia de la vida cotidiana.”[7]
Montaillou (1975), obra de Le Roy Ladurie, estuvo basada en el testimonio de los campesinos de una aldea del sur de Francia a principios del siglo XIV, quienes fueron investigados por la Inquisición por sospechas de herejía. El autor se esforzó por reconstruir los detalles más íntimos y personales de la gente común. La tercera generación heredó a la siguiente el entusiasmo por la historia social cuantitativa dura y después por la antropología histórica de Ladurie. Así, abrió paso a la cuarta generación, que incluyó a Jacques Revel, André Burgière y Bernand Lepetit. Contrario a las generaciones anteriores que tenían una orientación específica, esta generación se caracterizó por la variedad de direcciones que tomaron. “Una señal de este cambio fue el reemplazo del título de la revista en 1994, en donde el antiguo subtítulo, Economies. Sociétés. Civilisation, pasó a llamarse Histoire, Sciences Sociales.”[8] Persistió, sin embargo, la preferencia por estudiar las sociedades premodernas más simples utilizando los métodos etnológicos, rechazando la historia política o el estudio de sociedades posindustriales. Una de las críticas frecuentes a Annales fue precisamente que no se enfocó en los tiempos modernos, destacan algunas obras sobre la sociedad del siglo XIX, así como algunos ensayos sobre fascismo y bolchevismo, pero sorprendentemente no del nazismo.[9]
Un distintivo en los escritos de Annales sobre el mundo moderno y contemporáneo es su enfoque en la cultura y en los símbolos para hacer comprensibles las tradiciones políticas modernas, como es el caso de los tomos de Les Lieux des mémoires (Los lugares de la memoria, 1984 -1986), obra coordinada por Pierre Nora, un esfuerzo colaborativo que versa sobre los símbolos, monumentos y altares que forman la conciencia nacional francesa moderna.[10]
La influencia de Annales llegó a países socialistas como la URSS y Polonia, donde los historiadores entendieron que Annales ofrecían un mejor acceso a la cultura material y a la vida cotidiana de la gente común del que proporcionaba el marxismo dogmático.[11] Si bien la complejidad y pluralismo de sus enfoques también dieron lugar a contradicciones en la práctica, su legado en la disciplina histórica es innegable. La historia que propone Annales es una historia totalizadora y globalizante que aborda una interdependencia de los fenómenos y que hace consciente la correlación entre el presente y el pasado. Tal vez esto último, que ahora nos resulta muy evidente, fue la más grande aportación de Bloch y Febvre.[12] Curiosamente el interés por Annales se acrecentó después de 1970, cuando los supuestos básicos de la historia científico –social comenzaron a ser cuestionados.[13]



















Bibliografía
Norma Durán (compiladora), Historiografía general, México, UIA, 1996.

Georg G. Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno, México, FCE, 2012. (Véase con especial atención introducción y capítulos 1-5).



[1] Norma Durán (compiladora), Historiografía general. Antologías universitarias, México, UIA, Departamento de historia, 1996, p. 199.
[2] Idem.
[3] George G. Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno, México, FCE, 2012, p.100.
[4] Ibidem., pp. 100 -101.
[5] Ibidem., pp. 101 -102.
[6] Ibidem., p. 102.
[7] Ibidem., p. 103.
[8] Ibidem., p. 103.
[9] Ibidem., p. 104.
[10] Ibidem., p. 105.
[11] Ibidem., p. 106.
[12] Norma Durán, Op. Cit., p. 199.
[13] Iggers, Op. Cit., p. 107.

