Me gustaría comenzar diciendo
que la lectura hecha a la obra de Thomas Kuhn versó en hacerlo dese un punto de
vista “foucoultiano”. Con esto no quiero sonar pretenciosa, sino simplemente me
parece importante explicar desde dónde y por qué estoy leyendo, para luego
justificar mis “conclusiones” que serán más “comentarios finales” de líneas
próximas a desarrollar. Foucault en su Arqueología
del saber primero, y después en El
orden del discurso, nos explica su reflexión sobre lo qué es el discurso,
su operación y sus posibilidades de análisis, así como la relación latente que
existe entre poder y discurso. Entiendo que el discurso no es un ente abstracto
que está “fuera” de nosotros (los seres humanos), por el contrario, dice
Foucault “si el discurso obtiene algún poder es porque nosotros se lo
otorgamos”.
Lo más difícil para mí al
releer y entender la propuesta de Foucault es aceptar que si nos desprendemos
de la idea de que existen esencias, orígenes preestablecidos, significantes
universales o cualquier manifestación ontológica, veremos que lo único que
queda es el lenguaje y su operación en el discurso. No hay providencia
discursiva, y sin embargo, el poder del discurso es innegable. Foucault lo
desentraña de una manera extraordinaria en El
orden del discurso, al hablar de cómo se preserva externa e internamente el
discurso. Por ejemplo, de manera interna en los comentarios de la vida
cotidiana o en aquellos discursos orígenes como los religiosos, los
filosóficos, los literarios y los científicos.
Ya en su Arqueología del saber, Foucault explica las unidades del discurso,
el cómo designamos los nuevos objetos de los que se hablan y las consecuencias
que conlleva en el modo en que observamos y construimos el conocimiento. El
decir que nosotros construimos el conocimiento, cualquiera que este sea, podría
sonar como una obviedad, lo sabemos, sabemos también que necesitamos herramientas
para hacerlo y que después de encontrar las respuestas lo que sigue es
divulgarlas. Sin embargo, este proceso no es tan sencillo. La descripción que
acabamos de hacer podría decirse que es una de primer grado. ¿Qué pasa cuando
cuestionamos esta construcción? ¿Cuándo aceptamos que incluso las herramientas
son construidas y que en efecto se manipula el conocimiento para hacerlo ver
como una continuación ligada al progreso? Foucault dice que si aceptamos el
orden del discurso, eso nos obliga, en primer lugar, a replantearnos nuestra
noción de verdad, lo cual trastoca el aceptar que nada antecede al discurso, no
hay algo o alguien superior o externo que le dé un sentido. Sino que dicho
sentido depende de ciertas comunidades discursivas, situadas en un tiempo y
espacio específicos pero desplazables al mismo tiempo, en las que en realidad
ha habido más rupturas que continuidades ates de hablar de un nuevo objeto de
estudio, de un consenso o de una nueva “verdad”. Porque lo cierto es, que
ciertos discursos pueden perdurar mucho tiempo.
La obra de Kuhn coincide en
varias de las propuestas hechas por Foucault respecto al discurso. Kuhn no está
analizando “el discurso”, se enfoca en “el discurso científico” (un discurso de
tipo origen según Foucault). En especial, le interesa el cómo se acuerda pasar
de un consenso a otro en las comunidades científicas respecto a una anomalía
que puede ser grande o pequeña y que de igual modo puede llevar a cambios
significativos en mayor o menor medida también. Cómo una anomalía pasa a ser un
contraejemplo que lleva a pensar en nuevas herramientas para explicarlo, y de
ahí quizá a un nuevo paradigma que, a su vez puede llevar a una revolución
científica. Si bien estas fases se retroalimentan, se superponen, no significa
que lleven un orden específico o que su duración sea la misma, aunque la
“ciencia normal”, como se refiere Kuhn al discurso científico, lo haga ver así.
En la sección II, “El camino
hacia la ciencia normal”, Kuhn explica que esta es “la investigación basada
firmemente en uno o más logros científicos pasados, logros que una comunidad
científica particular reconoce durante algún tiempo como el fundamento de su
práctica ulterior”.[1]
Kuhn describe algunas de las características que poseen la “ciencia normal” o
lo que podría llamarse también “las comunidades discursivas científicas”. Un
primer atributo es “el compromiso”: Las personas cuya investigación se
fundamenta en paradigmas compartidos se encuentran comprometidas con las mismas
reglas y normas de práctica científica. Dicho compromiso y el aparente consenso
que produce son prerrequisitos de la ciencia normal; esto es, del nacimiento y
prosecución de una tradición investigadora particular”.[2] Lo descrito hasta aquí,
nos recuerda la explicación de Foucault al referirse a los mecanismos internos
de preservación de un discurso, al decir que las comunidades discursivas llegan
a acuerdos que les permiten identificar sus objetos y validar sus discursos.
