Por: Rebecca Grafía
En la historia, la
memoria y el olvido.
En la memoria y el
olvido, la vida.
Pero escribir la vida
es otra historia.
Inconclusión
Paul Ricoeur
Primera parte: la relación memoria e historia.
Para este primer apartado pretendo responder la
pregunta: ¿En qué medida, el libro de Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, aporta insumos teóricos para
repensar historiográficamente nuestro presente, nuestra idea sobre la historia
y la memoria? Ricoeur menciona que los grandes fenómenos relativos al pasado
son el mnemónico (memoria) y el histórico (historia), versando entre ellos el
olvido. Cada uno corresponde una sección de su obra.
Una relación de diálogo la que se da entre
memoria, historia y olvido. La selección de diálogo no es casual, pues es parte
del método de explicación/comprensión que el autor utiliza para dar estructura
a su obra, pero también para iluminar las aporías, a la manera de diálogo
platónico, y puntos ciegos de las problemáticas que envuelven esta intrincada
relación.
La primera parte, “De la memoria y de la
reminiscencia” tiene tres ejes de análisis: Memoria e imaginación; en donde se
discute la herencia griega. Desde Platón cuando habla de la memoria como la
representación presente de una cosa ausente hasta la afirmación aristotélica:
“la memoria es del pasado”. Siguiendo con un esbozo fenomenológico de la
memoria, desde un principio se enuncia lo que casi al final de su obra se
retomará: la relación entre ser (en sus múltiples formas) y el tiempo (la
memoria es del pasado), desde una perspectiva que incluye la memoria y el
olvido. Explorando algunos fenómenos de la memoria como el habito -memoria, la
evocación -búsqueda, la memoria -percepción, la memoria -espacio o el recuerdo
lugar, etc. Aquí encontramos el vínculo inseparable entre la problemática del
tiempo y el espacio, en concreto el de su representación. Ese subapartado
cierra con la comparación entre imagen y recuerdo: representación. Siendo
Husserl la guía, aunque cerrando con Sartre al decir que “si recuerdo un
acontecimiento de mi vida pasada, no lo imagino, me acuerdo de él, es decir, no
lo planteo como dado ausente, sino como dado presente en el pasado.”
El segundo eje versa sobre los usos y abusos de
la memoria ejercida. Anteriormente el autor expuso el enfoque cognitivo de la
memoria, en el sentido de búsqueda, explorando además la noción de
reminiscencia e imaginación. Ahora se trata de la memoria desde un punto de
vista pragmático, la memoria como esfuerzo o trabajo. Acordarse es entonces una
memoria ejercida. Apoyándose en Bergson y Freud, Ricoeur revisa las proezas de
la memorización, así como sus usos y abusos: rememoración, memoria -hábito,
memoria aprendizaje, memoria ars memoriae
(retórica, mito fundador, escolásticos hasta llegar al método científico), etc.
Luego vienen los abusos de la memoria natural:
la memoria impedida; en cuanto enfoque patológico, aquí Ricoeur se apoya en las
categorías del psicoanálisis freudiano, se habla del olvido en relación con el
duelo, aunque, y esto lo comentaré mas adelante, no es retomado en la última
parte que versa sobre el olvido. Memoria manipulada (plano práctico); usos y
abusos de la memoria y el olvido, la memoria dirigida abusivamente; memoria obligada,
nivel ético -político, en dónde es importante mencionar que, según Ricoeur, lo
que hay que examinar es la relación del deber de la memoria con la idea de
justicia, esto será retomado para la última sección respecto al perdón, y, en
general, a lo largo del libro, pues todo lo que es memorable, justo, injusto, necesario
de olvidarse, injustificable, imperdonable, etc. está sujeto a una condición
histórica.[1]
El cierre de la sección dedicada a la memoria
viene con la reflexión de la memoria personal y la colectiva. Primero, la
tradición de la memoria desde la mirada interior: Agustín; el carácter privado
de la memoria, “mis recuerdos” “mi pasado” y como orientación temporal, John
Locke, “identify” y “consciusness self” y Husserl, la interioridad de la
memoria y el tiempo. Me apoyaré en algunas de estas consideraciones para la
segunda parte, cuando hablemos de la noción de identidad.
