sábado, 28 de julio de 2018

Escuela de los Annales: Parte 2


Por: Rebecca Grafía

La primera generación de Annales, cuyo liderazgo y promoción estuvo a cargo de Febvre y Bloch, pugnó por una historia económica y social, influenciada por planteamientos geográficos y económicos que sugerían tiempos más largos. Ambos escribieron grandes obras bajo dos aspectos, Febvre sobre el siglo XVI y Bloch sobre el mundo medieval. En lo que respecta al mundo económico esta historia alcanzaría su climax con la historia cuantitativa o serial de la segunda generación de Annales, dirigida por el “hijo de Febvre”: Fernand Braudel. En cuanto a lo social la obra de ambos historiadores preconiza la historia de las mentalidades, misma que será ampliamente tratada en la década de los setenta por los historiadores de la “tercera” generación de la “escuela”.[1]
En esta transición tenemos la publicación de “Combates por la historia” (1953) de Febvre en el que se expresan los objetivos de los fundadores de Annales. En primer lugar, el rechazo a una historia política y diplomática, con una propuesta de ampliar la historia hacia la naturaleza, la demografía, la población y las costumbres, ello llevaba a ampliar la noción de fuentes, más allá de documentos escritos. En segundo lugar, un rechazo a la pasividad del historiador frente al conocimiento (es importante recordar que el historiador positivista no aparecía en sus libros), proponían en cambio un historiador activo, que cuestionara los documentos. Esto lleva a la sugerencia de un rechazo al dato como algo dado. Por último, un rechazo a toda teorización: las ideas del historiador se extraen de la misma historia, eso indica una postura empirista todavía.[2]
Fernand Braudel abrió el camino para la historia cuantitativa de las décadas de 1960 y 1970. En los 60’ hubo una fascinación generalizada en las ciencias sociales por la cuantificación, la cual afectó también a Annales, quienes aspiraban a ser científicos, se hablaba entonces de las universidades o instituciones como “laboratorios” y de la historia como una “ciencia”, “social si se quiere, pero ciencia al fin y al cabo que, como repetían, debía operar cuantitativamente si quería ser científica”.[3] Quizá el estudio cuantitativo más ambicioso de la década de 1960 sea Les paysans de Languedoc (1966) de Le Roy Ladurie. Se trataba de una “historia sin gente”, un análisis estadístico sobre la interrelación entre largos ciclos de crecimiento poblacional y los precios de la alimentación, basado en supuestos malthusianos. Se publicó el mismo año que su historia del clima desde el año 1000, la que fue reconstruida en parte por la evidencia material dura proporcionada por el examen de los anillos de los árboles.[4] Se encuentra también Philippe Ariès con sus obras L’Enfant et la vie familiale sous l’Ancien Regime (1960) y L’homme devant la mort (1977), explorando la historia de las mentalidades en la edad moderna temprana, utilizando fuentes literarias y artísticas. Así, una historia de las mentalidades fue impulsada por los historiadores de la tercera generación de Annales, principalmente por Robert Mandrou, Jacques Le Goff y George Duby, quienes exploraron las actitudes del pueblo en un contexto social y económico. Mientras Mandrou se ocupó de la brujería en la mentalidad capitalista temprana de los Fuggers, Le Goff y Duby se ocuparon de amplios segmentos de la vida religiosa, comercial y militar medieval. Siendo el arte y la literatura fuentes importantes para la reconstrucción del pasado, como lo habían sido para Bloch.[5]
