viernes, 27 de julio de 2018

Escuela de los Annales: Parte 1


Por: Rebecca Grafía

A finales del siglo XIX ya había una inquietud por ampliar los horizontes de los estudios históricos. Se pensaba que la historia debía expandirse y dar mayor espacio al papel de la sociedad, la economía y la cultura. Sin embargo, en ningún momento se cuestionaron las premisas básicas de la historiografía anterior: que la historia debía ser una disciplina profesional y que la historia debía concebirse a sí misma como una ciencia. Iggers llama “la crisis del historicismo clásico”, al surgimiento de diversas propuestas que buscaban mejorar la cientificidad del método histórico como la historia económica y social en Alemania, la sociología, las variedades de la historia científico –social en EE. UU., y la Escuela de los Annales en Francia.
En general, hubo una exigencia por democratizar la historia, que encontró resistencia en Alemania en contraste a Estados Unidos donde los “Nuevos historiadores”, que también se autodenominaban “Historiadores progresistas” y se identificaban con los objetivos de la “era progresista” de comienzos del siglo XX, se abocaron a redactar una historia para la sociedad democrática moderna.”[1]
Estos “nuevos historiadores” continuaron siendo fieles a los supuestos de una escritura científica que requería una rigurosa evaluación y examen crítico de las fuentes. Los estudios continuaron recibiendo un entrenamiento en técnicas de investigación muy similar al de los historiadores de otras generaciones.[2] En muchos sentidos, su concepción del ethos del historiador permanecía siendo la misma, y compartían iguales supuestos acerca del transcurso de la historia. Firmemente convencidos respecto a las cualidades de la civilización moderna, veían además a la historia como un proceso unívoco, que al margen de si apoyaban o no explícitamente una teoría del progreso, apuntaba hacia una dirección ascendente.
La Escuela de los Annales, es conocida así por el grupo de historiadores que se congregó en torno a la revista Annales. Se interesaron por realizar un estudio científico aunque fueron concientizando los límites de tal enfoque. Ofrecieron además un concepto muy diferente de tiempo histórico al que sostenían la mayoría de los historiadores en los siglos XIX y XX, pues reconocieron la multiplicidad de niveles que hay en el tiempo.[3] Los historiadores de Annales insistieron en que no representaban una “escuela”, esta denominación vendría después, se identificaron con una actitud caracterizada por la apertura hacia los nuevos métodos y enfoques en la investigación histórica.[4] A pesar de insistir en que no se trata de una escuela, desde fines de la Segunda Guerra Mundial los Annales tuvieron una firme base institucional, y a pesar de los matices, hubo continuidades en el lenguaje y conceptos utilizados por sus fundadores Marc Bloch y Lucien Febvre.
Bloch y Febvre, estudiaron en Leipzing y Berlín entre 1908 y 1909, así que estaban familiarizados con la herencia historicista así como la historia social y económica que se gestó en Alemania. Aun así los intereses de Febvre reflejaron un entrenamiento diferente, al de la mayoría de los historiadores germanos, pues su interés estaba en los lazos cercanos entre las estructuras sociales, económicas y políticas, así como patrones de pensamiento y conducta en una región geográfica y cultural específica. Esto era poco común entonces, la mayoría de los catedráticos alemanes se especializaban en filología, teología o filosofía, sólo unos pocos en economía y geografía. En Francia, en cambio, la geografía era parte integral de la formación y del examen requerido para la carrera universitaria. “La géographie humaine de Vidal de la Blache, que evitaba el determinismo geográfico, a diferencia de su contemporáneo Friedrich Ratzel en Alemania, influyó profundamente en toda la tradición de los historiadores de los Annales desde Febvre en adelante.”[5]
Otra influencia profunda fue la sociología de Durkheim, especialmente cuando se hablaba de “conciencia colectiva”, que para el sociólogo era el tema central de la ciencia de la sociedad, para la cual las normas, las costumbres y la religión eran elementos muy importantes. “La aceptación de estos enfoques de estudio reflejaban las cercanas relaciones entre la geografía, la economía y la antropología en la historiografía francesa, en contraste con el énfasis en el Estado, la administración y la jurisprudencia en la tradición alemana que incluía a Max Weber”.[6]
Los pilares intelectuales de los Annales fueron establecidos por Febvre y Bloch mucho antes de que fundaran la revista. Los libros de Febvre, Phillipe et la Franche –Comté (1911) y Martín Lutero: un destino y el de Marc Bloch, Los reyes taumaturgos (1924) sobre las artes mágicas de la curación de los reyes franceses e ingleses en la edad Media aparecieron con anterioridad a la aparición de la revista en 1929. Es importante mencionar que no formularon una teoría de la historia o de la historiografía, ni siquiera en Apología para la historia o El oficio del historiador de Marc Bloch. “El propósito de los Annales, como explicaron Bloch y Febvre en la introducción del primer número de la revista, era proporcionar un foro para las nuevas tendencias y los nuevos enfoques.”[7] Tampoco formularon una filosofía de la historia, para ellos lo importante era la investigación, más que la reflexión teórica, aunque claro parten de algunos preceptos teóricos como podemos ver en sus obras. Por otra parte, tampoco hubo un denominador político, aunque la mayoría eran patriotas franceses y republicanos. Sin embargo, hubo un compromiso político de parte de los fundadores de Annales si recordamos que Marc Bloc, de descendencia judía fue torturado y asesinado por los alemanes en 1944 por formar parte de la resistencia francesa.
Antes de ser llamados en París en 1933 y 1936, Febvre y Bloch trabajaron en la Universidad de Estrasburgo, desde donde se enfrentaron con Charles Seignobos[8] y con los historiadores políticos tradicionales de La Sorbonne. Lo cierto es que Annales tuvo un lugar marginal en la disciplina durante la década de los 30’, pasarían a ser centrales luego de la Segunda Guerra Mundial cuando aflora un interés por la historia social y cultural. Y cuando podría decirse que comienza la “segunda crisis del historicismo”.
La primera generación de Annales, conformada arrojó obras como: Febvre; Philippe II et la Franche Comté (1911) El problema de la incredulidad en el siglo XVI: la religión de Rabelais (1947); Bloch, Los reyes taumaturgos (1924) y La sociedad feudal (1939 -1940). La segunda generación podríamos ubicarla todavía con Febvre, Combates por la historia (1953) y Fernand Braudel, con su obra El mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II (1949), así como las primeras obras de Le Roy Ladurie. En dónde todavía hay una preocupación por la cientificidad de la historia, aunque hay una mayor preocupación por la diversidad de fuentes y la multiplicidad del tiempo como lo vemos con Braudel y su longue dureé.
Los historiadores de Annales introdujeron un concepto nuevo de tiempo histórico. “Sus estudios, incluyendo los de Febvre, Philippe II et la Franche Comté y El problema de la incredulidad en el siglo XVI: la religión de Rabelais; de Bloch, La sociedad feudal; el libro de Braudel sobre el Mediterráneo, y de Ladurie, Montaillou, se preocupaban de estudiar una cultura o una época como parte del curso de la historia, más que relatar un proceso de cambio a través de eras sucesivas.”[9] En lugar de ver un tiempo histórico, vieron una pluralidad de tiempos que coexisten, no sólo entre diferentes civilizaciones sino que también dentro de cada civilización. Esta idea fue claramente desarrollada por Braudel en su Mediterráneo el distingue tres tiempos diferentes: el tiempo casi estacionario del Mediterráneo como un espacio geográfico (longue durée), el tiempo de cambios lentos en las estructuras sociales y económicas (conjonctures) y el tiempo veloz de los sucesos políticos (événements).[10] Braudel abrió el camino para la historia cuantitativa de las décadas de 1960 y 1970 sin transformarse él mismo en cuantificador. Abriendo paso a la tercera generación de Annales.
La primera generación de Annales, cuyo liderazgo y promoción estuvo a cargo de Febvre y Bloch, pugnó por una historia económica y social, influenciada por planteamientos geográficos y económicos que sugerían tiempos más largos. Ambos escribieron grandes obras bajo dos aspectos, Febvre sobre el siglo XVI y Bloch sobre el mundo medieval. En lo que respecta al mundo económico esta historia alcanzaría su climax con la historia cuantitativa o serial de la segunda generación de Annales, dirigida por el “hijo de Febvre”: Fernand Braudel. En cuanto a lo social la obra de ambos historiadores preconiza la historia de las mentalidades, misma que será ampliamente tratada en la década de los setenta por los historiadores de la “tercera” generación de la “escuela”.[11]



