lunes, 27 de agosto de 2018

Las relaciones entre memoria y discurso. Un problema transdisciplinar.


Por: Rebecca Grafía
En la historia, la memoria y el olvido.
En la memoria y el olvido, la vida.
Pero escribir la vida es otra historia.
Inconclusión
Paul Ricoeur

Primera parte: la relación memoria e historia.

Para este primer apartado pretendo responder la pregunta: ¿En qué medida, el libro de Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, aporta insumos teóricos para repensar historiográficamente nuestro presente, nuestra idea sobre la historia y la memoria? Ricoeur menciona que los grandes fenómenos relativos al pasado son el mnemónico (memoria) y el histórico (historia), versando entre ellos el olvido. Cada uno corresponde una sección de su obra.
Una relación de diálogo la que se da entre memoria, historia y olvido. La selección de diálogo no es casual, pues es parte del método de explicación/comprensión que el autor utiliza para dar estructura a su obra, pero también para iluminar las aporías, a la manera de diálogo platónico, y puntos ciegos de las problemáticas que envuelven esta intrincada relación.
La primera parte, “De la memoria y de la reminiscencia” tiene tres ejes de análisis: Memoria e imaginación; en donde se discute la herencia griega. Desde Platón cuando habla de la memoria como la representación presente de una cosa ausente hasta la afirmación aristotélica: “la memoria es del pasado”. Siguiendo con un esbozo fenomenológico de la memoria, desde un principio se enuncia lo que casi al final de su obra se retomará: la relación entre ser (en sus múltiples formas) y el tiempo (la memoria es del pasado), desde una perspectiva que incluye la memoria y el olvido. Explorando algunos fenómenos de la memoria como el habito -memoria, la evocación -búsqueda, la memoria -percepción, la memoria -espacio o el recuerdo lugar, etc. Aquí encontramos el vínculo inseparable entre la problemática del tiempo y el espacio, en concreto el de su representación. Ese subapartado cierra con la comparación entre imagen y recuerdo: representación. Siendo Husserl la guía, aunque cerrando con Sartre al decir que “si recuerdo un acontecimiento de mi vida pasada, no lo imagino, me acuerdo de él, es decir, no lo planteo como dado ausente, sino como dado presente en el pasado.”
El segundo eje versa sobre los usos y abusos de la memoria ejercida. Anteriormente el autor expuso el enfoque cognitivo de la memoria, en el sentido de búsqueda, explorando además la noción de reminiscencia e imaginación. Ahora se trata de la memoria desde un punto de vista pragmático, la memoria como esfuerzo o trabajo. Acordarse es entonces una memoria ejercida. Apoyándose en Bergson y Freud, Ricoeur revisa las proezas de la memorización, así como sus usos y abusos: rememoración, memoria -hábito, memoria aprendizaje, memoria ars memoriae (retórica, mito fundador, escolásticos hasta llegar al método científico), etc.
Luego vienen los abusos de la memoria natural: la memoria impedida; en cuanto enfoque patológico, aquí Ricoeur se apoya en las categorías del psicoanálisis freudiano, se habla del olvido en relación con el duelo, aunque, y esto lo comentaré mas adelante, no es retomado en la última parte que versa sobre el olvido. Memoria manipulada (plano práctico); usos y abusos de la memoria y el olvido, la memoria dirigida abusivamente; memoria obligada, nivel ético -político, en dónde es importante mencionar que, según Ricoeur, lo que hay que examinar es la relación del deber de la memoria con la idea de justicia, esto será retomado para la última sección respecto al perdón, y, en general, a lo largo del libro, pues todo lo que es memorable, justo, injusto, necesario de olvidarse, injustificable, imperdonable, etc. está sujeto a una condición histórica.[1]
El cierre de la sección dedicada a la memoria viene con la reflexión de la memoria personal y la colectiva. Primero, la tradición de la memoria desde la mirada interior: Agustín; el carácter privado de la memoria, “mis recuerdos” “mi pasado” y como orientación temporal, John Locke, “identify” y “consciusness self” y Husserl, la interioridad de la memoria y el tiempo. Me apoyaré en algunas de estas consideraciones para la segunda parte, cuando hablemos de la noción de identidad.
La mirada exterior se vuelva en Halbwachs y su obra La memoria colectiva, aunque también se toma en cuenta la obra precedente Los marcos sociales de la memoria. Halbwachs dice “para acordarse, necesitamos de los otros”. En su obra se habla de las representaciones colectivas y del pensamiento colectivo, Ricoeur más adelante señala la separación que existe igualmente en esta obra respecto a memoria histórica y memoria colectiva pues “memorias hay muchas, pero historia sólo hay una” o la correspondencia de la memoria histórica con la memoria nación y el monumento son algunos ejemplos de la idea de historia que manejaba el autor en la construcción de una determinada noción de memoria.