La mirada exterior se vuelva en Halbwachs y su
obra La memoria colectiva, aunque
también se toma en cuenta la obra precedente Los marcos sociales de la memoria. Halbwachs dice “para acordarse,
necesitamos de los otros”. En su obra se habla de las representaciones
colectivas y del pensamiento colectivo, Ricoeur más adelante señala la
separación que existe igualmente en esta obra respecto a memoria histórica y
memoria colectiva pues “memorias hay muchas, pero historia sólo hay una” o la
correspondencia de la memoria histórica con la memoria nación y el monumento
son algunos ejemplos de la idea de historia que manejaba el autor en la
construcción de una determinada noción de memoria.
En resumen, y así termina el apartado de
memoria, son tres los sujetos que pueden atribuirnos recuerdos: el yo “íntimo”,
el colectivo; en las prácticas sociales y serán los “allegados” el punto
intermedio de referencia en el que se realizan intercambios entre la memoria
viva de las personas individuales y la memoria pública.
La segunda parte, “Historia y epistemología” es
la que más me gustó del libro y, me parece la más completa del autor o al menos
me siento más familiarizada pues Ricoeur se apoya en Michel de Certeau para
aproximarse a los problemas epistemológicos que podemos encontrar en la
“operación historiográfica”, en concreto en cada una de sus “fases”[2] y su relación con la
memoria y el olvido, aunque es precisamente en el plano epistemológico donde “la
autonomía de la historia respecto a la memoria se afirma con más fuerza”.[3] La primera fase es la
documental, se exploran las condiciones formales como el espacio habitado;
espacio en el que se desplazan los protagonistas de una historia narrada y el
tiempo en el que se desarrollan los acontecimientos narrados. El tiempo
histórico; desde el espacio vivido, geométrico y habitado. Así como el tiempo
crónico y la mutación historiadora del tiempo en: Aristóteles, Agustín, Kant y
Husserl. Ricoeur cierra refiriéndose a la obra de Krzytof Pomian en el que se
habla de tiempo como: cronometría, cronología, cronografía y cronosofía. Al
final de este ensayo me referiré a cómo afecta la visión que podemos tener de
la memoria y la identidad si tomamos en cuenta el análisis del tiempo
cronosófico y la explicación de Ricoeur respecto al tiempo histórico como una
construcción de la Geschichte, apoyándose
en Koselleck. La lectura de Ricoeur trastocó profundamente mi visión respecto
al tiempo, al tiempo histórico cómo objeto de estudio. El testimonio, el
archivo y la prueba documental son otros de los “contenidos de las cosas
pasadas” que explora Ricoeur como componentes de la “primera” fase.
La “segunda” fase es la
“Explicación/comprensión”. Aquí reaparece la “representación”. ¿Cómo ha sido
abordada por los historiadores? La Escuela de los Annales, de acuerdo a
Ricoeur, se aproximaba ya a una preocupación por la representación, pero se
refirieron y limitaron a ella como “mentalidades”. Vendrá luego un análisis de
la representación siguiendo a “los maestros del rigor”: Michael Foucault,
Michel de Certeau y Norbert Elías. Posteriormente el paso de la idea de
mentalidad a la de representación, así como sus límites y alcances para
concluir en la dialéctica de la representación.
Por último, y la fase que me parece más
interesante, “la representación historiadora”. Ricoeur distingue en la noción
de representación la de representación -narración; las formas narrativas de la
representación y el problema de la narración-explicación, representación y
retórica; la función selectiva de las figuras de estilo y de pensamiento, ¿qué
pasa cuando se convence persuadiendo?, la representación y los prestigios de la
imagen; la confrontación entre el relato histórico y relato de ficción en lo
que concierne a las formas literarias, así como el poder de la imagen, y, por
último, pero sin duda la que me parece más profunda: la “representancia”; la
capacidad del discurso histórico para representar el pasado. Aquí emerge una de
las tesis principales y más importantes del autor: la historia es historia
escrita, el pasado es pasado narrado. Es
algo que ha sido pero que sigue siendo, pues la historia está sujeta a
la reescritura, en una formulación ilimitada de relación entre el pasado del
presente, el presente del presente y el futuro del presente. De ahí que sea el
término “representancia”, refiriéndose a este proceso constante y dialógico.
