martes, 13 de octubre de 2020

De historiador a historiador

Universidad Veracruzana

Facultad de Historia

EE Didáctica de la historia

Actividad: De historiador a historiador

Modalidad: Charla Virtual

Fecha: 13/10/2020

Entrevista Mtra. Rebeca Mejía López

 

¿Cómo entiende el sentido de la disciplina?

Creo que hoy en día es difícil hablar de un solo sentido de la disciplina. Por un lado, en la disciplina todavía queda una herencia muy fuerte del academicismo y el historicismo que se gestó en el siglo XIX en Europa y que sería replicado en América. Hoy en día hablar de estudiar historia en términos generales con nuestras familias y amigos casi siempre va ligado a cuestionamientos sobre lo laboral. Socialmente se recurre al historiador en fechas conmemorativas o cuando ciertos sucesos políticos exigen ser explicados. Eso dice mucho también sobre cómo es percibida la disciplina histórica “afuera”.

Actualmente las licenciaturas en historia conciben a la disciplina en términos de docencia, divulgación, investigación, archivística, etc. En tiempos actuales se exige que la producción del historiador sea tangible en una o más de las áreas que se mencionan.

Mucho tiempo se pensó que con teorías como el “giro lingüístico” y el análisis del discurso, entre otras, la historia como disciplina había llegado a su fin. Quizá si lo hizo en cierto sentido, pues poco a poco el paradigma historicista y su método, el positivismo, ha sido cuestionado. Hay otras corrientes de investigación histórica que se han acercado a disciplinas como la antropología y la sociología para dar explicaciones de tipo cultural sobre hechos pasados.

Aun así, siempre queda sin una respuesta concreta cuál es la utilidad de la historia hoy en día. Yo creo que deberíamos preguntar ¿útil para quién? y ¿desde dónde estamos construyendo el sentido de la disciplina histórica?

Particularmente entiendo el sentido de la disciplina como una relación que existe entre presente y pasado que, a diferencia de la memoria que siempre va ligado a la justicia, o el olvido, que suele ser mucho más problemático, se reinventa, se cuestiona sus métodos de análisis y de producción, y de cierta manera se adapta para bien y para mal al contexto que le rodea para sobrevivir.

 

¿Cómo asume su quehacer profesional?

Cuando ingresé a la licenciatura, mi expectativa, como muchos quizá, era ser docente de Bachillerato. Pensé en la investigación tiempo después cuando se nos explicaba sobre el archivo, sobre las líneas de especialización que existen, los posgrados a los que se podía ingresar con beca, etc. Aunado a la pregunta anterior, esto cambio mi sentido personal de que la historia eran solo historias y fechas, y que era mucho más difícil explicarla o dedicarse a ella de manera general, es decir, que era necesario especializarse. Parece una obviedad entre colegas, pero creo que muchos no sabemos esto cuando ingresamos a la licenciatura. Una vez que egresé de la licenciatura, me incorporé a la maestría y estuve dos años dedicada de tiempo completo, luego vinieron las clases en nivel bachillerato, que de nuevo me recordó lo difícil que es explicar la historia, pero ahora fuera de un contexto especializado o entre colegas. Fue cuando comencé a tomarme en serio la divulgación, haciendo breves colaboraciones en radio, televisión y prensa, casi siempre de manera gratuita. Hay una brecha muy grande ahí todavía para los historiadores.

Tiempo después vino el doctorado, y comencé a pensar más que en divulgación histórica, en difusión metodológica e historiográfica entre colegas. Los medios están a nuestro alcance hoy en día, así que decidí que YouTube era una muy buena opción para el proyecto. La respuesta fue muy buena y casi instantánea entre la audiencia, aunque también hubo quienes criticaron que los medios le restaban seriedad y que no se equiparaba al aula, etc. Creo que este año, 2020, viene a poner de nuevo el debate sobre la mesa ente límites y alcances de los medios de comunicación, pero siento que se pierde de vista que todo depende del contenido que se maneje. Si es abundante, general, una reseña, etc.

De manera general podría decirse que he tratado de ejercer mi vida profesional en al menos los tres ejes que se le exige hoy en día al historiador: la docencia, la investigación y la divulgación. Todas están relacionadas, aunque exigen distintas habilidades y tienen diferentes recompensas.

 

¿Cómo interviene? ¿Con qué resultados? ¿Cómo y dónde ha desarrollado principalmente su labor como historiadora?

En cuanto a los espacios donde he intervenido en términos de investigación puedo acotarlos a los posgrados, a conferencias especializadas, a congresos, etc. Es un trabajo muy solitario, entre pares, y los resultados se reflejan a muy largo plazo en publicaciones o colaboraciones.

En el campo de la docencia los resultados fueron entonces muy reveladores de manera personal. Fui afortunada de poder participar en concursos de oposición que no eran tan rígidos como ahora. Por primera vez, especialistas de historia estaban dando clases de historia en niveles de secundaria y preparatoria, a diferencia de otras generaciones que esos espacios eran de abogados y normalistas. De nuevo entra el debate entre conocimiento o didáctica, creo que se necesita un equilibrio.  Cuando se egresa de la licenciatura o posgrados es común que nos expresemos con lenguaje demasiado especializado y debemos ser hábiles para poder realizar el diagnóstico del público con el que vamos a trabajar y los objetivos a alcanzar. En ese sentido, recomendaría los posgrados en enseñanza de la historia, en educación o en didáctica de la historia para quienes se vean en este rubro a largo plazo.

Los resultados de la divulgación han sido en cada momento muy satisfactorios. Poco a poco la dedicación y la constancia van dando cuenta de cierto público. Hay mucho terreno y es imposible que un historiador lo abarque todo. Quizá el gran pero que se pone a la divulgación es que pocas veces es redituable. Yo creo que todo es cuestión de paciencia y de tener visión de que estamos en otro momento en el que la tecnología nos permite hacernos de nuestros propios medios y difundir nuestro mensaje.

 

¿Cómo cree que puede llegar a cambiar el rol o la “función social” del historiador en el mundo postpandemia?