viernes, 27 de julio de 2018

Escuela de los Annales: Parte 1


Por: Rebecca Grafía

A finales del siglo XIX ya había una inquietud por ampliar los horizontes de los estudios históricos. Se pensaba que la historia debía expandirse y dar mayor espacio al papel de la sociedad, la economía y la cultura. Sin embargo, en ningún momento se cuestionaron las premisas básicas de la historiografía anterior: que la historia debía ser una disciplina profesional y que la historia debía concebirse a sí misma como una ciencia. Iggers llama “la crisis del historicismo clásico”, al surgimiento de diversas propuestas que buscaban mejorar la cientificidad del método histórico como la historia económica y social en Alemania, la sociología, las variedades de la historia científico –social en EE. UU., y la Escuela de los Annales en Francia.
En general, hubo una exigencia por democratizar la historia, que encontró resistencia en Alemania en contraste a Estados Unidos donde los “Nuevos historiadores”, que también se autodenominaban “Historiadores progresistas” y se identificaban con los objetivos de la “era progresista” de comienzos del siglo XX, se abocaron a redactar una historia para la sociedad democrática moderna.”[1]
Estos “nuevos historiadores” continuaron siendo fieles a los supuestos de una escritura científica que requería una rigurosa evaluación y examen crítico de las fuentes. Los estudios continuaron recibiendo un entrenamiento en técnicas de investigación muy similar al de los historiadores de otras generaciones.[2] En muchos sentidos, su concepción del ethos del historiador permanecía siendo la misma, y compartían iguales supuestos acerca del transcurso de la historia. Firmemente convencidos respecto a las cualidades de la civilización moderna, veían además a la historia como un proceso unívoco, que al margen de si apoyaban o no explícitamente una teoría del progreso, apuntaba hacia una dirección ascendente.
La Escuela de los Annales, es conocida así por el grupo de historiadores que se congregó en torno a la revista Annales. Se interesaron por realizar un estudio científico aunque fueron concientizando los límites de tal enfoque. Ofrecieron además un concepto muy diferente de tiempo histórico al que sostenían la mayoría de los historiadores en los siglos XIX y XX, pues reconocieron la multiplicidad de niveles que hay en el tiempo.[3] Los historiadores de Annales insistieron en que no representaban una “escuela”, esta denominación vendría después, se identificaron con una actitud caracterizada por la apertura hacia los nuevos métodos y enfoques en la investigación histórica.[4] A pesar de insistir en que no se trata de una escuela, desde fines de la Segunda Guerra Mundial los Annales tuvieron una firme base institucional, y a pesar de los matices, hubo continuidades en el lenguaje y conceptos utilizados por sus fundadores Marc Bloch y Lucien Febvre.
Bloch y Febvre, estudiaron en Leipzing y Berlín entre 1908 y 1909, así que estaban familiarizados con la herencia historicista así como la historia social y económica que se gestó en Alemania. Aun así los intereses de Febvre reflejaron un entrenamiento diferente, al de la mayoría de los historiadores germanos, pues su interés estaba en los lazos cercanos entre las estructuras sociales, económicas y políticas, así como patrones de pensamiento y conducta en una región geográfica y cultural específica. Esto era poco común entonces, la mayoría de los catedráticos alemanes se especializaban en filología, teología o filosofía, sólo unos pocos en economía y geografía. En Francia, en cambio, la geografía era parte integral de la formación y del examen requerido para la carrera universitaria. “La géographie humaine de Vidal de la Blache, que evitaba el determinismo geográfico, a diferencia de su contemporáneo Friedrich Ratzel en Alemania, influyó profundamente en toda la tradición de los historiadores de los Annales desde Febvre en adelante.”[5]
Otra influencia profunda fue la sociología de Durkheim, especialmente cuando se hablaba de “conciencia colectiva”, que para el sociólogo era el tema central de la ciencia de la sociedad, para la cual las normas, las costumbres y la religión eran elementos muy importantes. “La aceptación de estos enfoques de estudio reflejaban las cercanas relaciones entre la geografía, la economía y la antropología en la historiografía francesa, en contraste con el énfasis en el Estado, la administración y la jurisprudencia en la tradición alemana que incluía a Max Weber”.[6]