En resumen, y así termina el apartado de memoria, son tres los sujetos que pueden atribuirnos recuerdos: el yo “íntimo”, el colectivo; en las prácticas sociales y serán los “allegados” el punto intermedio de referencia en el que se realizan intercambios entre la memoria viva de las personas individuales y la memoria pública.
La segunda parte, “Historia y epistemología” es la que más me gustó del libro y, me parece la más completa del autor o al menos me siento más familiarizada pues Ricoeur se apoya en Michel de Certeau para aproximarse a los problemas epistemológicos que podemos encontrar en la “operación historiográfica”, en concreto en cada una de sus “fases”[2] y su relación con la memoria y el olvido, aunque es precisamente en el plano epistemológico donde “la autonomía de la historia respecto a la memoria se afirma con más fuerza”.[3] La primera fase es la documental, se exploran las condiciones formales como el espacio habitado; espacio en el que se desplazan los protagonistas de una historia narrada y el tiempo en el que se desarrollan los acontecimientos narrados. El tiempo histórico; desde el espacio vivido, geométrico y habitado. Así como el tiempo crónico y la mutación historiadora del tiempo en: Aristóteles, Agustín, Kant y Husserl. Ricoeur cierra refiriéndose a la obra de Krzytof Pomian en el que se habla de tiempo como: cronometría, cronología, cronografía y cronosofía. Al final de este ensayo me referiré a cómo afecta la visión que podemos tener de la memoria y la identidad si tomamos en cuenta el análisis del tiempo cronosófico y la explicación de Ricoeur respecto al tiempo histórico como una construcción de la Geschichte, apoyándose en Koselleck. La lectura de Ricoeur trastocó profundamente mi visión respecto al tiempo, al tiempo histórico cómo objeto de estudio. El testimonio, el archivo y la prueba documental son otros de los “contenidos de las cosas pasadas” que explora Ricoeur como componentes de la “primera” fase.
La “segunda” fase es la “Explicación/comprensión”. Aquí reaparece la “representación”. ¿Cómo ha sido abordada por los historiadores? La Escuela de los Annales, de acuerdo a Ricoeur, se aproximaba ya a una preocupación por la representación, pero se refirieron y limitaron a ella como “mentalidades”. Vendrá luego un análisis de la representación siguiendo a “los maestros del rigor”: Michael Foucault, Michel de Certeau y Norbert Elías. Posteriormente el paso de la idea de mentalidad a la de representación, así como sus límites y alcances para concluir en la dialéctica de la representación.
Por último, y la fase que me parece más interesante, “la representación historiadora”. Ricoeur distingue en la noción de representación la de representación -narración; las formas narrativas de la representación y el problema de la narración-explicación, representación y retórica; la función selectiva de las figuras de estilo y de pensamiento, ¿qué pasa cuando se convence persuadiendo?, la representación y los prestigios de la imagen; la confrontación entre el relato histórico y relato de ficción en lo que concierne a las formas literarias, así como el poder de la imagen, y, por último, pero sin duda la que me parece más profunda: la “representancia”; la capacidad del discurso histórico para representar el pasado. Aquí emerge una de las tesis principales y más importantes del autor: la historia es historia escrita, el pasado es pasado narrado. Es algo que ha sido pero que sigue siendo, pues la historia está sujeta a la reescritura, en una formulación ilimitada de relación entre el pasado del presente, el presente del presente y el futuro del presente. De ahí que sea el término “representancia”, refiriéndose a este proceso constante y dialógico. Algunos puntos aquí comienzan a trastocar en las líneas de la filosofía crítica de la historia. Así, el tercer y último apartado de la obra, corresponde a la condición histórica en dónde se profundiza además en las nociones centrales que preocupan a Ricoeur: el olvido y el perdón.