Algunos puntos aquí comienzan a trastocar en las líneas de la filosofía crítica
de la historia. Así, el tercer y último apartado de la obra, corresponde a la
condición histórica en dónde se profundiza además en las nociones centrales que
preocupan a Ricoeur: el olvido y el perdón.
Paul Ricoeur plantea una reflexión de segundo
grado, sobre las condiciones de posibilidad de este discurso (histórico). Esta
reflexión “está destinada a ocupar el lugar de la filosofía especulativa de la
historia en el doble sentido de historia del mundo y de historia de la razón.”
La pregunta principal es: ¿qué es comprender según el modo histórico? Hay dos
vertientes que nos pueden ayudar a responder esta pregunta: la crítica y la
ontológica. La primera se refiere a un examen crítico que equivale a la
validación de las operaciones “objetivantes” propias de la epistemología, las
cuales se abordaron en la primera parte de la obra. La segunda, corresponde a
la hermenéutica que intenta expresar las presuposiciones que el autor denomina
“existenciarias”, tanto del saber historiográfico efectivo como del discurso
crítico procedente son “existenciarias” en el sentido de que estructuran la
manera propia de existir, de ser en el mundo, de ese ser que cada uno es. Se
podría utilizar el término historicidad, pero Ricoeur prefiere hablar de
“condición histórica”.
El saber histórico se aborda en la obra de
Ricoeur desde la perspectiva de la hermenéutica crítica y, en este apartado,
desde la hermenéutica ontológica. Primero, Ricoeur apunta que la filosofía
crítica de la historia como una rama de la hermenéutica, en el sentido de que
interroga sobre la naturaleza del comprender. Analiza la ambición más alta
asignada a la historia por la filosofía romántica y posromántica alemana, en
concreto el ensayo de Reinhart Koselleck “Geschichte”. La historia como un
singular colectiva, la historia en sí y para sí. La semántica de conceptos
históricos sirve para cuestionar la autosuficiencia que se encuentra en la
“historia -misma”, aquella historia con telos,
lineal, que en su aspiración construía las bases que culminarían en el
progreso.
“Espacio de experiencia” y “horizonte de
expectativa” son categorías que ayudan a discernir los cambios que afectaron el
tiempo histórico y los rasgos de la visión de los modernos respecto al cambio
histórico, de ahí el título de la obra de Koselleck “Futuro pasado”, el sentido
de que el futuro al que la historia (Geschichte) aspiraba, ya no, es más. Es un futuro que ya no existe ni
se aspira a él. Es el futuro de cierto pasado. (Pero si ya desde Walter Benjamín
se criticaba de alguna manera el telos histórico,
¿por qué en lo cotidiano seguimos con esta idea de progreso-nación -historia?
¿cómo es que se mantiene esta continuidad? Claro que, comienza a haber
resquebrajamientos como los que ahora ponen en evidencia con las resistencias
sociales de los Estados -Nación frente a la globalización). Si bien hay una
ruptura con la visión englobadora de la historia, “¿es posible escribir de
historia desde un punto de vista cosmopolita?”.[4] Queda pendiente entender
la reflexión sobre el doble debate sentido de la historia, como conjunto de
acontecimientos sucedidos y conjunto de enfoques sobre acontecimientos.[5]
Ricoeur continúa con una crítica a la apología
de la modernidad, pues esta expresión siembra la confusión de linealidad
temporal de la recurrencia histórica. Aun así, la singularidad histórica es
casi igual de aporética que la totalidad histórica. Entonces, ¿puede pensarse
nuestro tiempo y cómo? Ante el abandono de a historia, de los usos del pasado
del término modero, intentamos ahora distinguir nuestra modernidad, aunque esto
se inscribe todavía en algunos límites de la temporalidad lineal y de cierta
nostalgia del telos. El discurso de
la modernidad cambia con la pretensión de caracterizar nuestra época a
diferencia de otra, como la distinción de antiguos -modernos, por ejemplo. La
posmodernidad es otra fase en la discusión de la modernidad, en la que hay un
rechazo de la significación moderna.