Los pilares intelectuales de los Annales fueron establecidos por Febvre y Bloch mucho antes de que fundaran la revista. Los libros de Febvre, Phillipe et la Franche –Comté (1911) y Martín Lutero: un destino y el de Marc Bloch, Los reyes taumaturgos (1924) sobre las artes mágicas de la curación de los reyes franceses e ingleses en la edad Media aparecieron con anterioridad a la aparición de la revista en 1929. Es importante mencionar que no formularon una teoría de la historia o de la historiografía, ni siquiera en Apología para la historia o El oficio del historiador de Marc Bloch. “El propósito de los Annales, como explicaron Bloch y Febvre en la introducción del primer número de la revista, era proporcionar un foro para las nuevas tendencias y los nuevos enfoques.”[7] Tampoco formularon una filosofía de la historia, para ellos lo importante era la investigación, más que la reflexión teórica, aunque claro parten de algunos preceptos teóricos como podemos ver en sus obras. Por otra parte, tampoco hubo un denominador político, aunque la mayoría eran patriotas franceses y republicanos. Sin embargo, hubo un compromiso político de parte de los fundadores de Annales si recordamos que Marc Bloc, de descendencia judía fue torturado y asesinado por los alemanes en 1944 por formar parte de la resistencia francesa.
Antes de ser llamados en París en 1933 y 1936, Febvre y Bloch trabajaron en la Universidad de Estrasburgo, desde donde se enfrentaron con Charles Seignobos[8] y con los historiadores políticos tradicionales de La Sorbonne. Lo cierto es que Annales tuvo un lugar marginal en la disciplina durante la década de los 30’, pasarían a ser centrales luego de la Segunda Guerra Mundial cuando aflora un interés por la historia social y cultural. Y cuando podría decirse que comienza la “segunda crisis del historicismo”.
La primera generación de Annales, conformada arrojó obras como: Febvre; Philippe II et la Franche Comté (1911) El problema de la incredulidad en el siglo XVI: la religión de Rabelais (1947); Bloch, Los reyes taumaturgos (1924) y La sociedad feudal (1939 -1940). La segunda generación podríamos ubicarla todavía con Febvre, Combates por la historia (1953) y Fernand Braudel, con su obra El mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II (1949), así como las primeras obras de Le Roy Ladurie. En dónde todavía hay una preocupación por la cientificidad de la historia, aunque hay una mayor preocupación por la diversidad de fuentes y la multiplicidad del tiempo como lo vemos con Braudel y su longue dureé.
Los historiadores de Annales introdujeron un concepto nuevo de tiempo histórico. “Sus estudios, incluyendo los de Febvre, Philippe II et la Franche Comté y El problema de la incredulidad en el siglo XVI: la religión de Rabelais; de Bloch, La sociedad feudal; el libro de Braudel sobre el Mediterráneo, y de Ladurie, Montaillou, se preocupaban de estudiar una cultura o una época como parte del curso de la historia, más que relatar un proceso de cambio a través de eras sucesivas.”[9] En lugar de ver un tiempo histórico, vieron una pluralidad de tiempos que coexisten, no sólo entre diferentes civilizaciones sino que también dentro de cada civilización. Esta idea fue claramente desarrollada por Braudel en su Mediterráneo el distingue tres tiempos diferentes: el tiempo casi estacionario del Mediterráneo como un espacio geográfico (longue durée), el tiempo de cambios lentos en las estructuras sociales y económicas (conjonctures) y el tiempo veloz de los sucesos políticos (événements).[10] Braudel abrió el camino para la historia cuantitativa de las décadas de 1960 y 1970 sin transformarse él mismo en cuantificador. Abriendo paso a la tercera generación de Annales.
La primera generación de Annales, cuyo liderazgo y promoción estuvo a cargo de Febvre y Bloch, pugnó por una historia económica y social, influenciada por planteamientos geográficos y económicos que sugerían tiempos más largos. Ambos escribieron grandes obras bajo dos aspectos, Febvre sobre el siglo XVI y Bloch sobre el mundo medieval. En lo que respecta al mundo económico esta historia alcanzaría su climax con la historia cuantitativa o serial de la segunda generación de Annales, dirigida por el “hijo de Febvre”: Fernand Braudel. En cuanto a lo social la obra de ambos historiadores preconiza la historia de las mentalidades, misma que será ampliamente tratada en la década de los setenta por los historiadores de la “tercera” generación de la “escuela”.[11]



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Bibliografía
Norma Durán (compiladora), Historiografía general, México, UIA, 1996.

