Por: Rebeca Mejía
A lo largo de mi trayectoria
como historiadora escribir ha sido un reto constante. Frente a las diversas
dificultades que se fueron presentando en los distintos niveles de formación,
recurrí a manuales de escritura, tanto para literatura como para científicos
sociales. El que más me ha gustado y al que recurro ahora de nuevo en un
momento en el que estoy empezando de cero con mi tema de investigación, a pesar
de casi tener un año ya en el doctorado, es Manual
de escritura para Científicos Sociales, del sociólogo estadounidense,
heredero de la Escuela de Chicago, Howard Becker. El libro se diferencia de
muchos otros manuales para escribir en las ciencias sociales y las humanidades,
porque es un análisis autocrítico que el autor realiza a sus treinta años de
trayectoria; ilustrando las mañas y vicios de la escritura académica y
científica y de cómo afectan en la formación y percepción de la élite
intelectual, así como en el entendimiento y práctica de la escritura en este
ámbito especializado. Sus críticas a la academia y sus acertadas
recomendaciones para escribir, hacen que este libro continúe vigente. Prueba de
ello son sus constantes reediciones desde su primera versión en 1986 a cargo de
la Universidad de Chicago.
A continuación recorro algunas
de las reflexiones, anécdotas y prácticas que me han ayudado en mi proceso de
escritura. Y de cómo las he resignificado a lo largo del tiempo, precisamente
porque mi proceso de escritura no ha sido el mismo siempre.
1) ¿Cómo escribes?
En los seminarios que
realizaba Becker preguntaba a sus alumnos cómo escribían. Le interesaban las
actividades que realizaban antes, durante y después de escribir. Muchos de
ellos confesaban sus rutinas, más parecidos a rituales o mañas neuróticas, pero
sin las cuales les eran imposible comenzar a escribir. Por ejemplo; tener la
casa limpia, fue una respuesta recurrente entre las mujeres. Cosa que también
hago antes de comenzar a escribir. Pero lo que le interesa a Becker señalar, es
que la fe en esas prácticas de parte de estudiantes y colegas refleja la
angustia de por un lado, tener que escribir bien a la primera, lo cual es una
creencia errónea, pues nadie escribe el producto final que todos conocemos de
un plumazo. Y, por el otro, el temor profundo a la equivocación y el ridículo.
De esto se desprenden los siguientes dos puntos.
2) Entender que la escritura tiene distintos
etapas.
La escritura es un proceso de
distintas fases, y cada etapa requiere distintos estándares de exigencia. No
hay que leer el primer borrador según los parámetros de un texto terminado. Es
importante tener lectores para las distintas etapas de nuestro trabajo.
Es falso que la versión final
que conocemos sea un artículo, ponencia o libro publicado, haya sido la primera
versión del autor. Lo cierto es, que existe (o debería existir) un arduo
proceso de escritura y reescritura. ¿Por qué no se admite o por qué no se habla
de esto? Porque es mal visto, lo cierto es que precisamente por la presión de
autoridad y legitimidad de las disciplinas como prácticas científicas, se
esconde el hecho de que hay habido replanteamientos, y se presenta la
información final como si siempre se hubiera buscado lo que se presenta o como
si no hubiéramos dudado del camino que elegimos para explorar el tema. Kuhn ya
señalaba cómo las revoluciones científicas encubren fallos o giros en sus
planteamientos.
En resumidas cuentas, no hay
una manera preestablecida o correcta de escribir, aunque la creencia sea la
contraria. Es necesario un arduo proceso de reescritura y exploraciones antes
de llegar a un producto final. Becker señala el fuerte recelo que existe hacia
la reescritura y edición, se tiene la idea de que hay que escribir bien a la
primera, lo cual hacia que veamos el primer borrador como un fracaso, cuando lo
cierto es que tiene un papel crucial en el proceso de escritura.
3) El reto de escribir “científicamente”
El autor narra la anécdota de
cómo una asesorada suya le pidió revisar página por página las correcciones que
el sugirió en su tesis. La mayoría de las correcciones fueron oraciones pasivas
eliminadas o cambiadas a oraciones activas, así como el recorte de toda
expresión rimbombante o pretenciosa, pero cuidando de que la idea central así
como los matices no se perdieran. Por ejemplo, donde la alumna había escrito:
“En este capítulo examinaremos el impacto que tiene el dinero, o más
específicamente, los ingresos independientes, sobre la relación entre esposo y
esposa, con particular atención al ámbito de los asuntos financieros…”, Becker
sustituyó por “En este capítulo mostraremos que los ingresos independientes
modifican la manera en que esposo y esposa manejan los asuntos financieros”.
También sustituyó expresiones como “posición unificadora” por “acuerdo” o
“confrontaron el tema” por “hablaron”.[1]
Si bien al final la alumna
admitió que el texto era más claro y que expresaba lo que realmente ella había
querido decir seguía mostrando cierta inconformidad. Y la razón era que lo que
se leía carecía de “clase”, es decir, no parecía que una socióloga lo hubiera
escrito sino alguien cualquiera. No sonaba lo suficientemente profesional o
científico como otros textos o maestros con los que precisamente se había
formado, aunque debía admitir que la mayoría eran productos aburridos,
rimbombantes y pretenciosos que al final no decían mucho. Pero, entonces, ¿por
qué replicamos esta manera de escribir? Aquí el autor explora el problema de la
cientificidad, la autoridad y la legitimidad. Y sin embargo, si se es honesto
frente a la información recolectada, y se sigue un proceso de reescritura y
edición es posible abandonar poco a poco las oraciones pasivas, desarrollar un
estilo propio y mantener un status riguroso. El problema es que nuestras
jerarquías no funcionan de ese modo, generalmente se nos exige escribir primero
así, antes de desarrollar un estilo propio.
