Por: Rebecca Grafía
Hablar de la historia de la
vida cotidiana, como forma de hacer historia, implica hablar primero de qué es
la historia cultural. En su libro ¿Qué es
la historia cultural? Peter Burke señala el surgimiento de una historia
cultural “clásica” en el siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, es
decir, una historia cultural que buscó representar una época determinada desde
el “canon” en los ámbitos artísticos, culturales, científicos, filosóficos,
etc. Sería hasta la década de los 60’ que historiadores se interesaran por la
historia cultural de otros estratos sociales. Resaltan aquí los trabajos de
Eric Hobsbawn y Edward Thompson.[1]
Más adelante, con el giro
lingüístico, cultural o antropológico de los 70’ se comenzó a hablar de
“culturas” en lugar de “la cultura”: cultura impresa, cultura cortesana,
cultura de los bárbaros, cultura del miedo, etc. Están los trabajos de Robert
Darnton, Roger Chartier, Rhys Issac, Emmanuel Le Roy Ladurie, Natalia Davis,
Giovanni Levi, Carlo Ginzburg o Hans Medick como muestra de esta nueva forma de
aproximarse a lo cultural y lo cotidiano como realidad y como objeto de
estudio, todos ellos enormemente influenciados por la antropología.
Los debates versaron en torno
al leguaje, el discurso y el poder. Se trataba de reconocer que lo “real” se
compone de significados atribuidos socialmente, y la forma de interiorizarlos
es por medio del lenguaje.[2] Burke ubica cuatro
teóricos que vinieron a consolidar la “teoría cultural”. Mijail Batjin, Norbert
Elías, Michel Foucault, y Pierre Bourdieu. Esto se refiere a ver la cultura
como una construcción, con lo cual Burke señala otros problemas como pensar
quién lleva a cabo esta construcción, con qué constricciones, a partir de qué,
etc.
Pilar Gonzalbo señala que la
historia está hecha por nosotros, los seres humanos. Sin embargo, aunque
comúnmente se esté de acuerdo con dicha afirmación, rara vez se acepta todo lo
que implica pensarlo así. Según la autora, no nos sentimos identificados con
aquellos grandes personajes históricos que hicieron cosas reprobables, desde
nuestro presente al menos, pero si con aquellos que realizaban acciones
cotidianas semejantes a las nuestras. Hablar de Historia de la vida cotidiana implica
pensar primero en qué es lo “cotidiano”. Al igual que la propuesta de la
“teoría cultural” en la que se habla de “culturas” que se asientan lo
cotidiano, se piensa en más de una cotidianeidad, es decir, aquello que es
cotidiano varía de un contexto a otro, de un individuo a otro y de un colectivo
a otro. En palabras de Hernández Rosete, “lo cotidiano es un fenómeno
históricamente condicionado”.[3]
Pilar Gonzalbo también apunta
hacia esto cuando menciona que lo cotidiano se debe leer en distintos niveles
por la diversidad de sujetos, contextos, fuentes, representación e
interpretaciones en las que se ubica.[4] La autora no apunta a que
se debe llegar a una versión exacta que retrate fielmente cómo era lo cotidiano
en otra época, sino preguntarnos por qué se dio esa construcción de
cotidianidad y no otra. Pensar en lo cotidiano implica pensar en aquellos
referentes universales que todos tenemos, como las necesidades básicas a cubrir
o la influencia de la naturaleza en nuestras decisiones de cómo hacerlo. Las
necesidades han cambiado con el tiempo, cambia su manera de satisfacerlas
también. Lo cotidiano se entrecruza también con la personalidad y con la
identidad que se transforman tanto individual como colectivamente.
La historia de la vida
cotidiana se interesa por las necesidades culturales y sus transformaciones de
acuerdo a épocas, lugares y personas. Las costumbres son vistas como parte de
la moral, una moral aprendida. Hay reglamentaciones en todos los niveles de
cómo hacer las cosas y de cómo comunicarlas, la historia de la vida cotidiana
se pregunta qué o quiénes imponen estas reglamentaciones. Lo cual nos lleva,
dice Gonzalbo, a preguntarnos si la historia es una ideología. Para la autora
lo es, de ahí que sea tan importante el dar más de un tipo de lecturas a las
fuentes, preguntarnos de quién viene el discurso, qué me dice de manera
tangencial, es decir, más allá del texto. Una novela o texto publicitario
contienen referentes para pensar los contextos de los autores, del público
receptor, de la moral de su época, etc. Pone el ejemplo de cómo la Iglesia
marcó la pauta de lo cotidiano durante mucho tiempo.
De la historia de la vida
cotidiana podemos obtener repesar nuestro presente, los cambios culturales y distintos
sujetos de la vida cotidiana. Por ejemplo, Gonzalbo menciona la Revolución
Francesa. Podríamos pensar que hombres o mujeres cotidianas no hicieron esta
gran transformación sino las grandes figuras, pero lo cierto es que los grandes
cambios se encierran en lo cotidiano, “en la mujer que no tiene con que
alimentar a sus hijos o en los hombres despojados de sus tierras”.
Bibliografía:
Peter Burke, ¿Qué es la historia cultural?,
Barcelona, Paidós, 2006.
Pilar Gonzalbo, Introducción a la historia de la vida
cotidiana, México, El Colegio de México, 2006.
Daniel Hernández Rosete,
“Cultura y vida cotidiana. Apuntes teóricos sobre la realidad como una
construcción social” en Sociológica, año 15, número 43, pp. 87-102, mayo-agosto
2000
[1] El
primero con “The Jazz Scene” y el segundo con “La formación de la clase
trabajadora en Inglaterra”. Véase Peter Burke, ¿Qué es la historia cultural?, Barcelona, Paidós, 2006.
[2]
Daniel Hernández Rosete, “Cultura y vida cotidiana. Apuntes teóricos sobre la
realidad como una construcción social” en Sociológica,
año 15, número 43, pp. 87-102, mayo-agosto 2000, p. 89.
[3] Ibidem., p. 99.
[4] Pilar
Gonzalbo, Introducción a la historia de
la vida cotidiana, México, El Colegio de México, 2006.
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