Norma Durán (coordinadora), Epistemología Histórica e Historiografía, México, UAM -Azcapotzalco, Biblioteca de Ciencias Sociales y Humanidades, 2017.

Georg G. Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno, México, FCE, 2012. (Véase con especial atención introducción y capítulos 1-5).


[1] George G. Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno, México, FCE, 2012, p.66.
[2] Ibidem., p. 67.
[3] Ibidem., p. 87.
[4] Idem.
[5] Ibidem., p. 89.
[6] Ibidem. p. 90.
[7] Ibidem., pp. 90 -91.
[8] “El método histórico inaugurado por la escuela alemana, por su iniciador, Barthold Georg Niebuhr, entendió que la historia debía comprenderse como la sucesión causal de los acontecimientos (la historia como un proceso causal eminente). Leopoldo von Ranke, continuador de este pensamiento, consignó en su célebre frase “exponer cómo sucedieron los hechos”, el encadenamiento de la sucesión de “hechos” que darían cuenta, por sí solos, de cómo se habían dado los acontecimientos. Este programa se proclamabra como ciencia de la historia. En Francia la fascinación por esta historia se vio reflejada por el libro de Charles –Victor Langlois y Charles Signobos, “Introducción a los estudios históricos”. Véase Norma Durán R. A., “François Hartog, la historia y el “presentismo” del presente” en Norma Durán R. A. (coordinadora), Epistemología Histórica e Historiografía, México, UAM -Azcapotzalco, Biblioteca de Ciencias Sociales y Humanidades, 2017, p. 263.
[9] Iggers, Op. Cit., p. 95.
[10] Ibidem., p. 96.
[11] Norma Durán (compiladora), Historiografía general. Antologías universitarias, México, UIA, Departamento de historia, 1996, pp. 198 -199.

jueves, 26 de julio de 2018

¿Qué es el historicismo?


