Por: Rebecca Grafía
El Dr. Álvaro Vázquez Mantecón
es doctor en Historia del Arte. Universidad Autónoma de Morelos, profesor-investigador
de tiempo completo en la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco desde
2001. En el área de Historia e Historiografía UAM-A. Miembro del Cuerpo Académico
Historia e Historiografía. Miembro del SIN y Perfil PRODEP. Además, fue Jefe
del Área de Investigación Historia e Historiografía del periodo 2012 al 2014.
Es autor de varios trabajos
sobre política y cultura en el México del siglo XX. Ha trabajado también en
diversos proyectos museográficos (entre los que destacan "La era de la
discrepancia, arte y cultura visual en México, 1968-1997" (2006); la investigación
y curaduría del "Memorial del 68" (2007); la exposición "Cine y
revolución" (2010) e "Imágenes del cardenismo" (2011). Entre sus
libros, Orígenes literarios de un arquetipo fílmico: adaptaciones
cinematográficas a Santa de Federico Gamboa (2005); Memorial del 68 (2007), y
El cine súper 8 en México, 1970-1989(en prensa).
“Precisamente nuestro interés
versa sobre la investigación y curaduría del Memorial del 68’, no sé si nos
pudiera explicar un poco cómo fue trabajar los elementos del tiempo y del
espacio porque bueno como que piensa en el Memorial y tiene el prejuicio, o al
menos a mí me pasó, de qué quizá la narrativa vaya a versar solamente sobre el
68’ en México, o solamente sobre el 2 de octubre. Pero cuando uno visita el
museo, se da cuenta de que está como en el contexto de los 60’, O sea hay una
narración cronológica pero al mismo tiempo se nota como esta expresión de los
procesos históricos simultáneos, no sé si esa era la intención con el tiempo. Y
bueno además juegan distntos espacios, está ahí justamente donde tenemos la
Plaza de las Tres Culturas, en el Memorial no sólo está este museo sino que hay
bibliotecas, hay archivo. No sé si nos pudiera explicar un poco sobre este
proceso, ¿cómo fue?”
Bueno,
creo que… bueno muchas gracias por invitarme a tu canal Rebeca. Creo que lo que
hay que decir, antes que nada, es que hay que hablar en pasado de ese memorial
porque ya está cerrado, está en proceso de reestructuración y de recomposición.
Ya es un memorial que no va a funcionar más tal cual está. Tengo en tendido que
una copia de ese memorial se va a quedar ahora en el centro de documentación
del nuevo, pero bueno. Ese memorial del 68’ es algo que se empezó a trabajar a partir
del 2006 y que se inauguró en el 2007, ya hace once años aproximadamente.
Empezamos a trabajar doce para hacer eso y, como bien dices pues tiene una
importancia, una importancia doble ¿no? De lugar de la memoria, como diría
Pierre Nora, está situado en Tlatelolco, junto a la plaza de Tlatelolco donde
ocurrió la masacre, pero por otra parte, es un espacio universitario. Es un
espacio que depende de la Universidad Nacional Autónoma de México, que tomó
control del edificio, que era la antigua torre de Relaciones exteriores, era el
complejo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, que pasa a manos de la
UNAM, precisamente en aquellos años, por eso es un espacio de la universidad.
Entonces,
esta doble connotación es muy importante para hablar del memorial. El lugar
dónde estaba y que es un espacio universitario. Para ese memorial hubo un
trabajo de investigación, de fuentes muy diversas: de fuentes hemerográficas,
de películas, de fotografías, de volantes, de todo tipo de materiales que
pudiera servir como para recrear, hacer comprensible, esa época. Pero la fuente
más importante, del Memorial fueron las entrevistas y los testimonios, hubo
cincuenta y siete entrevistas y cincuenta y siete testimonios de gente,
prácticamente todos, que habían formado parte del movimiento estudiantil, es
decir, en ese primer ejercicio del memorial, no hubo una integración del punto
de vista gubernamental ni de policías ni de ejército. Lo más parecido a un
punto de vista oficial fue la entrevista con los dos negociadores que designó
Gustavo Días Ordaz para hablar con los estudiantes, pero, básicamente lo que
recrea es el punto de vista estudiantil, con esta generación.