A lo largo de nuestra formación como historiadores se nos insiste mucho en la relación entre pasado –presente. La historia tiene como función explicar el pasado, y ahora, más que nunca, explicar las formas en las que se ha explicado ese pasado. Ahí entra la importancia vital de la historiografía, algo así como la “crítica” a la historia. Cada vez más se insiste en que el historiador debe explicar el presente, o cómo el presente entiende ciertos pasados. Véase por ejemplo la polémica cada vez más fuerte que existe en torno al 12 de octubre. Cierto discurso histórico pero también su método ha caducado, aunque se sigue colando hasta ahora, en la historia oficial o en la historia que nos enseñan. Analizar y explicar el presente es difícil, hay otras disciplinas que lo hacen como la antropología, la sociología, el periodismo, etc. Esta discusión podría remitirnos a si el historiador está más ligado al sentido de la “investigación” de los hechos del pasado o al historiador como una especie de juez entre pasado y presente, que ha sido tratada por historiadores como François Hartog.

En el mundo pospandemia se nos pide reflexionar sobre el pasado geográfico, hablar de migración y fronteras, ambas discusiones relevantes, junto a la historia ambiental, que han cobrado fuerza en los últimos años, y que permiten al historiador desenvolverse en otras áreas también. Viene pensar nuestra historia con la tecnología y con la relación de esta con la pedagogía histórica en todos los niveles. Creo que el aula tradicional es de cierta forma irremplazable en el sentido de la vitalidad de las discusiones presenciales, pero también creo que toca ver y resolver el equipamiento del aula para que tenga todo lo necesario para continuar con la comunicación y divulgación que la pandemia ha traído consigo.

Por último, creo que definitivamente toca pensar el término “globalización”, no sólo como sistema o estructura, sino incluso como periodo histórico, que algunos ven que ha llegado a otro etapa, si no es que de cierto modo a su fin, al menos de la manera en que a conocíamos.

 

Preguntas por parte de los alumnos:

 

¿Qué similitudes políticas y culturales encuentra entre el siglo XIX y ahora?

Historiadores como François Xavier Guerra o Fernando Escalante, han estudiado las herencias políticas y culturales del siglo XIX. Xavier Guerra señala por un lado la pedagogía política que se trazó en las obras de los políticos y escritores decimonónicos en su tarea por “formar al ciudadano”, para construir la nación. Enfatiza además la importancia de la prensa escrita para la circulación de las ideas. Por otro lado, Escalante se enfoca en la moral como parte de las discusiones políticas que existieron a lo largo de los siglos XIX y XX. En su magnífica introducción a su obra Ciudadanos imaginarios, menciona como cierto pesimismo era compartido por la sociedad mexicana del siglo XIX que hacía imposible apreciar cualquier tipo de gobierno. Por el contrario, estaban convencidos de que México lejos estaba de ser una nación civilizada como Europa o EE. UU. Se pensaba también que a la nación había que “rehacerla”, algo así como una urgencia de “regeneración nacional”. Esta conclusión se tiene hoy en día entre nuestros políticos.

Esto por supuesto no era así, y aunque Guerra y Escalante escribieron entre la década de los 80’ y 90’ respectivamente, sus apreciaciones siguen vigentes hoy en día. Los medios de comunicación tienen un papel más que relevante en la opinión pública y en la percepción de nuestra sociedad. También es perceptible el pesimismo, y vaya que siguen habiendo razones para estarlo, pero al mismo tiempo nos predispone a pensar que ningún cambio es posible.

Algo que me gustó mucho de esta pandemia es que nos mostró que “lo civilizado” no existe en ningún lado. O por lo menos, viene a cuestionarlo si nos detenemos a pensar en ejemplos como personas en EE. UU., que se rehúsan al uso del cubrebocas en un contexto de pandemia global, o las marchas que suscitaron en Berlín de parte de sectores que no creen en el Covid y en las cuales se “colaron” sectores fascistas y antivacunas.

 

¿Qué le motivó a hacer su tesis?

En la maestría trabajé al político decimonónico José María Bocanegra, quien nunca se declaró historiador; pero que escribió sus Memorias para que fueran de utilidad a quienes sí se dedicaban a escribir historia. En su obra se mencionaban las lecturas que él y otros hicieron durante sus vidas; los autores que se utilizaban para hablar de términos como política, república, soberanía, etc.

Después en el doctorado tuve la oportunidad de estudiar la obra de François Hartog, quien precisamente se ha dedicado a investigar los diálogos que se trazan entre antiguos y modernos, lo que me llevó a pensar en revisar las lecturas de varios de los “polígrafos” del siglo XIX como Lucas Alamán, Lorenzo de Zavala, José María Luis Mora, etc., saber qué autores grecolatinos leyeron, cómo conseguían los libros, cómo influyeron las ideas antiguas en sus discursos políticos, qué idea de Antigüedad tenían los políticos en las primeras décadas del México independiente y por qué.

Fue necesario rastrear este proceso de cómo los decimonónicos redescubrieron a los antiguos pero siempre de la mano de los modernos. También en este sentido me propuse detectar qué lecturas modernas estuvieron en sus manos, especialmente aquellas que se dedicaban a la literatura grecolatina o a la historia de Grecia y Roma.

 

¿Cuál ha sido el mayor obstáculo con el que se enfrentó al egresar de la licenciatura para el tema de su especialidad?

Yo creo que el mayor reto fue ponerme al corriente con la “historiografía” del tema; qué se ha dicho sobre él y cómo se ha explicado. Creo que esto es un reto al que todos nos enfrentamos y que puede llegar a ser abrumador, es imposible leerlo todo. Se trata más bien de estudiar para tener un panorama general, la investigación es un proceso largo, conlleva mucha lectura y relectura. Reflexión y momentos de silencio también. Es un proceso que muchas veces se contradice con la manera en que se nos exige producir conocimiento hoy en día, pero lo cierto es que debemos ser modestos en nuestro alcance como historiadores pero al mismo tiempo perseverar en nuestro oficio, ser curiosos es fundamental.

 

¿Cuáles son sus metas como historiadora?

Seguir investigando. Pareciera obvio pero la verdad es que mucho tiempo me aterró no estar a la altura de los “grandes investigadores”, y aunque reconozco que tengo mucho que aprender y pulir todavía en mis habilidades, la verdad es que quiero seguir estudiando los temas que me gustan, con el compromiso de que mis textos sean de calidad y con la esperanza de seguir publicando; pero tampoco quiero que la presión por producir me rebase y desgaste mi gusto por la investigación. Escribir es difícil, corregir y mejorar debe ser una constante. Aprender a ser nuestros propios editores. Aceptar nuestros errores y enmendarlos. Seguir adelante a pesar del pesimismo que, desde mi perspectiva, casi siempre rodea a la profesión histórica. Sortear mi vocación con la vida que no se detiene. Mudanzas, matrimonio, hijos, enfermedades, pérdidas… pareciera que nunca es el momento ideal para investigar, pero me gustaría que a pesar de lo que ocurra a mi alrededor dedicar por lo menos una hora al día a escribir o leer historia. También me encantaría retomar mis proyectos de divulgación, pienso que es importante defender los medios de comunicación y nuestro derecho al internet.