Sin embargo, contrario a lo que suele pensarse, ambos autores coinciden en que
dicho consenso es en realidad arduo y lleno de rupturas.[3]
Si ni una teoría ni un
paradigma pueden explicarlo todo ni nunca lo harán, ¿cómo es que se da la
aceptación de un paradigma? ¿Cómo se vive ese proceso dentro de la comunidad
científica? Son las preguntas que inquietan a Kuhn y que responde a lo largo de
sus ensayos. Al igual que Foucault, le interesa enormemente explorar el momento
en que ocurre un paradigma.[4] Pero antes de explicar las
particularidades de los cambios de paradigma que llevan a pensarlos más en
términos de discontinuidad, Kuhn expone cómo “la ciencia normal” se percibe a sí
misma y la operación de su “naturaleza”. La motivación es clave para que un
científico prosiga su investigación, la cual se desprende de tres núcleos
fundamentales.
El primero, sobre la
naturaleza de las cosas. El segundo, las que se desprenden sobre predicciones
extraídas de la teoría paradigmática. El tercero, consta de trabajo empírico y
resulta ser el más importante. Los problemas teóricos son puestos “aparte”
junto a los experimentales y observacionales.[5] Aun así, los imprevistos
son adecuados y reformulados para posteriormente convertirse en “conocimiento
más preciso”.
Para Kuhn, la ciencia normal
se trata de “solucionar rompecabezas”, así lo describe en la sección IV. Utiliza
esta metáfora para ilustrar que la elección del rompecabezas a resolver así
como el ensamblaje de sus piezas es un proceso de discusiones y acuerdos más
largo de lo que parece ser. ¿Cuáles son los puntos en común entre un
rompecabezas y la ciencia normal? El establecimiento de retos y solucionar
problemas, para lo cual hay reglas o métodos a seguir. Al mismo tiempo está la
característica del compromiso por una comunidad de resolver el rompecabezas, es
tardado que una comunidad se vea obligada a abandonarlo para construir uno
nuevo. Sin embargo, cuando llega a ocurrir, hay redefiniciones de parte de esa
comunidad en aras de situar esa reconstrucción como heredera directa o parcial
de la anterior.
Pero, ¿por qué y cómo son
aceptados y distribuidos los paradigmas? El paradigma se pone de manifiesto en
textos, en clases y prácticas de una comunidad. Pero esto no quiere decir que
su interpretación sea homogénea. Esto se debe a distintos factores, pero
incluso en una comunidad de ciencia normal, aunque haya un paradigma aceptado
puede variar de una disciplina a otra, lo que se acepta o discute sobre él. En
suma, no es posible una interpretación universal de un paradigma. Un paradigma
se concibe en las reglas que definen las ciencias o comunidades discursivas, en
este caso, científicas. ¿Por qué no puede haber una interpretación universal?
Porque no hay significado
universal, Kuhn se apoya en Wittgenstein para explorar esta afirmación. No es
verdad que tenemos la “intuición” de saber qué es una silla por ejemplo. La
tenemos de acuerdo a cierto contexto y a cierta transmisión. Por otra parte, no
hay leyes en abstracto que se tengan que aprehender, más adelante Kuhn retomará
la idea diciendo que no hay una naturaleza ontológica. Otra razón, es que son
muchísimos los debates que se gestan en el periodo “preparadigmático” es decir,
antes de que se acepte y se reformule o adecúe el nuevo paradigma. Por último,
un cambio de paradigma no siempre llega para todos al mismo tiempo, puede ser
que sólo un cierto grupo se vea afectado y otro no, debido a la formación
disciplinar o la especialización. Así como el nivel de compromiso asumido por
la comunidad respecto a cierto paradigma.
