Por:
Rebecca Grafía
El
historiador profesional tiene poco si lo comparamos con el tiempo que se ha
escrito historia, la figura de quien escribe historia nos puede remontar a
Grecia con Heródoto, pero de ninguna forma se trató de una historia
profesional. En el régimen de
historicidad moderno tenemos tres características que se complementan pero
que también suelen confundirse entre sí. La historia, aspira a convertirse en
una disciplina paralela a las ciencias naturales, es decir, siguiendo un método
histórico. Por otra parte, el tiempo, pasa a ser protagonista, ya no estamos en
él, sino sobre él y podemos manipularlo, se reconoce a la Historia, aparece esa
Geschichte. Por
último, la categoría que tiene más relevancia en el trinomio temporal pasado,
presente y futuro, es el futuro. Todo el presente se proyecta hacia allá,
siendo el hombre Moderno el ejemplo mismo que él necesita.
El
método histórico se inauguró en la escuela alemana, con Barthold George
Niebuhr, quien entendió que la historia debía comprenderse como la sucesión
causal de los acontecimientos (la historia como un proceso causal inmanente)
Leopoldo Von Ranke, continuador de este pensamiento, consignó en su célebre
frase “exponer cómo sucedieron los hechos”, el encadenamiento de la sucesión de
hechos que darían cuenta por sí solos, de cómo se habían dado los
acontecimientos.[1]
Ranke
es el fundador del método histórico positivista, después conocido como
historicismo. Este método concreta los anhelos decimonónicos de certeza,
realismo, nacionalismo y búsqueda de identidad. Con él la disciplina histórica
quedará circunscrita a lo que los historiadores de esta corriente definirán como
el método histórico por antonomasia, dejando fuera a muchos escritores que también
escribieron historia pero desde otros espacios y puntos de vista. Entre ellos
están Marx y Tocqueville, que hicieron una historia económica, pero que no
fueron reconocidos como tal en su época debido a que no seguían el “método histórico”
y porque pensaban la historia desde planteamientos teóricos –filosóficos. Por
ello caían en la categoría de filosofía de la historia que, para los creadores
del “método” no era historia.[2]
La
concepción del tiempo era de un pasado lineal, irreversible, objetivado y
acabado y con un método histórico de carácter empírico, se cosifica el pasado
que ahora es observable por el historiador a través de los documentos. El
historiador de principios del siglo XIX cosificó también a la sociedad con el
positivismo de Augusto Comte, formulando una nueva ciencia: la sociología.[3] Comte afirmaba que del
estudio empírico del proceso histórico, en especial de la progresión de
diversas ciencias interrelacionadas, se desprendía una ley que denominó de los
tres estadios y que rige el desarrollo de la humanidad.[4] El conocimiento verdadero
es el conocimiento científico y solamente puede surgir de la confirmación de
las hipótesis a través del método científico.
El
procedimiento de la historia es partir objetivamente del documento del que se
deduce el hecho. El significado se aprehende de lo concreto, esto es, para
Ranke, proceder de manera científica. La filosofía al contrario, procede de lo
general a lo particular, es a partir de ideas a priori de reglas abstractas que
se deducen las verdades particulares. Ranke rechazó el pensamiento filosófico
de la historia, es decir, lo negó como conocimiento “científico”, para la
historia.[5]
Se
redujo la historia exclusivamente a los documentos, Ranke pensaba que así se
alcanzaba la objetividad sin planteamientos teóricos previos que afectaran el
análisis de los documentos. Se buscaba explicar el cómo habían sucedido las
cosas. “La meta y el objetivo de la historia –ciencia será, de aquí en
adelante, ir descubriendo paulatinamente la totalidad del pasado de la humanidad.
Comienza entonces el realismo que se verá reflejado en las corrientes
artísticas, literarias y científicas. En la historia este realismo era la
aplicación del método objetivo, es decir, el método experimental de las
ciencias empíricas.
La
objetividad fue el requisito obligatorio de esta historia científica,
alcanzable solo mediante el análisis crítico de las fuentes originales,
indagando en los detalles, para así poder realizar ciertas generalizaciones
siempre partiendo de los hechos primarios. El tipo de explicación al que se
aspiraba era la descripción narrativa del proceso histórico.[6]
Está
como antecedente el método crítico filológico iniciado como Georg Niebuhr. El
análisis y estudio de los documentos originales, iniciado en el Renacimiento y
que continuó hasta el siglo XVIII con disciplinas como la numismática, la diplomacia,
la paleografía y la epigrafía. Los historiadores alemanes del siglo XIX
aplicarían el método de estas mismas disciplinas directamente en la construcción
de la historia.[7]
El
método filológico sería perfeccionado por Ranke y sistematizado en 1898 por los
historiadores franceses Charles –Victor Langlois y Charles Seignobos en su obra
Introducción a los estudios históricos.