Esto
también es importante porque ese memorial no aspiraba a una “memoria completa”,
una memoria completa hubiera sido, entrevistar a todos, hasta gente que hubiera
estado en la Dirección Federal de Seguridad y que dijeran cuál era su punto de
vista de lo que había pasado y no. Es el punto de vista de los estudiantes. Y
es la memoria de los estudiantes. Eso era muy importante, entonces, tenemos lo
que te decía, la principal fuente del memorial es la memoria de esas personas.
Y, entonces, lo que nosotros hicimos, bueno sería un exceso decir que yo lo
hice solo, yo formé parte de un equipo muy grande donde habíamos museógrafos,
estaba por ejemplo la intervención de Nicolás Echeverría, del director de
documentales que frecuentaba… Es decir, un equipo de trabajo muy amplio y muy
complejo para llegar a esa solución, esa era nuestra fuente principal.
Y
entonces teníamos la voz de una generación, de cincuenta y siete personas, de
distintos orígenes, o sea, había de la Universidad, del Politécnico, de
Chapingo, había gente que había sido comunista, había gente que era apolítica,
había gente del PRI, había cristianos… entonces, es decir, había mucha… una
diversidad de posiciones ideológicas dentro del punto de vista de los
estudiantes. Entonces, con esa fuente lo que pretendíamos era hacer
comprensible y accesible esa experiencia generacional para una nueva generación
de jóvenes que accedieran a él. Entonces, el Memorial era una suerte de
dispositivo, de facilitación de la experiencia. Lo importante era transmitir la
experiencia de una generación a una nueva generación. Pero esa nueva
generación, nosotros calculábamos, en una suerte de “público lector modelo”, nosotros
calculábamos que era un joven en promedio entre unos dieciséis y diecisiete
años. Para el 2006 esto quería decir que no había vivido la Guerra Fría, no
había vivido el desarrollo estabilizador, había nacido prácticamente con las
transiciones democráticas del país, no conocía la sujeción o el control que el
régimen priísta tenía en esa época y entonces era importante explicarlo. Y
entonces, lo que decidimos fue hacer… inscribir estos testimonios en un
recorrido museográfico que trazara dos líneas paralelas en el tiempo: unos “largos
años” 60’ ¿no? Es decir, que exceden la década. Que iniciaban para el caso
mexicano en 1958, por la insurgencia sindical y la crisis del régimen en esa
época. En el caso internacional, en 1959 por el triunfo de la Revolución Cubana
y que terminaba en el caso latinoamericano 1973 con el Golpe de Estado en Chile
y, en el caso mexicano con Echeverría en amnistía, con la amnistía del 10 de
julio de 1971. Es decir que, pensábamos en ese marco internacional y nacional para
ubicar esos contextos y, además una segunda línea micro de la cronología
precisa de lo que ocurrió en el movimiento estudiantil desde julio de 1968
hasta diciembre del 68’, que se da por terminada la huelga del CCH.
Entonces
jugábamos con una historia “macro” (grande) y una historia “micro” (pequeña) y
en ese ámbito insertábamos la experiencia de las personas tratando de
explicarle a un joven que no había vivido la época, qué habían implicado la
contracultura, la carrera espacial, el surgimiento de la guerrilla juvenil, la
crisis … la primer crisis del sistema político mexicano priista, etc.[1]
“Y, al mismo tiempo hay como
un acercamiento muy personal ¿no? Bueno mi sala favorita fue la bóveda. O sea,
me parece que estamos como en todo este contexto enorme de lo “macro” y de
repente nos encontramos ahí con la fotografía y así viéndolos a la cara, [a los
estudiantes] y nos sentimos nosotros como detenidos. Me parece que si juega muy
padre la museografía con este tipo de espacios que nos llevan desde lo macro
hasta lo más micro. Nos comentaba también que ahorita está renovándose el
museo. ¿Está usted como parte de este proyecto? ¿Qué le gustaría que cambiara o
que representara como nuevo en el tiempo y en el espacio a 50 años?”