En la VI y VIII parte Kuhn
expone cómo el conocimiento científico podría pensarse como acumulativo pero no
necesariamente unidireccional y progresivo hacia un fin. Parte de una pregunta:
¿cómo se pasa del descubrimiento al hecho científico? Kuhn nos muestra con
ejemplos de “descubrimiento” en la historia científica como la luz o los rayos
X para explicar la gran ambigüedad que prevalece a la hora de hablar de
“descubrir”, poco a poco va apuntando hacia cómo son los científicos quienes
designan sus objetos y descubrimientos. En realidad, existe mucha resistencia
para aceptar una anomalía como contraejemplo, y que de ahí se pase a un
“descubrimiento” o bien a un invento, ya que han sucedido “descubrimientos” por
una persona pero luego es otra u otro grupo de personas que lo nombran y lo
explican pasando a ser formalmente un invento o hecho científico que pueda
cambiar o no un paradigma.
Las crisis son esenciales para
aceptar que se requiere cambiar de herramientas para explicar una anomalía, lo
cual luego lleva a que se pueda dar un cambio de paradigma. Pero rechazar un
paradigma, implica aceptar otro, lo cual se da no sin resistencias, pues es muy
tardado que una anomalía pase a ser un contraejemplo. Además, el paradigma es
lo que justifica el discurso científico, de ahí que se intenten esconder los
errores o que se intente adecuar el cambio de paradigma como una mejoría del
que lo antecede con el compromiso de que el nuevo solucione lo que el anterior
no pudo. Esto se explora en la sección VIII, a partir de aquí comencé a ver que
la noción de paradigma es un discurso que pasa por distintas etapas y
adecuaciones, como un discurso que a la vez justifica o retroalimenta a otro en
este caso al científico.
En efecto, en el capítulo
siguiente, Kuhn explica que un cambio de paradigma habla de la caducidad de
cierto discurso, en donde por supuesto hay de por medio luchas, defensas y
resistencias. Concluye diciendo que el desarrollo científico no es del todo
acumulativo, al menos no de la forma que se piensa, esto es ligado a un raudal
de desarrollo histórico. Aunque, lo cierto es, que muchas teorías son aceptadas
porque se justifican como herederas de las anteriores. Se acepta un nuevo
paradigma y el discurso se reformula.
¿Los cambios de paradigma
necesariamente traen un cambio en la visión del mundo? Es la pregunta explorada
por Kuhn en la siguiente sección, especialmente porque ya vimos que los cambios
de paradigma se dan, no sin debate, pero también, algunos cambios de paradigma
implican aceptar que el anterior estaba mal. Para mostrarlo Kuhn se respalda en
la astronomía. Los cambios de visión, implican cambios en la manera de pensar
cuestiones fundamentales. Aun así esto no quiere decir que todos lleguen a ese
punto, pues un cambio de paradigma no implica que todos lo acepten o lo
interpreten igual. Lo cierto es que no existe una experiencia social fija ni
paradigmas previos. De nuevo aquí, Kuhn nos recuerda a Foucault cuando explica
que no hay prediscursos. En este punto sin embargo, también se diferencia
porque Kuhn enfatiza las continuidades, que se dan precisamente a raíz de las
resistencias que existen al cambio de paradigma.
Estas resistencias llevan a
que se invisibilicen las revoluciones, porque cuando finalmente son aceptadas,
lo son por la convicción acerca de su existencia y naturaleza.[6] Son adecuadas en el
discurso científico para hacerlas ver naturales, como si se llegara a un
conocimiento más preciso que permitirá resolver lo que el paradigma anterior no
pudo pero que aun así dio pie al mejorado. Estas adecuaciones discursivas se
dan en la protección y divulgación del discurso científico. Los libros de
texto, por ejemplo, juegan un papel crucial, incluso el autor les dedica toda
una sección, pues se trata del medio de reescritura de las revoluciones
científicas que las hace ver como acumulativas. Si bien hay continuidades Kuhn
recuerda cómo se han ocultado los errores y discontinuidades, a lo cual se le
suma que la noción y práctica científica no siempre ha sido la misma.
Las revoluciones científicas
traen con ellas la conformación de nuevas tradiciones. Pero estas no deben
pensarse como rápidas sino todo lo contrario. Kuhn insiste en que es a raíz de
las crisis lo que obliga a un cambio de herramientas y, eventualmente, de
paradigma, el cual podrá ser aceptado por unos y aceptado por otros. Hay varias
razones por lo que puede llegar a ser muy tardado que un nuevo paradigma sea
aprobado: la rivalidad de paradigmas, la inconmensurabilidad de los paradigmas,
la dificultad de abandonar un compromiso de un paradigma a otro, especialmente
de parte de los más viejos en las comunidades científicas, pues han invertido
mucho tiempo y trabajo en resolver cuestiones de acuerdo al paradigma anterior,
según el autor, es más fácil para las nuevas generaciones que acepten un
paradigma pues se formarán en él y les será más familiar.