Estar con ustedes me hizo darme cuenta de lo mucho que extraño la docencia y compartir, así que definitivamente sería feliz regresando a las aulas en cualquiera de sus formas.

 




 

Muchas gracias al maestro Ricardo Teodoro Alejandrez la invitación y a todos los alumnos por su participación y su paciencia. 

lunes, 15 de abril de 2019

¿Qué es el Positivismo (histórico)?


Por: Rebecca Grafía

El historiador profesional tiene poco si lo comparamos con el tiempo que se ha escrito historia, la figura de quien escribe historia nos puede remontar a Grecia con Heródoto, pero de ninguna forma se trató de una historia profesional. En el régimen de historicidad moderno tenemos tres características que se complementan pero que también suelen confundirse entre sí. La historia, aspira a convertirse en una disciplina paralela a las ciencias naturales, es decir, siguiendo un método histórico. Por otra parte, el tiempo, pasa a ser protagonista, ya no estamos en él, sino sobre él y podemos manipularlo, se reconoce a la Historia, aparece esa Geschichte. Por último, la categoría que tiene más relevancia en el trinomio temporal pasado, presente y futuro, es el futuro. Todo el presente se proyecta hacia allá, siendo el hombre Moderno el ejemplo mismo que él necesita.
El método histórico se inauguró en la escuela alemana, con Barthold George Niebuhr, quien entendió que la historia debía comprenderse como la sucesión causal de los acontecimientos (la historia como un proceso causal inmanente) Leopoldo Von Ranke, continuador de este pensamiento, consignó en su célebre frase “exponer cómo sucedieron los hechos”, el encadenamiento de la sucesión de hechos que darían cuenta por sí solos, de cómo se habían dado los acontecimientos.[1]
Ranke es el fundador del método histórico positivista, después conocido como historicismo. Este método concreta los anhelos decimonónicos de certeza, realismo, nacionalismo y búsqueda de identidad. Con él la disciplina histórica quedará circunscrita a lo que los historiadores de esta corriente definirán como el método histórico por antonomasia, dejando fuera a muchos escritores que también escribieron historia pero desde otros espacios y puntos de vista. Entre ellos están Marx y Tocqueville, que hicieron una historia económica, pero que no fueron reconocidos como tal en su época debido a que no seguían el “método histórico” y porque pensaban la historia desde planteamientos teóricos –filosóficos. Por ello caían en la categoría de filosofía de la historia que, para los creadores del “método” no era historia.[2]
La concepción del tiempo era de un pasado lineal, irreversible, objetivado y acabado y con un método histórico de carácter empírico, se cosifica el pasado que ahora es observable por el historiador a través de los documentos. El historiador de principios del siglo XIX cosificó también a la sociedad con el positivismo de Augusto Comte, formulando una nueva ciencia: la sociología.[3] Comte afirmaba que del estudio empírico del proceso histórico, en especial de la progresión de diversas ciencias interrelacionadas, se desprendía una ley que denominó de los tres estadios y que rige el desarrollo de la humanidad.[4] El conocimiento verdadero es el conocimiento científico y solamente puede surgir de la confirmación de las hipótesis a través del método científico.
El procedimiento de la historia es partir objetivamente del documento del que se deduce el hecho. El significado se aprehende de lo concreto, esto es, para Ranke, proceder de manera científica. La filosofía al contrario, procede de lo general a lo particular, es a partir de ideas a priori de reglas abstractas que se deducen las verdades particulares. Ranke rechazó el pensamiento filosófico de la historia, es decir, lo negó como conocimiento “científico”, para la historia.[5]
Se redujo la historia exclusivamente a los documentos, Ranke pensaba que así se alcanzaba la objetividad sin planteamientos teóricos previos que afectaran el análisis de los documentos. Se buscaba explicar el cómo habían sucedido las cosas. “La meta y el objetivo de la historia –ciencia será, de aquí en adelante, ir descubriendo paulatinamente la totalidad del pasado de la humanidad. Comienza entonces el realismo que se verá reflejado en las corrientes artísticas, literarias y científicas. En la historia este realismo era la aplicación del método objetivo, es decir, el método experimental de las ciencias empíricas.
La objetividad fue el requisito obligatorio de esta historia científica, alcanzable solo mediante el análisis crítico de las fuentes originales, indagando en los detalles, para así poder realizar ciertas generalizaciones siempre partiendo de los hechos primarios. El tipo de explicación al que se aspiraba era la descripción narrativa del proceso histórico.[6]
Está como antecedente el método crítico filológico iniciado como Georg Niebuhr. El análisis y estudio de los documentos originales, iniciado en el Renacimiento y que continuó hasta el siglo XVIII con disciplinas como la numismática, la diplomacia, la paleografía y la epigrafía. Los historiadores alemanes del siglo XIX aplicarían el método de estas mismas disciplinas directamente en la construcción de la historia.[7]
El método filológico sería perfeccionado por Ranke y sistematizado en 1898 por los historiadores franceses Charles –Victor Langlois y Charles Seignobos en su obra Introducción a los estudios históricos. La historia pasó a tener un lugar especializado para producirse: las universidades. El método de Ranke suponía que el historiador debía enfrentarse a su objeto de estudio, los documentos que contienen los acontecimientos del pasado, sin ideas preconcebidas. Había un estudio filológico de por medio y se cotejaba con otros documentos todo para llegar a un versión “verdadera” de los hechos.
La obsesión por la objetividad llevó a creer que se podía suprimir la subjetividad. Partir, como la ciencia, de una inducción controlada de los hechos particulares llevaría al descubrimiento de historias de estados, luego de naciones y posteriormente la suma de todas ellas darían la historia universal; de tal modo que algún día se llegaría a saber todo el pasado humano. Con Ranke se creó la ilusión de que el pasado develaba “naturalmente”, que brotaba simplemente bajo la mirada erudita del historiador.[8]
La novedad que trajo Ranke radica en el carácter de fabricar una historia nueva. Comenzó a fraguarse una cualidad propiamente moderna con la distinción entre historiografía e investigación histórica. Para 1825 ya se percibía la aparición de la nueva historiografía científico –académica. Posteriormente Ranke llega a la Universidad de Berlín para desarrollar sus enseñanzas. De esta manera, Ranke dio nuevas bases al proyecto iniciado por Vico un siglo antes. El nacimiento y desarrollo de la historia como empresa humana selló el comienzo de lo que se conoce como la era del “historicismo”.[9]
El pasado se convirtió en un objeto estable, finiquitado, observable a partir de sus huellas (documentos, trazas, monumentos) mediante un método controlable y fijo. Con esta concepción del pasado y de ciencia se entiende que la historia se distinguió entre quienes estudiaban “hechos” los historiadores que “hacían historia” (que develaban y descubrían la interrelación causal de los hechos)- y quienes se dedicaban a la historiografía: leer a los historiadores del pasado, a comprender su estilo, su escritura, y, en el mejor de los casos a evidenciar sus errores.[10] Por supuesto, hubo quienes se opusieron a esta forma de hacer historia desde que surgió, pero los cuestionamientos más fuertes vendrían más adelante en el siglo XX.