Paul Ricoeur plantea una reflexión de segundo grado, sobre las condiciones de posibilidad de este discurso (histórico). Esta reflexión “está destinada a ocupar el lugar de la filosofía especulativa de la historia en el doble sentido de historia del mundo y de historia de la razón.” La pregunta principal es: ¿qué es comprender según el modo histórico? Hay dos vertientes que nos pueden ayudar a responder esta pregunta: la crítica y la ontológica. La primera se refiere a un examen crítico que equivale a la validación de las operaciones “objetivantes” propias de la epistemología, las cuales se abordaron en la primera parte de la obra. La segunda, corresponde a la hermenéutica que intenta expresar las presuposiciones que el autor denomina “existenciarias”, tanto del saber historiográfico efectivo como del discurso crítico procedente son “existenciarias” en el sentido de que estructuran la manera propia de existir, de ser en el mundo, de ese ser que cada uno es. Se podría utilizar el término historicidad, pero Ricoeur prefiere hablar de “condición histórica”.
El saber histórico se aborda en la obra de Ricoeur desde la perspectiva de la hermenéutica crítica y, en este apartado, desde la hermenéutica ontológica. Primero, Ricoeur apunta que la filosofía crítica de la historia como una rama de la hermenéutica, en el sentido de que interroga sobre la naturaleza del comprender. Analiza la ambición más alta asignada a la historia por la filosofía romántica y posromántica alemana, en concreto el ensayo de Reinhart Koselleck “Geschichte”. La historia como un singular colectiva, la historia en sí y para sí. La semántica de conceptos históricos sirve para cuestionar la autosuficiencia que se encuentra en la “historia -misma”, aquella historia con telos, lineal, que en su aspiración construía las bases que culminarían en el progreso.
“Espacio de experiencia” y “horizonte de expectativa” son categorías que ayudan a discernir los cambios que afectaron el tiempo histórico y los rasgos de la visión de los modernos respecto al cambio histórico, de ahí el título de la obra de Koselleck “Futuro pasado”, el sentido de que el futuro al que la historia (Geschichte) aspiraba, ya no, es más. Es un futuro que ya no existe ni se aspira a él. Es el futuro de cierto pasado. (Pero si ya desde Walter Benjamín se criticaba de alguna manera el telos histórico, ¿por qué en lo cotidiano seguimos con esta idea de progreso-nación -historia? ¿cómo es que se mantiene esta continuidad? Claro que, comienza a haber resquebrajamientos como los que ahora ponen en evidencia con las resistencias sociales de los Estados -Nación frente a la globalización). Si bien hay una ruptura con la visión englobadora de la historia, “¿es posible escribir de historia desde un punto de vista cosmopolita?”.[4] Queda pendiente entender la reflexión sobre el doble debate sentido de la historia, como conjunto de acontecimientos sucedidos y conjunto de enfoques sobre acontecimientos.[5]
Ricoeur continúa con una crítica a la apología de la modernidad, pues esta expresión siembra la confusión de linealidad temporal de la recurrencia histórica. Aun así, la singularidad histórica es casi igual de aporética que la totalidad histórica. Entonces, ¿puede pensarse nuestro tiempo y cómo? Ante el abandono de a historia, de los usos del pasado del término modero, intentamos ahora distinguir nuestra modernidad, aunque esto se inscribe todavía en algunos límites de la temporalidad lineal y de cierta nostalgia del telos. El discurso de la modernidad cambia con la pretensión de caracterizar nuestra época a diferencia de otra, como la distinción de antiguos -modernos, por ejemplo. La posmodernidad es otra fase en la discusión de la modernidad, en la que hay un rechazo de la significación moderna.
Ricoeur sitúa el problema del juez y el historiador, en los límites del conocimiento histórico. Se explora como cada uno se aproxima al espacio público, al deseo de imparcialidad y su lugar en el espacio ciudadano -democrático. Dentro de este apartado emergen algunas nociones correspondientes a la filosofía crítica de la historia como son el deseo de imparcialidad, el de unicidad/singularidad y el de la representación de lo inaceptable. Se despliega un análisis del “acontecimiento” desde el enfoque jurídico e histórico. Se critica también el “paradigma indiciario” de Ginzburg y cómo se transmite que en el se encuentra toda la operación historiográfica cuando en realidad corresponde sólo a la primera fase.
La reflexión de la historia en cuanto a su proyecto de verdad, recae en la reflexión de la interpretación. Paul Ricoeur no habló de la interpretación antes, salvo brevemente en la segunda parte cuando se abordó la representación en la operación historiográfica. Ello porque la interpretación procede más bien de la reflexión de la representación, pues se reúne en todas las fases de la “operación historiográfica”, subrayando así a la vez la imposibilidad de la reflexión total del conocimiento histórico sobre sí mismo y la validez del proyecto de verdad de la historia dentro del límite(s) de su espacio de validación. La interpretación se ha discutido en el marco de la objetividad vs. subjetividad, una visión canónica, en la que se exige al historiador conocimiento y compromiso social, en este caso, institucional. Ricoeur recorre algunos que se han aproximado a la interpretación como Raymond Aron, Henri Irenée Marrou y René Remond.