También está el temor de que
un paradigma nos lleve al retroceso, esto ligado a las expectativas trazadas al
nuevo paradigma: que solucione lo que el anterior no pudo. Toda esta idea es
reflexionada por Kuhn en la última sección, en donde nos presenta cómo la
noción de progreso bajo cierta concepción, transformó a la ciencia obligándola
a pensarse y construirse a la par del progreso y la continuidad. De ahí que
algunos paradigmas sean rechazados porque regresan a problemas aparentemente
solucionados por el paradigma vigente. Aceptarlos implica replantear resultados
y sentidos de verdad.
No existe el avance científico
uniforme, incluso lo qué es ciencia está situado en un acuerdo complejo de
cierta comunidad, el cual conlleva más rupturas que continuidades. Incluso el
cómo se seleccionan los problemas que se van a tratar varían de una disciplina
a otra, por ejemplo el científico no los elige porque necesiten una solución
sino porque tiene las herramientas para hacerlo, a diferencia de los
científicos sociales quienes seleccionan sus problemas partiendo de la importancia
social de alcanzar una solución. “¿Cuál de las dos llevará un mejor ritmo?” se
pregunta Kuhn.
Lo cierto es que no hay metas
preestablecidas en la naturaleza para que sean descubiertas por la ciencia.
Pero esto no es fácil de aceptar. Kuhn lo ilustra muy bien explicando la
resistencia que hubo hacia el darwinismo por ejemplo. Explicando que no fue a
raíz de las ideas evolutivas, ideas que se venían discutiendo hacía tiempo sino
porque a diferencia de otros autores, Darwin apelaba a que no había un sentido
preestablecido para que se dieran los cambios evolutivos como un proceso
dirigido a un fin, es decir, no había un designio divino, la supervivencia era
el motor. Pero de ser así, ¿qué habrían de significar “evolución”, “desarrollo”
y “progreso” en ausencia de una meta específica? Para muchas personas tales
términos se mostraron de pronto autocontradictorios.[7] Con lo todo lo anterior nos
recuerda a Foucault respecto al temor que existe de aceptar el discurso.
Es en el epílogo en donde se
encuentran más enfatizados los puntos de coincidencia con Foucault respecto a
cómo el paradigma es el discurso que la ciencia construye, adecua, reformula
para también justificarse como actividad y, a su vez como discurso. Dentro de
esta parte resalta el punto al respecto de “la naturaleza de la ciencia”. En
donde Kuhn defiende su punto de vista respecto a la misma, es decir que no es
acumulativa, el cómo su construye su discurso, cómo designa sus objetos de
estudio, etc. Y por tanto Kuhn deja entrever cómo es la práctica de los
científicos y un trasfondo de “como podría ser” si se aceptaran estas
características. Otra de las críticas que se la hace al autor es que es
relativista, pero me parece que es la única forma que tiene el discurso
científico -acumulativo para desacreditarlo y al mismo tiempo justificar su
continuidad. Ya Foucault señalaba que estas resistencias o temores a acepar
esta “naturaleza” del discurso obligan a replantearse la verdad y las prácticas
de poder que versan alrededor.
Lo que más le sorprende a Kuhn
de la recepción de su libro es cómo sus tesis principales son aplicables
también a muchos otros campos. Le sorprende porque en realidad su método de
enfoque en las discontinuidades y rupturas era algo que ya otros historiadores
en materia de arte, literatura y política habían venido practicando, esto hacia
1969, fecha de redacción del epílogo. En su afán de estudiar la estructura de
la comunidad científica Kuhn terminó “subrayando la necesidad de estudios
similares, especialmente comparativos, sobre comunidades de otros campos”.[8]
Kuhn concluye diciendo que “el
conocimiento científico, como el lenguaje, o es intrínsecamente propiedad común
de un grupo o no es nada. Para entenderlo necesitamos conocer las
características especiales de los grupos que lo crean y lo utilizan”.[9]
[1]
Thomas S. Kuhn, La estructura de las
revoluciones científicas, México, FCE, Breviarios, 2013, p. 114.
[2] Ibidem., p. 115.
[3] Ibidem., p. 121.
[4] Ibidem., p. 128.
[5] Ibidem., pp. 134-142.
[6] Ibidem., p. 291.
[7] Ibidem., p. 342.
[8] Ibidem., p. 396.
[9] Ibidem., p. 397.
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