Ricoeur sitúa el problema del juez y el
historiador, en los límites del conocimiento histórico. Se explora como cada
uno se aproxima al espacio público, al deseo de imparcialidad y su lugar en el
espacio ciudadano -democrático. Dentro de este apartado emergen algunas
nociones correspondientes a la filosofía crítica de la historia como son el
deseo de imparcialidad, el de unicidad/singularidad y el de la representación
de lo inaceptable. Se despliega un análisis del “acontecimiento” desde el
enfoque jurídico e histórico. Se critica también el “paradigma indiciario” de
Ginzburg y cómo se transmite que en el se encuentra toda la operación
historiográfica cuando en realidad corresponde sólo a la primera fase.
La reflexión de la historia en cuanto a su
proyecto de verdad, recae en la reflexión de la interpretación. Paul Ricoeur no
habló de la interpretación antes, salvo brevemente en la segunda parte cuando
se abordó la representación en la operación historiográfica. Ello porque la
interpretación procede más bien de la reflexión de la representación, pues se reúne
en todas las fases de la “operación historiográfica”, subrayando así a la vez
la imposibilidad de la reflexión total del conocimiento histórico sobre sí
mismo y la validez del proyecto de verdad de la historia dentro del límite(s)
de su espacio de validación. La interpretación se ha discutido en el marco de
la objetividad vs. subjetividad, una visión canónica, en la que se exige al
historiador conocimiento y compromiso social, en este caso, institucional.
Ricoeur recorre algunos que se han aproximado a la interpretación como Raymond
Aron, Henri Irenée Marrou y René Remond.
El subapartado “Historia y tiempo” señala el
paso de la hermenéutica crítica a la hermenéutica ontológica dirigida a la
condición histórica en cuando a modo de ser insuperable. Ricoeur recuerda la
fórmula aristotélica: “el ser se dice de múltiples formas”. Este es el
preámbulo de una vuelta al análisis del “ser”, que lo lleva inevitablemente a
Heidegger en cuatro puntos principales: distinguir el modo de ser que somos,
siempre de otro modo de ser, la temporalidad que “constituye no sólo una
característica importante del ser que somos sino la que, más que otra, señala
la relación de es ser con el en cuanto a ser”.[6] Heidegger propone un
análisis de la temporalidad que articula las tres instancias temporales del
futuro, del pasado y del presente. Además de ordenar la tripartición de la
experiencia temporal, propone una jerarquización original de los modos de
temporalización: temporalidad; fundamental, aquella orientada al futuro, la
historicidad, en donde prevalece la relación historia -memoria y la
intratemporalidad, el ser en el tiempo (presente). La fórmula recuerda, dice
Ricoeur, a la desarrollada por Agustín en “Confesiones”: el presente del pasado
en la memoria, el presente del futuro en la espera y el presente del presente
en la intuición (atención).
Las reflexiones al olvido y “el perdón difícil”
corresponden la última parte de la obra. El olvido en cuanto a destrucción de
huellas o persistencia de las mismas, Ricoeur analiza antes la noción de
huella. El olvido de rememoración, aquella parte de la memoria que corresponde
o se da gracias al olvido, ¿puede hablarse entonces, así como con la memoria,
de usos y abusos del olvido? Según Ricoeur sí, y estos se encuentra en el
olvido y la memoria impedida, el olvido y la memoria manipulada y el olvido
impuesto o la amnistía. Todos ellos lejos de centrarse en una conclusión
precisa. A mí parecer es la parte del olvido la que deja más dudas en la obra
de Ricoeur. Se percibe una cierta correspondencia negativa hacia el olvido. No
se retoma el olvido de manera positiva en el sentido de que olvidar es también
pasar página, pues el olvido es parte de la historia. A pesar de haber hablado
antes de duelo, Ricoeur no profundiza en la necesidad del olvido para la
continuación del ser en el tiempo, se limita a preguntar por qué un pasado como
el Shoáh se rehúsa a pasar. Cuestión
que, en todo caso podrán, según el autor, plantear los interesados en la
historia del tiempo presente, pues el pasado continúa siendo y se trata de un
pasado reciente.