El subapartado “Historia y tiempo” señala el paso de la hermenéutica crítica a la hermenéutica ontológica dirigida a la condición histórica en cuando a modo de ser insuperable. Ricoeur recuerda la fórmula aristotélica: “el ser se dice de múltiples formas”. Este es el preámbulo de una vuelta al análisis del “ser”, que lo lleva inevitablemente a Heidegger en cuatro puntos principales: distinguir el modo de ser que somos, siempre de otro modo de ser, la temporalidad que “constituye no sólo una característica importante del ser que somos sino la que, más que otra, señala la relación de es ser con el en cuanto a ser”.[6] Heidegger propone un análisis de la temporalidad que articula las tres instancias temporales del futuro, del pasado y del presente. Además de ordenar la tripartición de la experiencia temporal, propone una jerarquización original de los modos de temporalización: temporalidad; fundamental, aquella orientada al futuro, la historicidad, en donde prevalece la relación historia -memoria y la intratemporalidad, el ser en el tiempo (presente). La fórmula recuerda, dice Ricoeur, a la desarrollada por Agustín en “Confesiones”: el presente del pasado en la memoria, el presente del futuro en la espera y el presente del presente en la intuición (atención).
Las reflexiones al olvido y “el perdón difícil” corresponden la última parte de la obra. El olvido en cuanto a destrucción de huellas o persistencia de las mismas, Ricoeur analiza antes la noción de huella. El olvido de rememoración, aquella parte de la memoria que corresponde o se da gracias al olvido, ¿puede hablarse entonces, así como con la memoria, de usos y abusos del olvido? Según Ricoeur sí, y estos se encuentra en el olvido y la memoria impedida, el olvido y la memoria manipulada y el olvido impuesto o la amnistía. Todos ellos lejos de centrarse en una conclusión precisa. A mí parecer es la parte del olvido la que deja más dudas en la obra de Ricoeur. Se percibe una cierta correspondencia negativa hacia el olvido. No se retoma el olvido de manera positiva en el sentido de que olvidar es también pasar página, pues el olvido es parte de la historia. A pesar de haber hablado antes de duelo, Ricoeur no profundiza en la necesidad del olvido para la continuación del ser en el tiempo, se limita a preguntar por qué un pasado como el Shoáh se rehúsa a pasar. Cuestión que, en todo caso podrán, según el autor, plantear los interesados en la historia del tiempo presente, pues el pasado continúa siendo y se trata de un pasado reciente.
Ricoeur en su lectura recuerda a Pierre Nora respecto a cómo después de la pérdida de la historia -memoria, vienen la preocupación por preservar los lugares de la memoria, como vehículo que permite referenciar un poco de continuidad, se verá sobrepasada por el fenómeno de la conmemoración. También habla sobre los usos y abusos de la memoria, y de cómo se buscó hacerla objeto de estudio, pero no parece haber en Ricoeur un recelo hacia el ascenso de la memoria como lo hay por ejemplo con Hartog, quien lo ve como síntoma de un presentismo latente, que de nuevo es producto de este resquebrajamiento que viene a trastocar nuestra relación con el tiempo. Mientras que Hartog se muestra escéptico frente a la historia del tiempo presente, Ricoeur pareciera estar más receptivo, aunque algunas consideraciones esbozadas en “El juez y el historiador” no fueran tampoco retomadas para profundizar sobre la memoria como suplente de la historia ni sobre cómo hablar de la historia del tiempo presente.
El perdón difícil será el cierre de una serie de problemas epistemológicos y fenomenológicos que encierran la relación con el pasado en la memoria, la historia y el olvido. ¿Qué es el perdón? Ricoeur lo mide en la profundidad de la falta y la altura del perdón. ¿Institucionalmente es posible dar el perdón? La culpabilidad criminal y lo imprescritible, la culpabilidad política y la culpabilidad moral serán discutidas. Así como el don de perdonar, el perdón frente a la promesa, el primero se formula en el presente, respecto a un pasado, y la segunda versa en una proyección a futuro. ¿Es posible el perdón incondicional? ¿Cuándo se da el perdón qué condiciones juegan entonces? ¿Podremos conducirnos a una memoria feliz?