Bibliografía:
Norma Durán R. A. (coordinadora), Epistemología Histórica e Historiografía, México, UAM -Azcapotzalco, Biblioteca de Ciencias Sociales y Humanidades, 2017.
Norma Durán (compiladora), Historiografía general: antologías universitarias, México, UIA, 1996.
Guillermo Zermeño Padilla, La cultura moderna de la historia. Una aproximación teórica, México, COLMEX, 2002.
Bibliografía complementaria:
François Hartog, Regímenes de historicidad: Presentismo y experiencias de tiempo, México, Universidad Iberoamericana, 2007.


[1] Norma Durán R. A., “François Hartog, la historia y el “presentismo” del presente” en Norma Durán R. A. (coordinadora), Epistemología Histórica e Historiografía, México, UAM -Azcapotzalco, Biblioteca de Ciencias Sociales y Humanidades, 2017, p. 263.
[2] Norma Durán (compiladora), Historiografía general: antologías universitarias, México, UIA, 1996, p. 141.
[3] Norma Durán R. A., “François Hartog, la historia y el “presentismo” del presente” en Norma Durán R. A. (coordinadora), Epistemología Histórica e Historiografía, p. 263.
[5] Norma Durán (compiladora), Historiografía general: antologías universitarias, p. 142.
[6] Ibid.
[7] Ibid.
[8] Ibidem., p. 143.
[9] Guillermo Zermeño Padilla, La cultura moderna de la historia. Una aproximación teórica, México, COLMEX, 2002, pp. 88 -89.
[10] Norma Durán R. A., “François Hartog, la historia y el “presentismo” del presente” en Norma Durán R. A. (coordinadora), Epistemología Histórica e Historiografía, p. 263.

martes, 12 de febrero de 2019

Bookshelf: un recorrido por mi librero (Parte 1)