Ricoeur en su lectura recuerda a Pierre Nora
respecto a cómo después de la pérdida de la historia -memoria, vienen la
preocupación por preservar los lugares de la memoria, como vehículo que permite
referenciar un poco de continuidad, se verá sobrepasada por el fenómeno de la
conmemoración. También habla sobre los usos y abusos de la memoria, y de cómo
se buscó hacerla objeto de estudio, pero no parece haber en Ricoeur un recelo
hacia el ascenso de la memoria como lo hay por ejemplo con Hartog, quien lo ve
como síntoma de un presentismo latente, que de nuevo es producto de este
resquebrajamiento que viene a trastocar nuestra relación con el tiempo.
Mientras que Hartog se muestra escéptico frente a la historia del tiempo
presente, Ricoeur pareciera estar más receptivo, aunque algunas consideraciones
esbozadas en “El juez y el historiador” no fueran tampoco retomadas para
profundizar sobre la memoria como suplente de la historia ni sobre cómo hablar
de la historia del tiempo presente.
El perdón difícil será el cierre de una serie
de problemas epistemológicos y fenomenológicos que encierran la relación con el
pasado en la memoria, la historia y el olvido. ¿Qué es el perdón? Ricoeur lo
mide en la profundidad de la falta y la altura del perdón. ¿Institucionalmente
es posible dar el perdón? La culpabilidad criminal y lo imprescritible, la
culpabilidad política y la culpabilidad moral serán discutidas. Así como el don
de perdonar, el perdón frente a la promesa, el primero se formula en el
presente, respecto a un pasado, y la segunda versa en una proyección a futuro.
¿Es posible el perdón incondicional? ¿Cuándo se da el perdón qué condiciones
juegan entonces? ¿Podremos conducirnos a una memoria feliz?
Segunda parte. La noción de identidad. (¡¡¡SPOILERS!!! TE RECOMIENDO VER LA PELÍCULA DE "MEMENTO" PRIMERO)
¿Cuáles son las condiciones sociales y
culturales que intervienen en la construcción identitaria de un individuo o
nación? Si bien Ricoeur despliega múltiples insumos teóricos para repensar
historiográficamente nuestro presente, nuestra idea de la historia y la
memoria, me gustaría para esta reflexión final enfocarme en los que encuentro
mayor desafío personal por comprenderlas y que me parece deben ser tomadas en
cuenta para pensar la identidad en términos individuales y nacionales. El
primero sería la cuestión del tiempo
histórico, entendido ahora como la construcción -aspiración que tuvo la
historia (Geschichte) en el siglo XIX de manera culminante, esta proyección
lineal del tiempo con inclinación al futuro. La cual ha obtenido críticas desde
entonces y de manera más enfática a lo largo del siglo XX. Esta historia
Geschichte enmarca la concepción de nación, o más aceradamente, la idea
genealógica de nación, que, si bien ha sido discutida ya por corrientes
antigenalogistas y multiculturales continúan los problemas conceptuales en la
forma de aproximarnos a la nación, la idea de nación o de su representación.
Vimos con Halbwachs cómo algunas ideas de este
tipo enmarcan su construcción de la historia que lo lleva a distanciar la
memoria histórica de la memoria colectiva. Pierre Nora advierte que “ya no se
celebra la nación, se estudian sus celebraciones”.[7] La nación ahora además se
ve amenazada por una creciente globalización, y si bien el telos ha quedado atrás, parecen resurgir resistencias que parten de
las ideas del XIX, latente en los neo-nacionalismos y agudizado por nuevos
problemas como la demografía y la migración.