Segunda parte. La noción de identidad. (¡¡¡SPOILERS!!! TE RECOMIENDO VER LA PELÍCULA DE "MEMENTO" PRIMERO)


¿Cuáles son las condiciones sociales y culturales que intervienen en la construcción identitaria de un individuo o nación? Si bien Ricoeur despliega múltiples insumos teóricos para repensar historiográficamente nuestro presente, nuestra idea de la historia y la memoria, me gustaría para esta reflexión final enfocarme en los que encuentro mayor desafío personal por comprenderlas y que me parece deben ser tomadas en cuenta para pensar la identidad en términos individuales y nacionales. El primero sería la cuestión del tiempo histórico, entendido ahora como la construcción -aspiración que tuvo la historia (Geschichte) en el siglo XIX de manera culminante, esta proyección lineal del tiempo con inclinación al futuro. La cual ha obtenido críticas desde entonces y de manera más enfática a lo largo del siglo XX. Esta historia Geschichte enmarca la concepción de nación, o más aceradamente, la idea genealógica de nación, que, si bien ha sido discutida ya por corrientes antigenalogistas y multiculturales continúan los problemas conceptuales en la forma de aproximarnos a la nación, la idea de nación o de su representación.
Vimos con Halbwachs cómo algunas ideas de este tipo enmarcan su construcción de la historia que lo lleva a distanciar la memoria histórica de la memoria colectiva. Pierre Nora advierte que “ya no se celebra la nación, se estudian sus celebraciones”.[7] La nación ahora además se ve amenazada por una creciente globalización, y si bien el telos ha quedado atrás, parecen resurgir resistencias que parten de las ideas del XIX, latente en los neo-nacionalismos y agudizado por nuevos problemas como la demografía y la migración.
Nuestra relación con el tiempo ha cambiado drásticamente de la percepción que se tenía en la consolidación de la historia -ciencia. Tenemos ahora la obligación de reconocer el pasado del presente, el presente del presente y el futuro de este presente. Así como el pasado de presentes “pasados”, el presente de presentes “pasados” y el futuro de presentes “pasados”. Claro que la humanidad progresa, pero no en todos los espacios se conforma el mismo tiempo, hay que repensarnos históricamente en nuevos tiempos y espacios.
Podemos hablar también de la conformación de nuestra identidad, del “yo”. Identidad en la que se relaciona pasado, presente y futuro. No es posible ni deseable vivir en el puro presente, necesitamos del pasado para orientarnos y del futuro para proyectarnos, pero ambos siempre estarán sujetos a un presente enunciativo, la memoria juega un papel crucial para saber de que presente se trata y el olvido forma parte de esta memoria personal. Se necesitan los dos en la justa medida, el olvido involuntario, pero también está el olvido forzado. ¿Qué pasa cuando está el olvido de manera patológica, incontrolable que nos obliga a vivir en el eterno presente? La identidad se pierde, casi por completo. Un buen ejemplo es Leonard, el personaje principal de Memento (Nolan, 2000) quien debido a un trauma cerebral no es capaz de almacenar nuevos recuerdos. Tiene los recuerdos de antaño, el presente de un pasado ya lejano, pero para anclar los nuevos recuerdos se sirve de fotografías instantáneas, de nuevo aparece el problema planteado por Ricoeur entre memoria e imagen. La falta, siguiendo a Ricoeur, en la película es el asesinato de su esposa, único recuerdo que mantiene el sentido de movilidad del sujeto, ante la falta sólo puede haber dos respuestas: el perdón o la venganza. El filme gira en torno esta última. La representación temporal es el tema que envuelve no sólo la trama, sino el filme entero. Pues fue filmada de manera cronológica y está editada para que el espectador la vea contada del final al inicio, editada y proyectada a la inversa. El inicio en el filme corresponde al final de la historia. Esto nos sumerge de lleno al personaje central y a su desorientación en su presente por la falta de un pasado reciente y un pasado añejo que lo obliga a seguirse proyectando en un futuro incierto.