Por: Rebecca Grafía


  1. F. R. Ankersmit, Historia y tropología, México, FCE, 2004.
  2. Carlos Antonio Aguirre Rojas, Antimanual del mal historiador. O ¿cómo hacer hoy una buena historia crítica?, México, Los libros de Contrahistorias, 2008.
  3. Marc Bloch, La sociedad feudal. Formación de los vínculos de la dependencia, México, UJED Editorial, 2010.
  4. _________, Introducción a la historia, México, Breviarios, 2000.
  5. Lucien Febvre, Combates por la historia, Argentina, Planeta, 2003.
  6. Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, Tomos I y II México, FCE, 2010.
  7. Peter Burke (Ed.), Formas de hacer historia, España, Alianza Editorial, 2001.
  8. Rosa Camelo y Miguel Pastrana Flores (editores), La experiencia historiográfica, VIII Coloquio de Análisis Historiográfico, México, UNAM, 2009.
  9. Dominick LaCapra, Historia en tránsito, México, FCE, 2006.
  10. Roger Chartier, Cultura escrita, literatura e historia, México, FCE, 2000.
  11. Jean Chesneaux, ¿Hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y de los historiadores, México, Editorial Siglo XXI, 1977.
  12. Gordon Childe, Teoría de la historia, México, UJED Editorial, 2009.
  13. L. P. Curtis, Jr. (comp.), El taller del historiador, México, FCE, 1975.
  14. Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, México, FCE, 1987.
  15. Hans –Georg Gadamer, Verdad y método, Tomos I y II España, Ediciones Sígueme, 2004.
  16. Carlo Ginzburg, Miedo, reverencia, terror. Cinco ensayos de iconografía política, México, Los libros de Contrahistorias, 2014.
  17. ____________, El hilo y las huellas. Lo verdadero, lo falso, lo ficticio, México, FCE, 2010.
  18. ____________, Los benandanti. Brujería y cultos agrarios entre los siglos XVI y XVII, México, Universidad de Guadalajara, Editorial Universitaria, 2005.
  19. ____________, El queso y los gusanos, El cosmos según un molinero del siglo XVI, España, Océano, 2008.
  20. VV.AA., Dossier: Historia, Crítica y Poder, Contrahistorias. La otra mirada de Clío, No. 19, México, septiembre 2012 –febrero 2013.
  21. Luis González, Pueblo en vilo, México, SEP, Lecturas Mexicanas, 1984.
  22. Serge Gruzinski, La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI –XVIII, México, FCE, 2003.
  23. ______________, La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a “Blade Runner” (1492-2019), México, FCE, 2016.
  24. Johan Huizinga, El concepto de la historia, México, FCE, 2005.
  25. Keith Jenkins, ¿Por qué la historia?, México, FCE, Breviarios, 2006.
  26. Anna Pagés, Sobre el olvido, España, Herder, 2012.
  27. Zygmunt Bauman, Modernidad líquida, México, FCE, 2003.
  28. Isabela Cosse, Mafalda: historia social y política, México, FCE, 2014.
  29. VV.AA., “Historia y ficción”, ISTOR Revista de historia internacional, Año IX, número 35, invierno 2008.
  30. VV.AA-. “El carácter narrativo del discurso histórico”, Historia y grafía, México, Número 24, 2005.
  31. VV.AA., “La función social de la historia”, Historio y grafía, México, Número 21, 2003.
  32. José Gaos, “Tomo XV. Discurso de filosofía, de antropología e historiografía en el siglo del esplendor en México” de sus Obras completas, México, UNAM, 2009.
  33. Jörn Rüsen, Tiempo en ruptura, México, UAM –Azcapotzalco, 2014.
  34. Eric Kahler, ¿Qué es la historia?, México, FCE, Breviarios, 1966.
  35. George Lefebvre, El nacimiento de la historiografía moderna, México, Ediciones Roca, 1974.
  36. Leonardo Martínez Carrizalez y Teresita Quiroz Ávila (coordinadores), El espacio: presencia y representación, México, UAM –Azcapotzalco, 2009.
  37. Álvaro Matute, La teoría de la historia en México (1940 -1968), FCE, 2015.
  38. Silvia Pappe (coordinadora), La modernidad en el debate de la historiografía alemana, México, UAM –Azcapotzalco, 2004.
  39. Henri Pirenne, Historia de Europa. Desde las invasiones hasta el siglo XVI, México, FCE, 2003.
  40. ___________, Las ciudades de la Edad Media, España, Alianza Editorial, 2007.
  41. Paul Ricoeur, Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, México, FCE, 2010.
  42. __________, La metáfora viva, España, 1980.
  43. __________, Sí mismo como otro, México, Editorial Siglo XXI, 1996.
  44. __________, Tiempo y narración, Tres tomos, México, Editorial Siglo XXI, 1995.
  45. __________, Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido, México, Siglo XXI, 1995.
  46. __________, La memoria, la historia, el olvido, FCE, Argentina, 2008.
  47. Luis Vergara, Paul Ricoeur para historiadores, México, Universidad Iberoamericana, Colección El giro historiográfico, Plaza y Valdés Editores, 2006.
  48. Alain Boyer y Maurice –Ruben Hayoun, La historiografía judía, México, FCE, Breviarios, 2008.
  49. Alfonso Mendiola, Bernal Díaz del Castillo. Verdad romanesca y verdad historiográfica, México, Universidad Iberoamericana, Historia y grafía, 1995.
  50. R. G. Collingwood, Idea de la historia, México, FCE, 2004.
  51. Beatriz Rojas y Ernest Sánchez Santiró (coordinadores), Historiografía española 1975 -2005, México, Instituto Mora, 2008.
  52. Evelia Trejo, Los límites del discurso. Lorenzo de Zavala, su “Ensayo histórico” y la cuestión religiosa en México, 2001.
  53. VV.AA., Historia ¿para qué?, México, Siglo XXI editores, 1980.
  54. Hayden White, Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, México, FCE, 1992.
  55. James C. Scott, Los dominados y el arte de la resistencia, México, Era, 2000.
  56. Pierre Vilar, Iniciación al vocabulario del análisis histórico, España, Crítica, 1999.
  57. Stefan Rinke, Historia de Latinoamérica. Desde las primeras culturas hasta el presente, México, COLMEX, 2016.
  58. Saúl Jerónimo, Danna Levin y Columba González (coordinadores), Horizontes culturales de la historiografía, México, UAM –Azcapotzalco, 2008.
  59. José A. Ronzón León y Saúl Jerónimo Romero (coordinadores), Formatos, géneros y discursos. Memoria del segundo encuentro de historiografía, México. UAM –Azcapotzalco, 2000.
  60. Reinhart Koselleck, historia/Historia, España, Editorial Trotta, 2010.
  61. Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, España, Crítica, 2012.
  62. Sigmund Freud, Introducción al psicoanálisis, México, Editorial Porrúa, Colección “Sepan cuantos…”, 2011.
  63. Norma Durán (compiladora), Historiografía general. Antologías universitarias, México, Universidad Iberoamericana, 1996.
  64. Guillermo Zermeño Padilla, La cultura moderna de la historia. Una aproximación teórica e historiográfica, México, COLMEX, 2002.
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  66. Pirre Vidal –Naquet, El mundo de Homero, México, FCE, 2007.
  67. Luis Gerardo Morales Moreno (compilador), Historia de la historiografía contemporánea (de 1968 a nuestros días), México, Instituto Mora, Antologías universitarias, 2005.
  68. Agnes Heller, Teoría de la historia, México, Editorial Fontamara, 1989.
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  71. Alfonso Mendiola (compilador), Diálogo con historiadores, Ediciones Navarra, 2017.
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  73. Luis Huberto Méndez y Berrueta, José Othon, Quiroz Trejo, María Magdalena Trujano Ruiz, Méxicos híbridos. De cuando México se volvió plural y todos los discursos fueron insuficientes, México, UAM –Azcapotzalco, 2016.
  74. Norma Durán (coordinadora), Estudios culturales. Voces, representaciones y discursos, México, UAM –Azcapotzalco, 2017.
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  76. Arnaldo Momigliano, Ensayos de la historiografía antigua y moderna, México, FCE, 1993.
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  79. Silvia Pappe (coordinadora), Debates recientes en la teoría de la historiografía alemana, México, UAM –Azcapotzalco, 2000.
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  82. George G. Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno, México, FCE, 2012.
  83. Boris Berenzon Gorn (compilador), Historiografía crítica del siglo XX, México, UNAM, 2004.
  84. Evelia Trejo (compiladora), La historiografía del siglo XX en México. Recuentos, perspectivas teóricas y reflexiones, México, UNAM, 2010.
  85. Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, México, FCE, 2012.
  86. VV.AA., “Formas históricas de contar sueños” en Historia y grafía, México, Número 33, 2009.
  87. Norma Durán (compiladora), Epistemología Histórica e Historiografía, México, UAM –Azcapotzalco, 2017.
  88. Debora Dortinsky Alperstein, Danna Levin Rojo, Álvaro Vázquez Mantecón y Zirión Pérez (coordinadores), Variaciones sobre el cine etnográfico. Entre la documentación antropológica y la experimentación estética, México, UNAM/UAM –Azcapotzalco, 2017.
  89. Krzysztof Pomian, L’ordre du temps, Francia, Éditions Gallimard, 1984.
  90. François Hartog, Le XIXe siècle et l'histoire. Le cas Fustel de Coulanges, Francia, Presses Universitaires de France, 1988.
  91. _______________, La chambre de veille, Avec Felipe Brandi et Thomas Hirsch, Paris, Flammarion, 2013.
  92. _______________, De los antiguos a los modernos, de los modernos a los salvajes. Para una historia intelectual de Europa, México, Universidad Iberoamericana, 2015.
  93. _______________, Regímenes de la historia, México, Universidad Iberoamericana, 2007.
  94. _______________, Evidencia de la historia, México, Universidad Iberoamericana, 2011.
  95. Claude Lévi –Strauss, Antropología estructural. Mito, sociedad, humanidades, México, Siglo XXI Editores, 1979.
  96. Norma Durán, Formas de hacer la historia. Historiografía grecolatina y medieval, México, Ediciones Navarra, 2001.
  97. Michel de Certeau, La escritura de la historia, México, Universidad Iberoamericana, 2010.
  98. Michel Foucault, La arqueología del saber, México, Siglo XXI Editores, 2010.
  99. François Hartog, Mémoire d’Ulysse. Récits sur la frontière en Grèce ancienne, Francia, Gallimard, 1996.
  100. Rafael Fontán Barreiro (editor), Diccionario de la mitología mundial, México, Edaf, 1981.