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Bibliografía
Norma Durán (compiladora), Historiografía general, México, UIA, 1996.

Norma Durán (coordinadora), Epistemología Histórica e Historiografía, México, UAM -Azcapotzalco, Biblioteca de Ciencias Sociales y Humanidades, 2017.

Georg G. Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno, México, FCE, 2012. (Véase con especial atención introducción y capítulos 1-5).


[1] George G. Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno, México, FCE, 2012, p.66.
[2] Ibidem., p. 67.
[3] Ibidem., p. 87.
[4] Idem.
[5] Ibidem., p. 89.
[6] Ibidem. p. 90.
[7] Ibidem., pp. 90 -91.
[8] “El método histórico inaugurado por la escuela alemana, por su iniciador, Barthold Georg Niebuhr, entendió que la historia debía comprenderse como la sucesión causal de los acontecimientos (la historia como un proceso causal eminente). Leopoldo von Ranke, continuador de este pensamiento, consignó en su célebre frase “exponer cómo sucedieron los hechos”, el encadenamiento de la sucesión de “hechos” que darían cuenta, por sí solos, de cómo se habían dado los acontecimientos. Este programa se proclamabra como ciencia de la historia. En Francia la fascinación por esta historia se vio reflejada por el libro de Charles –Victor Langlois y Charles Signobos, “Introducción a los estudios históricos”. Véase Norma Durán R. A., “François Hartog, la historia y el “presentismo” del presente” en Norma Durán R. A. (coordinadora), Epistemología Histórica e Historiografía, México, UAM -Azcapotzalco, Biblioteca de Ciencias Sociales y Humanidades, 2017, p. 263.
[9] Iggers, Op. Cit., p. 95.
[10] Ibidem., p. 96.
[11] Norma Durán (compiladora), Historiografía general. Antologías universitarias, México, UIA, Departamento de historia, 1996, pp. 198 -199.

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