No,
no formo parte del equipo que está reelaborando el Memorial, pero estoy cerca
de la elaboración, sé más o menos por donde va. Me he comprometido a colaborar
lo más posible con ellos, pero no, no formo parte de este nuevo equipo. Qué es
lo que creo yo que debiera ser el nuevo memorial, para empezar yo creo que si
es muy importante que se renovara no porque los testimonios estuvieran mal, los
testimonios son muy útiles, son muy buenos. Pero, en su conjunto el memorial
daba una perspectiva sobre el 68’ que era como la fotografía que el año 2006 le
tomaba al 68’ y, necesitamos ahora la fotografía que el 2018 le toma al 68’ a
partir de una serie de planteamientos que son planteamientos contemporáneos.
Por ejemplo, yo creo que no podemos hablar del 68’ sin pasar por Ayotzinapa, o
sin pasar por la cantidad de desaparecidos políticos de los años 70’. Es decir,
que el 68’ no se puede acabar como un monumento a los “niños héroes”, [como
diciendo] todo acabó en octubre de 1968 y después, veinte años después, renació
la “primavera democrática”, no. Sino que hay que tomar el 68’ como el punto de
partida de una ciudadanía que de una manera u otra responde ante la autoridad y
eso no es un evento que termine en el 68’, eso es algo que se continúa en los
años 70’ en una gran cantidad de luchas que se continúan en los años 80’ y que
tiene también una resonancia en el México contemporáneo. Entonces, desde mi
punto de vista, lo que el nuevo Memorial debiera incorporar son esas luchas
ciudadanas activas que surgen en ese momento pero que se pueden continuar. Es
decir que sea un espacio para entender los procesos de forja conflictiva de la
ciudadanía en la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI.
“Por último, me gustaría
preguntarle por la "conmemoración". ¿Qué limitantes hay para el
curador, para el historiador, pensar en términos de conmemoración? Porque si
sacamos cuentas, bueno, estamos a cincuenta años del 68’, y, a treinta años del
88’, en referencia a este fraude electoral. Y también me llama la atención que
algunos de los recorridos del Memorial están divididos para primaria,
secundaria, preparatoria y versa en los temas precisamente sobre la democracia.
Como usted dice no podemos quedarnos en el 68’ y como “ya terminó”, y que se
quede en ese “acontecimiento” nada más. Entonces, ¿cómo agarrar de la
conmemoración nuevos elementos para reestructurar esa narrativa? ¿Qué limitantes
u oportunidades nos da esta noción?”
Es
un poco lo que te comentaba hace un momento Rebeca, creo que en la medida en
que se active el 68’ en función de otras experiencias ciudadanas en los
cincuenta años que vienen del 68’ para acá sea un Memorial importante y que
cumpla con la función de integrar a la sociedad contemporánea si no lo hace el
problema es que se convierte como en un monumento a los “Niños héroes”, o en un
monumento donde tú pasivamente como sociedad sólo reconoces que hubo una
generación brillante y después todo fue decadencia y no. Lo importante es hacer
que la experiencia del 68’ sea capaz de interpelar a nuestra historia primero y
a la sociedad mexicana contemporánea. No puede ser visto el Memorial como en
función de la “Metahistoria electoral”. Cuando yo hice las entrevistas del
Memorial fue en la primera semana de julio de 2006, justo después de toda la
discusión de la izquierda con el fraude y había una resonancia que era muy
importante era un poco una izquierda que estaba de nuevo dolida ante un nuevo
fracaso. Muchas entrevistas, si tú las ve con atención hacen referencia a la
acampada en Paseo de la Reforma, y todo esto. Es decir, las selecciones del
2006 marcaban y sesgaban de alguna manera las entrevistas. Yo creo que habría
que tener mucho cuidado para que la experiencia electoral de este 2018 no
permee demasiado y no haga parecer al 68’ como necesariamente “la causa”, lo
causal de esta historia de primavera democrática que se vive actualmente. Sino
que tendría que proyectarse más allá, mucho más profundo. Simple y
sencillamente una cuestión: ¿Cómo reacciona la ciudadanía ante el
autoritarismo?
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