martes, 29 de enero de 2019

Reseña: El 68’ y sus rutas de interpretación. Una historia sobre las historias del movimiento estudiantil mexicano. De Héctor Jiménez Guzmán


Por: Rebecca Grafía

El 68' y sus rutas de interpretación no se trata de una explicación sobre el 68' mexicano, se trata de un recuento historiográfico de los discursos que han interpretado el 68'. El autor se muestra siempre atento al horizonte de enunciación de los discursos, al mismo tiempo fuentes, que conformaron las rutas de comprensión y explicación de este "hecho histórico" que ha sido significado de múltiples formas, todas ellas, al su vez, complementarias. Héctor Jiménez Guzmán es sociólogo e historiador de formación, especialista en movimientos sociales y violencia política en México. Cursó la maestría en historiografía en la Universidad  Autónoma Metropolitana -Azcapotzalco, de la cual se desprendió la tesis "El 68 y sus rutas de interpretación: una crítica historiográfica" (2011) que daría paso a la presente obra. Conocí el trabajo de Héctor Jiménez cuando ingresé al posgrado. Realicé una lectura de su texto y la recuerdo particularmente porque me pareció que el autor realizaba un análisis magistral de las narraciones del 68' en México. El autor mostraba claridad de qué y cómo se quería analizar el 68', al mismo tiempo mostraba que el autor estaba consciente de los límites y alcances de su selección. No se trata de explicar el 68' sino de rastrear cómo se ha narrado, de ahí que conceptos centrales que desarrolla el autor son "relato", "los relatos del 68" y "el gran relato". Aunque por supuesto existe una reflexión de lo que el autor entiende y construye como el "68' mexicano" o "movimiento estudiantil". Una construcción que traza a partir de las fuentes consultadas y el análisis efectuado a todos esos relatos que se configuraron a partir del 68'.
El autor encuentra seis principales rutas de interpretación respecto al 68'. La ubicación de cada una se nutre de un análisis denso de fuentes que incluyen  los más diversos formatos, actores involucrados, apropiaciones, reinterpretaciones y omisiones. Narradas magistralmente cada capítulo es una ruta de interpretación del 68' un "cómo se ha dicho el 68' desde...".
Como consecuencia metodológica el autor se pregunta cómo, cuándo, quienes, con qué objetivos, en que formatos se ha explicado el 68', desde que ocurrió hasta ahora. De ahí se desprenden un total de seis rutas de interpretación sobre el 68'. El autor advierte que las fuentes podrían, sin duda, analizarse y jerarquizarse de modo distinto, pero es justo aquí donde encontramos la parte más original del libro pues el autor, explica cómo construye cada ruta qué información, que rasgos en común comparten las fuentes tales como objetivos, autores, formatos, etc. Consciente siempre de los límites y alcances que tal clasificación supone. Clasificación de una visión que siempre tiene presente el horizonte de enunciación de las mismas pero también un vaivén en esta relación pasado-presente en la que entra en juego la reinterpretación o revisión de los discursos del 68'.
Como decía la estructura del libro se ciñe a explicar las seis rutas de interpretación siguientes:
Los escritos de la conjura; obras que se ciñeron a la inmediatez del movimiento estudiantil y que siguieron los lineamientos del Gobierno mexicano en una interpretación de los hechos apologista y de justificación. Los escritos de la cárcel; son aquellos discursos reivindicativos de los líderes del 68' (o de aquellos que se autonombraron como tal) que pasarían luego a ser la base de lo que el autor ha denominado "el gran relato del 68'", ese relato hegemónico que se instaló en nuestro imaginario a la hora de hablar del 68'. A continuación, los ensayos de la ruptura; aquellos discurso que se desprendieron de la Academia y de las principales instituciones educativas involucradas como la UNAM y el IPN. Las interpretaciones militantes; constituyen la cuarta ruta de interpretación, aquellos discursos del 68' que se nutrieron y constituyeron la reapropiación del 68' en otros movimientos sociales de tinte izquierdista. Las cruzadas contra el mito, es como denomina el autor a todas aquellos discursos de corte revisionista, que cuestionaba principalmente el "gran relato del 68", en su mayoría estos discursos vinieron de los mismos que habían consolidado a este último. La última y más reciente ruta de interpretación corresponde a los inventarios de la violencia; aquellas interpretaciones que se han dado a raíz de la apertura paulatina de documentos oficiales, archivo, conmemoraciones, acciones legales entre otras, que no han dejado de producirse.
Una de las mayores contribuciones del autor es que pone en perspectiva la red de discursos que se han construido alrededor del 68', pues existe un constante diálogo entre la rutas trazadas, todavía con algunas con puntos que resolver y/o profundizar que el autor señala detalladamente a nota de pie de página y en general, en la prosa tan fluida que compone este relato del mosaico interpretativo que existe respecto al movimiento estudiantil en México. El autor deja en manos del lector los pendientes relativos a los resultados que arroja este balance historiográfico. Deja también la reflexión de pensar en las rutas de interpretación que existen para otros fenómenos sociales que se han nombrado ya como hechos históricos, coyunturas o procesos que nos dotan de una identidad histórica. La obra de Héctor Jiménez no se puede dejar pasar porque nos invita a pensar  cómo se ha pensado y narrado el 68'.