Por: Rebecca Grafía

El siglo XIX fue el siglo de la profesionalización de la historia. La nueva disciplina histórica surgió en las universidades alemanas, enfatizando el aspecto erudito de la historia. “Es importante tener en cuenta que la nueva profesión cumplía con ciertas necesidades públicas y ciertos objetivos políticos que hicieron importante comunicar los resultados de la investigación a un público cuya conciencia histórica trataba de moldear, y que recurría a los historiadores para la búsqueda de su propia identidad histórica”.[1] Desde temprano existió una tensión entre el ethos científico de la profesión, que exigía compromiso para evitar los prejuicios y los juicios valóricos, y la función política de la profesión, que daba por sentado cierto orden social.[2]
Para comprender mejor el historicismo debemos pensar en Alemania en 1810 y el prototipo de universidad que se forjó con la Universidad de Berlín. La reorganización de la universidad estuvo a cargo de Guillermo von Humboldt en la época de la reforma luego de la derrota de Prusia por parte de Napoleón entre 1806 y 1807. Reformas similares fueron efectuadas por la Revolución Francesa, pero, a diferencia de Francia, Alemania mantuvo una estructura monárquica, burocrática, militar y aristocrática.
Humboldt renovó la Gymnasia y la universidad con el propósito de proporcionar una formación intelectual y estética completa cuyo centro pasó a ser reconocido como Bildung, y a través del cual “se proporcionarían las bases para una sociedad de ciudadanos informados y participativos.”[3] Es importante aclarar que las reformas hechas a la universidad no buscaron hacerla más “democrática”, por el contrario, se profundizó la brecha entre un “Bürgertum” educado y la población en general.
La nueva universidad era una fusión del “wissenschaft” y el Bildung. “En contraste con las universidades del antiguo régimen, cuya principal función era la enseñanza. La Universidad de Berlín se trasformaría en un centro en el cual la enseñanza estaría basada en la investigación”.[4] Así, recurrieron a Leopoldo von Ranke hacia 1825, quien entonces daba clases en Frankfurt. Ranke había publicado un libro en el que buscaba reconstruir, mediante el examen crítico de los documentos el surgimiento de los Estados modernos, enfocándose en Italia del siglo XV y XVI. Llegó a la conclusión de que la historia sólo podía escribirse con el uso correcto de las fuentes primarias. “El objetivo de Ranke era transformar la historia en una ciencia rigurosa practicada por historiadores entrenados profesionalmente”.[5] Se trataba de pensar la historia tanto como una disciplina científica y como una fuente de cultura, el modelo a seguir por Ranke, era Tucídides, quien había “estado muy cerca del verdadero método histórico”.
El método crítico rechazaba los juicios de valor y las especulaciones metafísicas. Los seminarios fueron implementados por Ranke como un entrenamiento para examinar los documentos críticamente, si bien no eran nuevos, con él pasaron a ser una parte integral de la formación del historiador. Para 1848, la mayoría de las universidades alemanas adoptaron el método rankeano: “El historiador debía abstenerse de juzgar el pasado y limitarse a demostrar cómo ocurrieron las cosas en realidad”. Sin embargo, Ranke rechazó el establecimiento de hechos como tarea esencial del historiador pues reconoce algo infinito, algo eterno que proviene de Dios.
Ranke coincidía con Hegel en que los Estados políticos existentes son resultado del desarrollo histórico constituyendo energías morales o pensamientos divinos, de ahí que cualquier desafío a las instituciones sociales y políticas establecidas por vías revolucionarias o reformas eran una violación al espíritu histórico. “Lo que realmente ocurrió” revelaba para Ranke el orden existente “tal y como Dios lo había creado”. (Recordemos que en este siglo hubo una “racionalización de lo divino”). La historia del mundo moderno demostraba la solidez de las instituciones políticas y sociales, la libertad civil, la propiedad privada, la monarquía y un servicio ilustrado. Vemos una centralidad del Estado en el concepto rankeano, cuando pensó en su “historia universal” él estaba pensando en los Estados modernos europeos, no tomó en cuenta a India o China por ejemplo, por tener tan sólo “historia natural” y no estar en la “verdadera historia”, (Geschichte) al menos no todavía.
Entre 1848 y 1870, la mayoría de los países europeos, EE. UU., Japón, Gran Bretaña y Países Bajos siguieron el modelo alemán de profesionalización de la historia. Surgieron las revistas de divulgación científica y se ampliaron los seminarios. Y para 1884 la Asociación de Historiadores Estadounidenses eligió a Ranke como “Padre fundador de la ciencia histórica”. Debemos recordar que en este momento la profesionalización de la historia estaba ligado a un contexto social y político específico. “No sólo en Alemania sino también en Francia, los estudios históricos se llevaban a cabo en universidades e institutos patrocinados por el Estado. Y a pesar de la libertad académica de la que gozaba el profesorado, el proceso de reclutamiento, en el que el Estado jugaba un papel importante, implicaba un alto nivel de conformidad”.[6]
La postura dominante en Francia y Alemania reflejaba lo diferente de sus culturas políticas. Si bien en ambos países la historiografía apoyaba las posiciones liberales que diferían del conservadurismo de Ranke, en Francia este liberalismo se identificó después de 1871, con una tradición republicana, laica y anticlerical. En Alemania en cambio, luego de la Revolución de 1848, se intentó lograr objetivos sociales y económicos liberales desde dentro de la monarquía semiautocrática. El desarrollo de la profesionalización de la historia, con una exigencia científica, estuvo acompañado por un aumento de la ideologización de las obras históricas. “Los historiadores iban a los archivos en búsqueda de evidencia que les permitiera justificar sus prejuicios nacionalistas y de clase, y así darles un halo de autoridad científica”.[7]