Nuestra relación con el tiempo ha cambiado
drásticamente de la percepción que se tenía en la consolidación de la historia
-ciencia. Tenemos ahora la obligación de reconocer el pasado del presente, el
presente del presente y el futuro de este presente. Así como el pasado de
presentes “pasados”, el presente de presentes “pasados” y el futuro de
presentes “pasados”. Claro que la humanidad progresa, pero no en todos los
espacios se conforma el mismo tiempo, hay que repensarnos históricamente en
nuevos tiempos y espacios.
Podemos hablar también de la conformación de
nuestra identidad, del “yo”. Identidad en la que se relaciona pasado, presente
y futuro. No es posible ni deseable vivir en el puro presente, necesitamos del
pasado para orientarnos y del futuro para proyectarnos, pero ambos siempre
estarán sujetos a un presente enunciativo, la memoria juega un papel crucial
para saber de que presente se trata y el olvido forma parte de esta memoria
personal. Se necesitan los dos en la justa medida, el olvido involuntario, pero
también está el olvido forzado. ¿Qué pasa cuando está el olvido de manera
patológica, incontrolable que nos obliga a vivir en el eterno presente? La
identidad se pierde, casi por completo. Un buen ejemplo es Leonard, el
personaje principal de Memento
(Nolan, 2000) quien debido a un trauma cerebral no es capaz de almacenar nuevos
recuerdos. Tiene los recuerdos de antaño, el presente de un pasado ya lejano,
pero para anclar los nuevos recuerdos se sirve de fotografías instantáneas, de
nuevo aparece el problema planteado por Ricoeur entre memoria e imagen. La
falta, siguiendo a Ricoeur, en la película es el asesinato de su esposa, único
recuerdo que mantiene el sentido de movilidad del sujeto, ante la falta sólo
puede haber dos respuestas: el perdón o la venganza. El filme gira en torno
esta última. La representación temporal es el tema que envuelve no sólo la
trama, sino el filme entero. Pues fue filmada de manera cronológica y está
editada para que el espectador la vea contada del final al inicio, editada y proyectada
a la inversa. El inicio en el filme corresponde al final de la historia. Esto
nos sumerge de lleno al personaje central y a su desorientación en su presente
por la falta de un pasado reciente y un pasado añejo que lo obliga a seguirse
proyectando en un futuro incierto.
Bibliografía:
Halbwachs, Maurice, La memoria colectiva, España, Prensas Universitarias de Zaragoza,
2004. (Versión PDF)
Nora Pierre, Pierre Nora en Les Lieux de Mémoire, Santiago de Chile,
Ediciones LOM/TRILCE, Tr. del francés por Laura Masello, 2009.
Nolan,
Christopher, Memento, EE.UU., 2000. (Disponible
en: www.netflix.com)
Pappe, Silvia, “Memoria versus historia:
Desencuentros en los espacios de poder” en Maya Aguiluz Ibargüen y Gilda
Waldman M. (Coords.), Memorias,
(in)cógnitas. Contiendas en la historia, México, UNAM, 2007. (Versión PDF)
Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, México, FCE, 2004.
VídeoenYoutube: La memora, la historia, el olvido: Reseña a Paul Ricoeur
[1]
Ricoeur prefiere el término respecto a “historicidad”, porque señala la
situación y la condición. El autor dedica un análisis a la noción de
“historicidad”, así como los motivos que enmarcaron su reconocimiento y uso en
la historiografía alemana.
[2]
Ricoeur adopta aquí el término de fase, aunque esto no quiere decir que se
deban tomar cronológicamente, pero si hay un diálogo entre cada una en el
sentido de que “cada una de estas tres operaciones posee valor de nivel de base
para las otras dos, en la medida en que sirven de referentes para las otras
dos”, Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, FCE, México, 2004, pp.,
178-177.
[3] Ibidem., p. 237.
[4] Idem., p. 395.
[5] Idem., p. 399.
[6] Ibidem., p. 449.
[7]
Pierre Nora, “Entre memoria e historia. La problemática de los lugares”, en Les Lieux de Mémoire, Santiago de Chile,
Ediciones LOM/TRILCE, Tr. del francés por Laura Masello, 2009, p. 25.
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