Reseña: el 68' y sus rutas de interpretación


martes, 15 de enero de 2019

Tips para terminar tu tesis



Por: Rebecca Grafía

Nos encontramos en un nuevo año y para muchos el arranque del 2019 puede ser el pretexto perfecto para terminar pendientes. Puede que estos sean personales, laborales y, ¿por qué no?, académicos. Independientemente de nuestra disciplina o nivel, la tesis es un tema recurrente a la hora de hablar entre colegas. Basta incluso con observar las redes sociales y ver las numerosas reacciones, comentarios, compartidos y más sobre “memes” que hacen alusión a la ardua tarea que resulta hacer la tesis. Si bien es muestra de que entre científicos sociales podemos tomar el tema con humor, también es cierto que la discusión está lejos de agotarse, especialmente si nos detenemos a preguntarnos seriamente dos cuestiones: ¿qué es una tesis? Y, ¿por qué puede ser tan tardado el elaborar una?
Desde mi experiencia y con el complemento de algunas lecturas y un sinnúmero de conversaciones con grandes amigos y maestros. Puedo decir que la tesis es más de una cosa. Por un lado, es parte de un trámite académico y burocrático que debemos cumplir para avalar nuestros estudios, esto si lo pensaste como vía de titulación principal, ya que actualmente las instituciones son más flexibles a la hora de pensar en vías de titulación. Por otra parte, es también un texto, es decir, debemos escribir, lo que se traduce en leer, redactar y corregir muchísimo. Y por último, se trata de una hechura y muestra de conocimiento. Lo que lleva a pensar que no se trata de un texto que busque entretener al lector, o hacer una reflexión abierta como un ensayo, sino que se trata de un aporte significativo a las discusiones sobre el tema, con ciertos estándares de forma y fondo de acuerdo al nivel.
Decidí dividir los consejos o tips que puedo compartir para que hacer la tesis sea una tarea mucho más llevadera o bien que nos ayude a desestancarnos en el camino. Porque como veremos más adelante, los factores que trastocan este proceso de escritura tan específica son muy variados y pueden aparecer en distintas etapas.

1.- ¿En qué etapa nos encontramos?
Lo primero que recomendaría es que realizaras un análisis de tu situación académica y emocional. Respecto a lo académico es preguntarte en qué etapa te encuentras. ¿Estás en licenciatura y vas a iniciar tu primer seminario de tesis?, ¿Estás a punto de iniciar un posgrado?, ¿Tienes ya un tiempo que no te has podido titular? De ser así, ¿cuántos años han pasado?, ¿tiene esto implicaciones burocráticas que puedan atrasarte aún más?
Es importante detectar en qué etapa nos encontramos porque eso permite realizar algunas acciones que prevengan nuestro atraso. Por ejemplo, si estás iniciando tu proceso de tesis, sea licenciatura, maestría o doctorado, procura conocer a tu asesor. Averigua sus líneas de investigación, las tesis que dirigido, lee sus publicaciones, averigua su forma de trabajar, etc. Todo esto con la finalidad de que tú pienses si te visualizas trabajando con él o ella. Es importante tener armonía con el asesor ya que es quien nos ayuda en este proceso y nos guía en la formulación de un proyecto breve pero significativo, que además debe culminarse a tiempo. En cualquiera de las etapas los asesores generalmente esperan que sea el alumno quien muestre interés, iniciativa y que sea propositivo a la hora de trabajar.
Es relevante tener claridad también sobre los lineamientos que se exigen en términos de “fondo” en cada uno de los niveles. Por ejemplo, en licenciatura se pide que los alumnos demuestren sus habilidades, el manejo de ciertas herramientas de la disciplina, el conocimiento de las discusiones relevantes sobre el tema y área que le interesa pero también que pueda llevar a cabo un argumento coherente, sintético y reflexivo que le permita desarrollar más adelante otras preguntas y vías de explicación que lo llevan a profundizar mucho más en el campo que le interesa.
En la maestría se espera que el alumno conozca las discusiones sobre el campo que le interesa pero que profundice en sus lecturas, que contraponga propuestas, que delimite un tema con el cual pueda ampliar su reflexión. En doctorado se espera que el alumno demuestre con su investigación una aportación significativa a las discusiones, puesto que ya tiene el conocimiento previo para hacerlo y también porque tendrá el tiempo para desarrollarlo, recordemos que en doctorado son dos años de formación y dos años para redactar generalmente.
De igual forma, en todos los niveles se pide que el trabajo sea sintético. Esto en parte por la abundancia de fuentes y autores que puede haber de cualquier tema (especialmente si las pensamos internacionalmente) y si pensamos que estamos sujetos a plazos que cumplir, el abundar en el tema no es una buena opción. Por otra parte, hay que recordar que dedicarse a  la investigación es largo, realmente la formación nunca termina, podemos especializarnos y continuar con temas relacionados a nuestro interés común durante décadas, mantenernos actualizados y abonar en la discusión.
Para terminar con esta categoría, te diré que reflexiones un poco en cómo te encuentras emocionalmente. Casi siempre al inicio de un posgrado o cuando estamos por arrancar la investigación de nuestro tema, especialmente en la recopilación y análisis de fuentes, nos encontramos eufóricos, queremos abarcarlo todo. Por el contrario, pasado el tiempo podemos sentirnos frustrados y/o estancados con nuestro tema. O bien aburridos y completamente desanimados si ya ha pasado mucho tiempo desde que terminó la etapa escolarizada en tu licenciatura o posgrado. No se trata de cambiar nuestras emociones de un día a otro, sino más bien de ser realistas para que esto nos permita pasar a una segunda etapa que sería el diagnóstico del problema.