Otro problema respecto a la
autoridad, es cuando asumimos una postura teórica para abordar el problema que
queremos analizar antes de hacerlo. Por ejemplo, decir que lo veremos desde el
funcionalismo o el marxismo, y al final encontrarnos conque intentando encajar
la teoría, antes de explorar, esta se contrapone con lo que realmente queremos
decir. Generalmente esto ocurre por temor a la equivocación o por querer estar
del “lado correcto” de un tema. El problema, señala Becker, es la
profesionalización, el anhelo y esfuerzo por formar parte de una élite
académica o intelectual, incide en la resistencia de los estudiantes por
escribir de manera ordinaria, aunque esto quite claridad.
4) El borrador de “plumazo”
Becker aconseja escribir el
primer borrador de un plumazo, sin pensarlo demasiado, a toda velocidad y sin
notas, para descubrir qué nos gustaría decir, qué nos ha llevado a pensar todo
el trabajo de lectura que hemos hecho. Se trata de escribir espontáneamente y
no hacer correcciones de estilo. La edición y corrección será en otra fase del
proceso. Si obedecemos las directivas y escribimos lo que se nos viene a la
cabeza, descubriremos que no tenemos la abrumadora variedad de opciones que
temíamos tener para explorar un tema. Veremos, una vez que hayamos trasladado
nuestras ideas al papel, que en su mayoría son ligeras variaciones de unos
pocos temas. Sabemos lo que queremos decir, y cuando de tengamos las diferentes
versiones delante de los ojos, comprobaremos sin dificultad lo triviales que
son las diferencias. “El mismo truco ayuda a los estudiantes que se estancan a
la hora de elegir el tema de su tesis. Les pido que escriban, en una o dos
oraciones, cien ideas de tesis diferentes. Son pocos los que superan las veinte
o veinticinco sin darse cuenta de que sólo tienen dos otras ideas, que casi
siempre son variaciones de un tema común”.[2]
El primer borrador nos
permitirá identificar que conceptos son necesarios esclarecer. Si comenzamos a
escribir, antes de reunir toda la información necesaria, será más fácil
despejar las ideas y tener claridad en lo que se desea analizar y, por tanto,
en la información que necesitamos.
5) Hacia el segundo borrador
Una vez que tenemos el primer
borrador, es hora de leerlo y de distinguir en él oraciones pasivas o evasivas,
oraciones afirmativas así como ideas que valga la pena desarrollar, aunque
necesiten mayor argumentación. Es un error creer que para comenzar a escribir
se necesita haber recabado y leído toda la información, hay quienes no se
disponen a escribir sino hasta tener a la mano todas sus notas y libros. De ahí
que sea tan importante el primer borrador, porque nos permitirá trazar las
ideas a desarrollar y la información que debemos recabar, para pasar a un
segundo borrador.
Para recomenzar hay que
iniciar con las tareas más sencillas y escribir las partes más fáciles primero.
Es un error de puristas creer que se tienen que comenzar con lo más difícil. jajUna
primera etapa sería ordenar el material a revisar una vez identificadas la idea
central y los temas secundarios que queremos desarrollar. Luego, tomar notas de
lo que hemos leído, lo más claras y personales, pues estas nos ayudarán con el
proceso de fichas. Posteriormente, transcribir las ideas clave de la
información recabada en fichas, no descartar ninguna. Clasificar estas fichas
en temas, ¿qué ideas parecen ir juntas?
Una vez que hayamos armado las
pilas, pon una tarjeta encima de las demás, que sintetice todas las anteriores,
si no se te ocurre alguno, retirar las tarjetas que no corresponden y volverlas
a revisar. ¿Por qué no encajan? ¿Es realmente lo que quiero decir? Se pueden
organizar de manera lineal o en relaciones subordinadas. El ejercicio permite
explorar que hay muchas maneras de explicar lo que queremos decir y reflexionar
cuál elegiremos, pues la organización de la información si afecta en la
explicación de la misma, es necesario más de una exploración para llegar a la
que queremos utilizar, a fin de evitar malinterpretaciones en las etapas
posteriores, aquí debemos comenzar a pensar en nuestros lectores.
6) La escritura: un conjunto de decisiones.
El proceso de escritura se
compone de pensar qué idea quiero expresar, en qué momento, qué palabras usar y
en qué orden, que ejemplos vamos a ofrecer para dejar en claro lo que quiero decir,
etc. Estas preguntas se encuentran en cada fase de la escritura, desde el
primer borrador hasta la versión final. Más adelante hablaremos de cómo se transforman
estas preguntas en la fase de reescritura y edición.
Howard Becker, Manual de escritura para científicos
sociales. Cómo empezar y terminar una tesis, un libro o un artículo, Buenos Aires, Siglo XXI, 2011.
[1]
Howard Becker, Manual de escritura para
científicos sociales. Cómo empezar y terminar una tesis, un libro o un artículo,
México, Siglo XXI, 2011, pp. 47 -48.
[2] Ibidem., p. 78.
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