Esta nueva perspectiva histórica sería conocida más tarde como “historicismo” (Historismus). Fue bienvenida como un “progreso” en el ámbito intelectual, más que una teoría de la historia, involucraba una filosofía completa de vida pues pretendía una combinación ente el concepto de ciencia, especialmente ciencias humanas o culturales, y un concepto de lo social y político. Pero también creía firmemente que la historia revelaba un significado, y que el significado se revelaba a sí mismo en la historia. Visto así, la historia era el único vehículo para estudiar los asuntos humanos. Más tarde, el “historicismo” sería denunciado por autores como Ernst Troeltsh y Friedrich Meinecke, usando el término para identificar la visión dominante que se gestó no sólo en los medios académicos, sino en el Bürgertum (clases altas o burguesas). Esta visión puede entenderse en el contexto alemán, pero la cuestión es que quienes adoptaron el modelo alemán de hacer y pensar la historia no reflexionaron mucho en las implicaciones filosóficas o políticas que conllevaba.
Después de Ranke el enfoque de los historiadores se restringió aún más a las naciones y su vida política, los historiadores iban obligadamente al archivo desdeñando información económica o social. Pocas fueron las mujeres historiadoras en ese momento. Para comienzos del siglo XX se hablaba ya de una “crisis del historicismo”. Ernst Troeltsch opinaba que los estudios históricos demostraban la relatividad de todos los valores y revelaban la falta de sentido de existencia.
El programa de historia en Alemania estableció su objeto de estudio y su metodología. Se planteó que la historia se hacía con documentos y que estos “contenían el pasado”. Como ya vimos, se desarrolló una metodología para extraer empíricamente de ellos la verdad. Contemporánea al surgimiento de los Estados nación, se pensaba en los mismos como “el punto culminante del proceso histórico de la humanidad, lo que hizo que se pensara que toda la comunidad humana respetable debía conformarse como tal; las naciones más avanzadas lo hacían como Estados Unidos y Francia”.[8] “El fundamentar la historia científica en el método, llevó a los historiadores del siglo XIX a borrar la subjetividad de las sociedades, no se tomó en cuenta su lugar de producción –lugar social- desde el que se elaboró ese sentido. Esto hizo que tuvieran una concepción del tiempo muy ingenua: se lo representaron como una simple sucesión, como tiempo exclusivamente lineal, por eso lo pudieron objetivar.”[9]
Antes del siglo XIX las formas de escribir historia eran de manera anticuaria y erudita, o bien en su vertiente más literaria. La Revolución Francesa vino a romper con la tradición de Historia Magistra Vitae, puesto que esta no se había podido prever. Se llegó a la conclusión de que el pasado no enseñaba nada, y se dio una relación con el tiempo que acentuaba la proyección hacia el futuro. “Mirar desde la nación, con un pasado objetivado y con el paradigma del progreso introyectado como un futuro luminoso para la humanidad, fue el horizonte de expectativas que tenían esos historiadores que fundaron la historia –ciencia. Esta historia se orienta hacia el futuro, siempre el futuro será mejor que el presenta y el pasado como tal, ya no existe ni ilumina nada”.[10]
“La concepción rankeana de la historia supuso muchas detracciones y oposición desde el mismo siglo. Muchos espíritus críticos entendían por historia la comprensión de procesos mucho más amplios, pero éstos no fueron considerados historiadores en su tiempo (Marx).”[11] Sin embargo, aunque Marx y Weber cuestionaban los supuestos idealistas del historicismo clásico alemán, junto a sus implicaciones para los estudios históricos y las ciencias sociales, ambos mantenían la creencia historicista en que las ciencias sociales debían proceder históricamente, y que la historia, a pesar de las rupturas, constituía un proceso continuo con un alto grado de coherencia.[12]
A finales del siglo XIX ya había una inquietud por ampliar los horizontes de los estudios históricos. Se pensaba que la historia debía expandirse y dar mayor espacio al papel de la sociedad, la economía y la cultura. Sin embargo, en ningún momento se cuestionaron las premisas básicas de la historiografía anterior: que la historia debía ser una disciplina profesional y que la historia debía concebirse a sí misma como una ciencia. Iggers llama “la crisis del historicismo clásico”, al surgimiento de diversas propuestas que buscaban mejorar la cientificidad del método histórico como la historia económica y social en Alemania, la sociología, las variedades de la historia científico –social en EE. UU., y la Escuela de los Annales en Francia.
Sería hasta el siglo XX, luego de la Segunda Guerra Mundial, “en un clima de confrontación política (Guerra Fría) que la reflexión aflorara desde varios ámbitos. En la década de 1960 y en la siguiente surgen obras que rompen con todas las certezas de la Modernidad.”[13] Desde Kuhn hasta Foucault (entre 1959 y 1970) se abre un camino lleno de nuevas preguntas para la investigación histórica. “De 1970 en adelante ocurrirá un resquebrajamiento de los fundamentalismos filosóficos y científicos heredados desde la Ilustración. Con muchas resistencias y dificultades, poco a poco se irá reconociendo el papel que desempeña la ficción escriturística en la historiografía, con lo cual habrá un replanteamiento de las nociones de verdad científica y verdad histórica”.[14]
Lentamente se fraguó una construcción de un concepto autorreflexiva de la historia, en parte heredada por la noción auto –observación del giro lingüístico, o concretamente de la “operación historiográfica” (Certeau). Luego del “giro lingüístico”, “giro historiográfico” o “giro cultural”, como se ha denominado a este punto de quiebre del paradigma historicista –positivista, o segunda crisis del historicismo, la discusión sobre la objetividad quedó subsumida al problema de la escritura como acto comunicativo. “Tal episodio de ese viraje en el conocimiento historiográfico obligó a que el conjunto de anomalías acumulado por la tradición positivista –historicista no pudiera ser ignorado.”[15]