2.- Detectar el problema
Una pregunta implícita que sugiere el libro Cómo obtener un doctorado es ¿realmente quiero hacer la tesis? Para el nivel licenciatura y si en tu institución se manejan otras opciones para titularte la pregunta sería ¿realmente quiero titularme por tesis?, ¿Tengo tiempo?, ¿Recursos?, ¿Me siento motivado(a) para hacerlo? Para el caso de maestría o doctorado, muchas veces es ya casi durante o al final del proceso que nos damos cuenta de que dedicarnos a la investigación o un grado en el área que elegimos no era lo que realmente queríamos. Lo cual hace que nos alejemos de alternativas que nos permitan realizar lo que sí deseamos. Así que es muy válido que tu pienses en otras opciones o bien que decidas realizar otra cosa. Por otra parte, si estas sujeto a términos de cumplimiento por que estuviste becado y debas cumplir, quizá sea otro el problema.
Al ingresar a un posgrado, podemos llegar a tener dos reacciones. En ocasiones sobreestimamos la maestría o el doctorado, creemos que debemos hacer una gran investigación, llevar a cabo un trabajo que “descubra” algo nuevo o bien que cree un cambio de paradigma, cuando esto no es así. Como ya expliqué antes, menos es más. Se trata de realizar una investigación coherente, detallada pero al mismo tiempo acotada. Lo cual por supuesto es un balance difícil y lleva tiempo, así que es necesario que seas realista ya que en maestría son solo dos años y en doctorado cuatro. Ya habrá mucho tiempo para que puedas profundizar.
También llega a suceder que, por el contrario, subestimamos el posgrado. No entendemos lo que implica la investigación: muchísimo trabajo y tiempo invertido. Puede ser que hayamos pasado mucho tiempo en la “vida real” antes de ingresar a un posgrado, o bien que no queramos dejar nuestros empleos, de ahí que nos cueste más esfuerzo mantener el ritmo y cumplir con el perfil que se espera del investigador. Para el caso de México, CONACyT permite sólo cierto número de horas en caso de que quieras percibir beca y trabajar. Se recomiendo que si no es posible o deseable dejar el trabajo pues que este sea algo que en lo que ya tengamos experiencia y que no involucre mucho esfuerzo intelectual o físico, pues el cansancio no nos permitirá trabajar.  Recuerda que la redacción es la parte más ardua y tardada a la hora de pensar en la tesis, así que si la beca te permite dedicarte de tiempo completo a ello hazlo, ya que pasado el tiempo puede que te veas obligado a ahora sí tomar un trabajo y no tendrás tiempo para redactar. Ahora bien, si no es posible hacer esto, deberás trazarte un horario de redacción de por lo menos seis horas a la semana.
Otro factor que influye muchísimo y que es crucial no solo en el resultado de la tesis si no en nuestra experiencia en el proceso de investigación o nuestro paso por el posgrado es el asesor. Suele pasar también que lejos de ser una guía puede ser que el asesor entorpezca nuestro trabajo, esto sucede cuando los asesores no entienden el perfil que deben cumplir en cuanto a ser una guía para el alumno, que estén saturados de trabajo o bien que sea muy difícil mantener el contacto con él o con ella. Si es posible mediar alguna situación por medio del diálogo y la organización, hazlo. Generalmente los asesores coinciden en esperar que el estudiante sea autónomo, pero esto no quita que el alumno tiene derecho a obtener la guía necesaria durante el proceso. Si no hay un entendimiento y la dinámica está retrasando sobremanera la investigación será mejor pasar a un cambio de asesor.
De manera personal nunca me he visto obligada a esta situación, pero si recomendaría que si vas a hacer este trámite lo hagas a tiempo. Creo que no se debe dejar pasar más de un semestre para el caso de la maestría y un año para el caso del doctorado. De nuevo pensando en que estamos sujetos a tiempos, y además en que viene a ser un trámite que trastoca varias aristas como el comité de titulación, el propio asesor o la coordinación correspondiente al posgrado. Puede ser también que esta decisión genere molestias al profesor o profesora, especialmente porque se perdió tiempo y, además, recordemos que ellos también están sujetos a cumplir ciertos requisitos como docentes –investigadores.
Por último, pero no menos importante, también puede ser que el problema tenga que ver con trámites burocráticos, alguna materia pendiente. O bien, que pasaras por una experiencia personal que vino a desestabilizar tu rutina y proceso de investigación, sea que algún familiar haya fallecido, que alguien de nuestra familia esté enfermo, que nos veamos obligados a aceptar un empleo, etc. De ser así, el diagnóstico deberá ser mucho más personal y minucioso para que puedas pasar a un plan de acción.

3. Trazar un plan de acción
Una vez que hemos realizado nuestro diagnóstico personal y detectado el problema sigue trazar un plan de acción. Primero que nada, debemos considerar las alternativas que tenemos y aprovecharlas. Por ejemplo, muchas instituciones ofrecen cursos de titulación en las que se puede desarrollar tesis o tesinas para los alumnos extemporáneos. A pesar de esto muchos alumnos no lo consideran una opción, piensan que quizá su producto final no tendrá calidad o bien están renuentes a pagar una cuota. En esto último, tenemos que pensar que si nos encontramos en una situación en la que ya ha pasado un tiempo considerable desde que estuvimos en el posgrado o en etapa escolarizada, nosotros ya no somos la prioridad de los profesores. Lo son aquellos alumnos que van a tiempo y por los cuales ellos están brindando un servicio y percibiendo un salario. Así que, en todas las instituciones se te pedirá que pagues este servicio extra de alguna u otra forma. En mi caso no existía esta alternativa, tenía que seguir haciendo entregas a mi asesor a pesar de estar trabajando cumpliendo un tiempo completo en bachillerato, lo cual me dejaba exhausta y con muy poco tiempo para leer, escribir o corregir Sin embargo, durante el tiempo que estuve en esa situación, que fueron casi dos años, tuve que seguir pagando mis cuotas escolares e inscripción para mantener mi calidad de estudiante y poderme titular una vez concluida la tesis.
Desarrolla un plan que te permita establecer metas a corto, mediano y largo plazo. Y retomar el contacto con tu asesor y lectores. Merece la pena detenernos en estos últimos. Una buena opción siempre es que alguien más lea tu trabajo, algún colega o compañero, sean en la etapa que te encuentres. Pero, pensando en los lectores que formarán parte de tu examen profesional, es muy importante que una vez que ingreses al posgrado pienses en quiénes serán tus lectores pues incluso en alguno de los casos puede ser que llegue a sustituir a tu asesor en caso de que las cosas no funcionen como lo esperado. Del mismo modo que con tu asesor, conoce a  tus lectores, investiga sus líneas, publicaciones, etc. Especialmente pensando en lo que podrían sugerirte o pedirte en tu trabajo a fin de evitar futuras discordancias o malentendidos, toma esta decisión en coordinación con tu asesor.
Por último te recomiendo que sintetices tu proyecto, que seas constante y disciplinado con la rutina de trabajo que debas trazar. Toma en cuenta tus actividades, tu horario de trabajo, tu situación personal y destina un tiempo fijo en tu agenda para la redacción de tu tesis. Con un poco de organización y constancia muy pronto verás que concluyes tu trabajo.

Bibliografía sugerida y utilizada:
Estelle M. Phillips y Derek S. Pugh, Como obtener un doctorado. Manual para estudiantes y tutores, España, Editorial Gedisa, 2001.




De historiador a historiador

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