La computación fue otro elemento que transformó el estudio de las mentalidades. Pierre Chaunu y Michel Vovelle, procedieron a partir del supuesto de que la reconstrucción de las mentalidades era posible sólo sobre la base del análisis de enormes cantidades de datos extraídos de documentos como los testamentos, que arrojaban información sobre las perspectivas en torno a la muerte y la religión.[6] Si bien la influencia de la cuantificación fue muy importante, lo fue también el enfoque antropológico que fue proyectada en una historia preocupada por la conciencia, abierta a los aspectos existenciales y las experiencias de vida. Al mismo tiempo, tenemos que la demografía y la economía fueron complementadas por la semiótica y la psicología. “La presión por una historia de las experiencias existenciales de seres humanos concretos, como también un actitud crítica respecto de una historia científico –social que se concentraba en estructuras y procesos, encontró expresión en el descubrimiento, por parte de los historiadores de los Annales, de la historia de la vida cotidiana.”[7]
Montaillou (1975), obra de Le Roy Ladurie, estuvo basada en el testimonio de los campesinos de una aldea del sur de Francia a principios del siglo XIV, quienes fueron investigados por la Inquisición por sospechas de herejía. El autor se esforzó por reconstruir los detalles más íntimos y personales de la gente común. La tercera generación heredó a la siguiente el entusiasmo por la historia social cuantitativa dura y después por la antropología histórica de Ladurie. Así, abrió paso a la cuarta generación, que incluyó a Jacques Revel, André Burgière y Bernand Lepetit. Contrario a las generaciones anteriores que tenían una orientación específica, esta generación se caracterizó por la variedad de direcciones que tomaron. “Una señal de este cambio fue el reemplazo del título de la revista en 1994, en donde el antiguo subtítulo, Economies. Sociétés. Civilisation, pasó a llamarse Histoire, Sciences Sociales.”[8] Persistió, sin embargo, la preferencia por estudiar las sociedades premodernas más simples utilizando los métodos etnológicos, rechazando la historia política o el estudio de sociedades posindustriales. Una de las críticas frecuentes a Annales fue precisamente que no se enfocó en los tiempos modernos, destacan algunas obras sobre la sociedad del siglo XIX, así como algunos ensayos sobre fascismo y bolchevismo, pero sorprendentemente no del nazismo.[9]
Un distintivo en los escritos de Annales sobre el mundo moderno y contemporáneo es su enfoque en la cultura y en los símbolos para hacer comprensibles las tradiciones políticas modernas, como es el caso de los tomos de Les Lieux des mémoires (Los lugares de la memoria, 1984 -1986), obra coordinada por Pierre Nora, un esfuerzo colaborativo que versa sobre los símbolos, monumentos y altares que forman la conciencia nacional francesa moderna.[10]
La influencia de Annales llegó a países socialistas como la URSS y Polonia, donde los historiadores entendieron que Annales ofrecían un mejor acceso a la cultura material y a la vida cotidiana de la gente común del que proporcionaba el marxismo dogmático.[11] Si bien la complejidad y pluralismo de sus enfoques también dieron lugar a contradicciones en la práctica, su legado en la disciplina histórica es innegable. La historia que propone Annales es una historia totalizadora y globalizante que aborda una interdependencia de los fenómenos y que hace consciente la correlación entre el presente y el pasado. Tal vez esto último, que ahora nos resulta muy evidente, fue la más grande aportación de Bloch y Febvre.[12] Curiosamente el interés por Annales se acrecentó después de 1970, cuando los supuestos básicos de la historia científico –social comenzaron a ser cuestionados.[13]



















Bibliografía
Norma Durán (compiladora), Historiografía general, México, UIA, 1996.

Georg G. Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno, México, FCE, 2012. (Véase con especial atención introducción y capítulos 1-5).



[1] Norma Durán (compiladora), Historiografía general. Antologías universitarias, México, UIA, Departamento de historia, 1996, p. 199.
[2] Idem.
[3] George G. Iggers, La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno, México, FCE, 2012, p.100.
[4] Ibidem., pp. 100 -101.
[5] Ibidem., pp. 101 -102.
[6] Ibidem., p. 102.
[7] Ibidem., p. 103.
[8] Ibidem., p. 103.
[9] Ibidem., p. 104.
[10] Ibidem., p. 105.
[11] Ibidem., p. 106.
[12] Norma Durán, Op. Cit., p. 199.
[13] Iggers, Op. Cit., p. 107.

1 comentario:

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