Bibliografía

Norma Durán (compiladora), Historiografía general, Mexico, UIA, 1996.

Norma Durán (coordinadora), Epistemología Histórica e Historiografía, México, UAM -Azcapotzalco, Biblioteca de Ciencias Sociales y Humanidades, 2017.

Georg G. Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno, Mexico, FCE, 2012. (Véase con especial atención introducción y capítulos 1-5).

Luis Gerardo Morales Moreno (compilador) Historia de la historiografía contemporánea (de 1998 a nuestros días), México, Instituto Mora, 2005.



[1] George G. Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno, México, FCE, 2012, p. 49.
[2] Idem.
[3] Ibidem., p. 50. Bildung, es un término que no tiene traducción del alemán y que debe ser entendido en el contexto de la cultura intelectual alemana. Se ha intentado definir como “la perspectiva de aprendizaje como la autorrealización personal a través de la interacción interpretativa de los textos venerados.”
[4] Ibidem., p. 51.
[5] Idem.
[6] Ibidem. p. 56.
[7] Ibidem., p. 57.
[9] Norma Durán (compiladora), Historiografía general. Antologías universitarias, México, UIA, Departamento de historia, 1996, p. 21.
[10] Norma Durán, “François Hartog, la historia y el “presentismo”…, p. 262.
[11] Ibidem., p. 264.
[12] Iggers, Op. Cit., p. 75.
[13] Norma Duran, “François Hartog, la historia y el “presentismo”…, p. 267.
[14] Luis Gerardo Morales Moreno, “Introducción: Replanteamiento de la verdad historiográfica, en Luis Gerardo Morales Moreno (compilador), Historia de la historiografía contemporánea (de 1968 a nuestros días), México, Instituto Mora, Antologías Universitarias, 2005, p. 13.
[15] Ibidem., p. 16.

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