Bibliografía:

Halbwachs, Maurice, La memoria colectiva, España, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004. (Versión PDF)

Nora Pierre, Pierre Nora en Les Lieux de Mémoire, Santiago de Chile, Ediciones LOM/TRILCE, Tr. del francés por Laura Masello, 2009.

Nolan, Christopher, Memento, EE.UU., 2000. (Disponible en: www.netflix.com)

Pappe, Silvia, “Memoria versus historia: Desencuentros en los espacios de poder” en Maya Aguiluz Ibargüen y Gilda Waldman M. (Coords.), Memorias, (in)cógnitas. Contiendas en la historia, México, UNAM, 2007. (Versión PDF)

Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, México, FCE, 2004.



VídeoenYoutube: La memora, la historia, el olvido: Reseña a Paul Ricoeur




[1] Ricoeur prefiere el término respecto a “historicidad”, porque señala la situación y la condición. El autor dedica un análisis a la noción de “historicidad”, así como los motivos que enmarcaron su reconocimiento y uso en la historiografía alemana.
[2] Ricoeur adopta aquí el término de fase, aunque esto no quiere decir que se deban tomar cronológicamente, pero si hay un diálogo entre cada una en el sentido de que “cada una de estas tres operaciones posee valor de nivel de base para las otras dos, en la medida en que sirven de referentes para las otras dos”, Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, FCE, México, 2004, pp., 178-177.
[3] Ibidem., p. 237.
[4] Idem., p. 395.
[5] Idem., p. 399.
[6] Ibidem., p. 449.
[7] Pierre Nora, “Entre memoria e historia. La problemática de los lugares”, en Les Lieux de Mémoire, Santiago de Chile, Ediciones LOM/TRILCE, Tr. del francés por Laura Masello, 2009, p. 25.

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