La historia pasó a tener un lugar especializado para producirse: las
universidades. El método de Ranke suponía que el historiador debía enfrentarse
a su objeto de estudio, los documentos que contienen los acontecimientos del
pasado, sin ideas preconcebidas. Había un estudio filológico de por medio y se
cotejaba con otros documentos todo para llegar a un versión “verdadera” de los
hechos.
La obsesión
por la objetividad llevó a creer que se podía suprimir la subjetividad. Partir,
como la ciencia, de una inducción controlada de los hechos particulares
llevaría al descubrimiento de historias de estados, luego de naciones y
posteriormente la suma de todas ellas darían la historia universal; de tal modo
que algún día se llegaría a saber todo el pasado humano. Con Ranke se creó la
ilusión de que el pasado develaba “naturalmente”, que brotaba simplemente bajo
la mirada erudita del historiador.[8]
La
novedad que trajo Ranke radica en el carácter de fabricar una historia nueva. Comenzó
a fraguarse una cualidad propiamente moderna con la distinción entre
historiografía e investigación histórica. Para 1825 ya se percibía la aparición
de la nueva historiografía científico –académica. Posteriormente Ranke llega a
la Universidad de Berlín para desarrollar sus enseñanzas. De esta manera, Ranke
dio nuevas bases al proyecto iniciado por Vico un siglo antes. El nacimiento y
desarrollo de la historia como empresa humana selló el comienzo de lo que se
conoce como la era del “historicismo”.[9]
El
pasado se convirtió en un objeto estable, finiquitado, observable a partir de
sus huellas (documentos, trazas, monumentos) mediante un método controlable y
fijo. Con esta concepción del pasado y de ciencia se entiende que la historia
se distinguió entre quienes estudiaban “hechos” los historiadores que “hacían
historia” (que develaban y descubrían la interrelación causal de los hechos)- y
quienes se dedicaban a la historiografía: leer a los historiadores del pasado,
a comprender su estilo, su escritura, y, en el mejor de los casos a evidenciar
sus errores.[10]
Por supuesto, hubo quienes se opusieron a esta forma de hacer historia desde
que surgió, pero los cuestionamientos más fuertes vendrían más adelante en el
siglo XX.
Bibliografía:
Norma
Durán R. A. (coordinadora), Epistemología
Histórica e Historiografía, México, UAM -Azcapotzalco, Biblioteca de
Ciencias Sociales y Humanidades, 2017.
Norma
Durán (compiladora), Historiografía
general: antologías universitarias, México, UIA, 1996.
Guillermo
Zermeño Padilla, La cultura moderna de la
historia. Una aproximación teórica, México, COLMEX, 2002.
Bibliografía complementaria:
François Hartog, Regímenes de historicidad:
Presentismo y experiencias de tiempo, México, Universidad Iberoamericana,
2007.
[1] Norma
Durán R. A., “François Hartog, la historia y el “presentismo” del presente” en
Norma Durán R. A. (coordinadora), Epistemología
Histórica e Historiografía, México, UAM -Azcapotzalco, Biblioteca de
Ciencias Sociales y Humanidades, 2017, p. 263.
[2]
Norma Durán (compiladora), Historiografía
general: antologías universitarias, México, UIA, 1996, p. 141.
[3]
Norma Durán R. A., “François Hartog, la historia y el “presentismo” del
presente” en Norma Durán R. A. (coordinadora), Epistemología Histórica e Historiografía, p. 263.
[5]
Norma Durán (compiladora), Historiografía
general: antologías universitarias, p. 142.
[6] Ibid.
[7] Ibid.
[8] Ibidem., p. 143.
[9]
Guillermo Zermeño Padilla, La cultura
moderna de la historia. Una aproximación teórica, México, COLMEX, 2002, pp.
88 -89.
[10] Norma
Durán R. A., “François Hartog, la historia y el “presentismo” del presente” en
Norma Durán R. A. (coordinadora), Epistemología
Histórica e Historiografía, p. 263.